Así era viajar a América en 1600: el caso de Luis de Carvajal, de Marchena
José Antonio Suárez López
Las noticias fabulosas del Nuevo Mundo atraen a muchos peninsulares que, en busca de tierras de fortuna, desarrollan una intensa corriente migratoria desde Andalucía a América.
La emigración a Indias afectó la estructura demográfica sobre todo de algunas comarcas, por la marcha a América de varones adultos en edad de procrear.
El 3 de Diciembre de 1612 se autoriza Luis de Carvajal, natural y vecino de Marchena,de 26 años hijo de Cristóbal de Carvajal e Isabel de la Fuente, a Tierra Firme, soltero, y viudo que iba a Perú a reunirse con la familia de su difunta esposa María Jiménez de Alcalá con quien tuvo una hija.
Carvajal como el resto de pasajeros necesitó el visto bueno del Asistente o Alcalde de Marchena y una autorización por escrito del propio Rey además de una declaración donde afirmaba que no era descendiente de conversos ni judíos ni moriscos.
Dice que es hijo de Cristóbal de Carvajal y de Isabel de la Fuente y nieto de Alonso Sánchez de Carvajal y de Mencía de Pedroza, y de Alonso Sánchez Doblado y Clara González. Y que la rama de los Carnaval viene de Carmona y que la de la Fuentes es natural de Marchena sin que tengan que ver nada «con los de Extremadura» ni de otras personas prohibidas de pasar a las Indias.
Un mes antes del viaje el 2 de noviembre tal y como estaba estipulado Carvajal se presentó ante Cristóbal de Ahumada alcalde de Marchena y solicitó licencia de Su Majestad para pasar al Perú. Dijo ser viudo de María de Alcalá, no haber cometido delito ni contraído deudas y ser de sangre limpia. Que el tío de su difunta esposa le había enviado carta pidiéndole que se fuese a Perú para dejarle parte de su hacienda por no tener descendencia.
Sus palabras fueron ratificadas ante el Alcalde por el comisario del Santo Oficio de Marchena Francisco Ponce de León y dijo conocer a toda su familia y al tío de su esposa Antonio de Alcalá natural de Marchena y residente en Perú que lo reclamaba.
De 1561 a 1622 se produjo la época de mayor esplendor de la ruta trasatlántica entre Castilla y sus Indias. Para los maestres de naos, los pasajeros en sus barcos eran un estorbo, fuente de problemas, siempre dispuestos a quejarse ante las chanzas y robos de los marineros.
Generalmente, los pasajeros debían de hacerse con los servicios de algún barquero para llegar a Sanlúcar desde Sevilla y sufragar los gastos por su cuenta y riesgo.
El interior de los barcos era en un verdadero laberinto de cámaras y camarotes construidos de manera precaria y donde los pasajeros se apiñan con sus familias y sus alimentos. En 1600,el precio del viaje a Nuevas España estaba entre 15 y 25 ducados. Por ejemplo Juan Bautista Jiménez, maestre de la nao San Jacinto y la Bella, fleta a 18, 20 y 28 ducados, para Nueva España.