Icono del sitio Marchena Noticias. Marchena Secreta. El tiempo en Marchena. Sucesos Marchena. Planes de verano en Andalucia. Marchena Noticias

Vivir en Pantalla Ancha: La dicotomía de la realidad mediada

OPINIÓN

En la era digital contemporánea, nuestra existencia se ve cada vez más mediada por pantallas luminosas que prometen una conexión constante con el mundo exterior. El relato breve de Francisco Chirino, periodista y ganador del concurso literario del Instituto Isidro Arcenegui de Marchena hace una década, parece haber anticipado con precisión este fenómeno, describiendo una vida donde las paredes proyectan amaneceres y atardeceres, y la interacción humana se limita al espacio digital.

La imagen de un individuo rodeado de pantallas no es una distopía futurista, sino una realidad palpable en nuestros días. Trabajamos en línea, hacemos amigos virtuales, o transmitimos sin filtros en directo nuestra vida diaria por TIK TOK, nos entretenemos y nos informamos a través de pantallas. La comodidad y eficiencia que estas ofrecen son innegables, pero ¿a qué precio?.

Desde una perspectiva psicológica, la sobreexposición a la luz artificial, la interminable corriente de notificaciones, la presión social de estar siempre «conectados» y ser validados por los demás, con el dichoso «me gusta» puede resultar nocivo, algo ya reflejado por la serie Black Mirror, y llevar a un agotamiento mental y emocional.

Mientras más conectados estamos, más solos podemos sentirnos. La comunicación digital, aunque valiosa, rara vez puede sustituir la profundidad y riqueza de las interacciones cara a cara.

Filosóficamente, la realidad mediada nos obliga a cuestionar la autenticidad de nuestras experiencias digitales. Las pantallas ofrecen una versión a menudo idealizada del mundo, una que podemos pausar, adelantar o eliminar a nuestro antojo. 

En el campo de la comunicación, la realidad mediada ha democratizado la producción y distribución de contenido. Cualquier persona con un dispositivo móvil tiene la capacidad de crear y compartir un video. Sin embargo, esta libertad viene acompañada de la responsabilidad de discernir entre el contenido que enriquece y el que meramente entretiene o, peor aún, distorsiona.

En vez de usar nuestros dispositivos móviles con objetivos que redunden en beneficio de la comunidad, como por ejemplo avisar de deficiencias de la vía pública, evitar algún peligro, crear vídeos de promoción turística para que más turistas visiten tu municipio y mejoren la economía, documentar tradiciones y sus cambio, promover fiestas, investiga nuestra historia, promocionar negocios o documentar cambios sociales o en las especies animales vegetales, la mayoria de las personas, prefiere usar sus móviles para alimentar y dar rienda suelta a sus más básicos de instintos.
Cotilleos, morbo, batallas de pandillas más o menos polarizadas, campañas nada disimuladas de propaganda blanca o negra, en las que a menudo entran destacados líderes públicos, invaden nuestras pantallas, sin filtro ni la necesaria reflexión sobre invasión de la intimidad, y el espacio individual, ios límites de la falta de respeto o lo que supone el acoso digital.

La democratización de la tecnología nos ha llevado a una paradoja: mientras más accesibles se vuelven las herramientas, menos reflexión colectiva sobre el uso de éstas. La cámara, en manos de un ciudadano no instruido en sus potenciales efectos, puede convertirse en un arma de  doble filo, que dispara sin discernimiento, capturando y difundiendo imágenes sin una consideración ética de sus consecuencias.

Por esto, la educación en comunicación debe ser vista como una prioridad, proporcionando a los ciudadanos las habilidades para navegar con tranquilidad por el siempre cambiante paisaje mediático con un entendimiento crítico de lo que significa comunicar y compartir información. Además, la educación en valores juega un papel crucial, ya que no se trata simplemente de transmitir conocimiento, sino de inculcar una comprensión de la responsabilidad que conlleva el poder de la comunicación.

Los profesionales de la comunicación recibimos una instrucción que va más allá de cómo usar una cámara; se nos educa para comprender y reflexionar sobre la realidad que los medios capturan y transmiten.

La EDUCOMUNICACION. educación en comunicación y valores, por lo tanto, debe convertirse en un pilar fundamental en la formación de ciudadanos conscientes y reflexivos que puedan contribuir positivamente a la sociedad en la era digital.

El concepto de Educomunicación enfatizada por la UNESCO, que hace décadas viene avisando sobre la necesaria promoción de la educación en comunicación, amplía un concepto que trasciende la simple alfabetización mediática para abarcar una comprensión más profunda del fenómeno comunicativo, sus divisiones, y sus implicaciones sociales y culturales.

Uno no puede no comunicar ya que la realidad comunicativa es algo inherente al ser humano y que nos rodea diariamente amplificada por la democratización y el uso generalizado de dispositivos móviles. Por lo que es más necesario que nunca la aplicación efectiva al ciudadano de una educación para la comprensión efectiva del fenómeno de la comunicación.

Se hace urgente la reflexión para comprender las implicaciones de vivir en pantalla ancha.  Las instituciones púlicas deben facilitar al ciudadano formación en Educoomunicación, por profesionales debidamente formados,  para que seamos consumidores conscientes y podamos entender y discernir cómo queremos que la tecnología moldee nuestra percepción del mundo y nuestras relaciones y no ser simples actores pasivos.

Es imprescindible encontrar un equilibrio entre la conveniencia de las pantallas y la necesidad de desconectarnos, de mirar hacia fuera —y hacia dentro— sin filtros digitales. La realidad mediada es nuestra realidad; nos toca a nosotros decidir cómo navegamos por ella para que, en lugar de aislarnos, nos sirva para construir un tejido social más rico y conectado genuinamente y culturalmente activos.

José A. Suárez. Grado en Comunicación. Director de Revista Saber Más.