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Destierro, multa y prisión por injurias y amenazas al aperador de un cortijo

Un año de destierro, veinte ducados, prisión y el pago de las costas tuvo que sufrir Antonio Tortolero Vega, vecino de Marchena, en 1715 por tratar de agredir e insultar a Juan de Carmona, que quería que le pagase los trescientos reales que le debía su suegra de su sueldo como aperador.

D. Fernando Mir y Ramirez de Cartagena, abogado de los Reales Consejos y Asistente de la Villa de Marchena informa que al ir Felipe Mayorga, Ministro de la Justicia ordinaria de la villa a pedir a Graciana Caro de Vegas viuda de Marchena,  que le pagase a Juan de Carmona trescientos reales que le debía «de salario del tiempo que le había servido de aperador en su cortijo», Antonio Tortolero su yerno , presente, había respondido que «si se le ponía delante le había de romper la cabeza, a Juan de Carmona, por haber venido a pedir a su suegra».

Tomás de Carmona, hermano de Juan le preguntó entonces a Tortolero, que porqué le quería romper la cabeza a su hermano por el hecho de «pedir lo que se le debe», Tortolero los puso a los de pícaros «e hizo demostración de irse a buscar armas o palos pero salió su mujer y su suegra lo detuvieron» lo que había ejecutado alteradamente y con voces descompuestas maltratando de palabra al dicho Juan de Carmona, poniéndole de pícaro.

Antonio Tortolero declaró en el juicio que no le había dicho tales palabras y que no sacó armas algunas. Tortolero fue condenado a estar preso «en las casas de su morada», desde donde envió un escrito pidiendo ser absuelto de dicha prisión» a cambio de una fianza pero fue acusado criminalmente por Juan de Carmona quien pide que el reo sea acusado por las «mas graves penas en que ha incurrido».

En varios escritos pide se le deje libre por tener que atender las faenas del campo y mas «en estos tiempos de sementera» y apela y recurre a instancias superiores

Documentos del Fondo Osuna. Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional
Digitalización de microfilm de 35 mm

El aperador recibe por la noche las órdenes del dueño y las distribuye por la mañana a las diversas personas que tiene a su cargo. Mide y prepara el grano que se ha de sembrar, cuida de los utensilios de la labor y de la hora para la salida al trabajo. Llegados a la haza, el aperador principia la besana con su yunta, los demás le siguen y cierra la cuadrilla el sota-aperador. Si algún arado se descompone, un buey se cansa o sucede algún otro fracaso, el que guía la yunta se sale fuera de la besana (para no estorbar a los demás.)

El aperador es también quien manda parar para comer y soltar concluido el día. En una palabra, es el único amo que reconocen los trabajadores, el que trabaja al frente de ellos arando, cavando, segando, etc.