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Arqueólogos estudian los enterramientos aparecidos en la plaza de Santa María la Blanca de Fuentes

Texto y fotos. Francis J. González Fernández. Investigador y cronista de Fuentes de Andalucía.

Trabajos de urbanización de la calle y plaza mayor aledaña a la Parroquia de Fuentes de Andalucía, Santa María la Blanca han dejado al descubierto antiguos enterramientos en lo que parece ser un osario, que está siendo estudiado por el arqueólogo municipal. De esta forma quedará documentada la costumbre de realizar enterramientos en el interior y en los alrededores de las parroquias.

Según se desprende de los libros de defunción del Archivo Parroquial, de Fuentes de Andalucia los enterramientos se realizaban, por lo general, en la Iglesia Parroquial Santa María la Blanca y la Iglesia de San Sebastián del Hospital de la Caridad, así como en el entorno de estos dos templos (actual plaza de Santa María la Blanca) y en el interior de la Iglesia de San José del Convento de los Mercedarios Descalzos.

La cripta del Monasterio de la Encarnación, situada bajo su capilla mayor, estaba reservada, como lugar de clausura, para las religiosas mercedarias, y en la Ermita de San Francisco no se tiene constancia de enterramientos hasta que en el siglo XIX naciera contiguo a la misma el primer cementerio con el que contó Fuentes de Andalucía.

Desde la centuria del XVI, al menos, las iglesias eran cementerios comunes, en el sentido amplio de que cualquier cristiano podía enterrarse en ellas. Los suelos de las iglesias estaban perfectamente acotados y señalados para permitir el mayor número de sepulturas, cuyo precio variaba de más a menos según se alejara del altar mayor.

La iglesia de Santa María la Blanca cuenta con cinco criptas de enterramientos además múltiples sepulturas comunes existentes a lo largo y ancho del mismo.

La cripta de los Marqueses de Fuentes en la capilla mayor, la más antigua de las existentes, que data de finales del siglo XVI y la unica con decoración y además contaba con banco de altar, sagrario y retablo propio, ya retirado.

También destaca la cripta de la hermandad de San Pedro, hermandad de sacerdotes, en la capilla del Rosario, hermandad que ya existía en 1640, la cripta de la capilla de Concepción o de Lourdes, labrada por Doña María Pereira para sus sucesores, la cripta de los González del Corral, bajo la capilla del Sagrario, y la de los Fernández de Peñaranda obra de los Ruiz Florindo en la segunda mitad del siglo XVIII.

PORQUÉ LOS ENTERRAMIENTOS SE HACÍAN BAJO LOS TEMPLOS Y EN LAS PLAZAS

Los primeros cristianos siguieron con la costumbre de la civilización romana de enterrar a sus muertos en las afueras de las ciudades, pero poco a poco se fue permitiendo que los difuntos pudieran ser enterrados en los alrededores de las iglesias donde descansaban los cuerpos de los mártires o sus reliquias.

En el siglo VIII ya se había generalizado en Europa el enterramiento ad sanctos («junto a los santos»). Hubo que poner un poco de orden y se dictaron normas para las sepulturas dentro de las iglesias y en los alrededores de éstas, a cuyo lugar se llamó cementerio (en griego, dormitorio, lugar del sueño).

A lo largo de la Edad Media, los muertos fueron invadiendo el suelo de las iglesias y capillas, empezando por los clérigos y personajes importantes, junto a sus familias, que disponían de criptas subterráneas de enterramientos, y terminando por cualquiera que pudiese pagar un rincón más o menos cercano al altar. Ese proceso continuó y fue reglamentándose durante los siglos XVI a XVIII, siendo el cementerio lugar de enterramiento para pobres y niños.

Las hermandades y cofradías tenían un papel esencial en el momento del fallecimiento de sus hermanos, siendo uno de sus principales fines la asistencia con el estandarte, acompañamiento y, en muchos casos, enterramientos de los mismos. Caso que se daba también en las cofradías fontaniegas.

En 1786, Carlos III dispuso la creación de cementerios fuera de los núcleos de población por motivos de higiene y salud pública. Durante algunos años más, a pesar de las leyes sucesivas que recordaban su prohibición, algunos muertos siguieron enterrándose en el interior de las iglesias o sus alrededores.