En 1817 los cabildos de la campiña sevillana se unen para luchar contra los Siete Niños de Écija tal y como expone José Alcaide Villalobos en su obra sobre el siglo XIX. Su primer asalto documentado, el día 20 de agosto de 1814 a las 3 de la tarde, en el paraje de La Tinajuela –entre Marchena y Écija-, fueron sólo 5.
Foto: Cabalgata De «los siete Niños de Écija». Tercer Premio. Madrid. El segundo día de Carnaval. Concurso de Estudiantinas y Comparsas. ABC Hemeroteca.
Los siete Niños eran en 1808 una guerrilla patriótica contra Napoleón, de la que surgió la cuadrilla de bandoleros bajo mando del capitán Luis de Vargas se unen una serie de «niños», que fueron muy perseguidos tales como Antonio Padilla “El Padilla”, José Escalera, Pablo Aroca “Ojitos”, Diego García “El Hornero”, Francisco Bermudo “Candil”, Juan A. Gutiérrez “El Cojo”, Pedro Villalba “El Manco”, Manuel Remacho “El Granadino”, Antonio Muñoz, Sebastián Martín “Hornerillo”, Antonio Crespo “Pancilla”, Antonio de la Fuentes “Mino” y Juan Gómez Soldán. José Martínez “El Portugués”, Rafael Malhecho, José Mesa, Calzado, Carmona, José Alonso “El Rojo” y Diego Meléndez (el único que no fue muerto o ejecutado, al conseguir el indulto tras su traición, de resultas de la cual, la Partida fue aniquilada en Santaella). Francisco Nareja “Becerra” del Reino de Murcia; Alonso de Osuna, de Osuna y Fray Antonio de la Gama “El Fraile”, de Aguilar.
Al principio, se conoció como “La Partida del Padilla”, después, como “La Partida del Alaya” y, finalmente, “Los Niños de Écija”. El número siete aparece en el Expediente de Ladrones de 1816, firmado por el Duque del Infantado cuando robaron el equipaje del general Goyeneche-. En la mayor parte de sus actuaciones, aparecen de forma variable, en número de 5 a 12.
Llegaron a dominar la carretera general de Andalucía, entre Sevilla y Córdoba; pero en julio de 1817, mediante un edicto, se inició una campaña contra ellos y en un año y medio fueron capturados siete, pero ninguno figuraba en el edicto, tres eran de Écija y los restantes de los alrededores.
Fueron ejecutados la mayor parte de los apresados, entre los que figuraba Fray Antonio de Legama, a quien se dio garrote en Sevilla, y el ecijano Francisco Huertas, un bandolero de la nobleza a cuya ejecución asistieron todas las autoridades del pueblo, incluido el obispo. De sus jefes son conocidos Pablo de Aroca, alias Ojitos, que consiguió escapar a la justicia, y Juan Palomo.
En el cabildo de 12 de marzo el Ayuntamiento de Marchena trataron un problema que preocupaba a todo el pueblo: «las cuadrillas de facinerosos que infestan desde
hace tres años todo el territorio. Su osadía ha llegado a tal extremo de atrevimientos que vienen a perpetrar sus delitos hasta las inmediaciones de la
villa, (de Marchena) y que sus crímenes son tan notorios y escandalosos que horrorizan al hombre más indiferente. Nada pueden contra ellos la multitud de tropas que los jefes del reino han destinado a su persecución y arresto. Y ya que existen fundamentos para pensar que estos malvados intenten alguna noche penetrar en la villa, resulta del todo necesario la formación de una partida
de orden mayor que haga frente a los continuos robos, extorsiones y asesinatos perpetrados por estos hombres tan insanos como irreligiosos».
Se propone además pedir la colaboración de los pueblos cercanos para financiaran este cuerpo armado en justa proporción a sus riquezas.
El 3 de julio de 1817 don José María Tirado, corregidor de la ciudad de Carmona
y alcalde honorario del crimen de la Real Audiencia de Sevilla, ordena Marchena, Fuentes, Paradas, La Campana, El Arahal, El Viso, Brenes, Tocina, Guadajoz y Lora del Río colaborar en la persecución de “Los niños de Écija” con todos los medios necesarios para colaborar con el Capitán General y el coronel del Regimiento de cazadores de Numancia acantonado en Carmona.
Se dispone que las partidas de soldados de este regimiento que persiguen a los bandidos sean atendidas y suministradas por los mencionados municipios, tanto la tropa como sus caballos.
Para tal fin se firmarán los pertinentes recibos para los suministros, y que así se les haga saber a los aperadores, capataces y sirvientes de las haciendas y cortijos de sus respectivos términos para que esta milicia sea atendida.
El fenómeno de los bandoleros duró hasta principios del siglo XX, cuando ya los últimos bandoleros (El Vivillo, El Niño de Gloria, Canuto, Reverte, el Niño de Arahal y, sobre todo, El Pernales) pullaban por los campos de Marchena y comarca.