El 30 de julio de 1749, a las doce de la noche, dio comienzo la operación por la que se prendió y sacó de sus hogares a todos los gitanos del país para separarlos a continuación por sexos y conducirlos a los lugares de reclusión previstos. Ahora hay planes para recordar institucionalmente esta fecha y que no se olvide.
En Andalucía se prendieron 5.500 gitanos. Muchos de ellos quedaron recluidos durante más de 15 años. El plan era separar a los hombres y las mujeres para que no tuvieran hijas y se extinguiera la raza.
Los gitanos llegan a España hacia 1425 desde la India, haciéndose pasar por condes «de Egipto menor» y pensando que eran peregrinos las autoridades les dejan establecen en toda España para luego pasar a endurecerse poco a poco las leyes hasta la «solución final» que pretendió ser la orden de encarcelar a todos los gitanos españoles en 1749.
Los Reyes Católicos comienzan a perseguirlos con la pragmática de Medina, dictada por los Reyes Católicos en 1499, pasando a ser perseguidos por su “peligrosidad social”.
La pragmática de 1695, dictada durante el reinado de Carlos II (1665-1700) establecía la sedentarización forzosa de los gitanos, les piden que se acojan a un señor y que tomen empleos conocidos. Se pide que se haga en cada pueblo un censo de los gitanos residentes, sus profesiones y sus propiedades. En 1717 y 1746 el rey les ordena establecerse en alrededor de setenta ciudades, logrando así que dejen de ser nómadas.
En 1748 a través de un decreto pontifico la iglesia les excluye del asilo eclesiástico lo que «muestra claramente una premeditación y anticipación del gran proyecto de extinción de la etnia gitana por parte del Gobierno».
La ley más dura contra los gitanos fue su encarcelamiento por la pragmática de 1749
que tenía como objetivo la “extinción de los gitanos”. El objetivo era lograr la extinción de la etnia mediante el encarcelamiento y separación de hombres y mujeres.
EL MARQUES ANTIGITANO
En el siglo XVIII, el marqués de la Ensenada, Zenón de Somodevilla, un reputado gobernante español, impulsó un plan siniestro para exterminar a la población gitana en España. La estrategia de Ensenada incluía leyes y acciones severas para acabar con la comunidad gitana, pero su plan fracasó en gran medida debido a la resistencia de las autoridades locales y a las dificultades logísticas.
El marqués consideraba a los gitanos como una «malvada raza» responsable de delitos y llevaba un estilo de vida nómada incompatible con sus objetivos de recaudación fiscal. En 1745, promulgó una ley que establecía la pena de muerte para los gitanos apresados fuera de su vecindario, pero enfrentó la oposición de las autoridades locales, quienes consideraban que muchos gitanos llevaban una vida sedentaria y no merecían castigo.
En 1749, las tropas reales llevaron a cabo una redada gigantesca en distintos puntos de España, apresando a cerca de nueve mil personas. Sin embargo, la operación resultó ser un desastre debido a la falta de logística y planificación. Muchos gitanos fueron encarcelados en condiciones deplorables y separados de sus familias, pero la población civil y algunos aristócratas brindaron ayuda a las víctimas.
El marqués de la Ensenada no se rindió y buscó desterrar a los gitanos a América, pero se encontró con un obstáculo legal insuperable, ya que varios monarcas, incluido Felipe II, habían prohibido que los gitanos cruzaran el Atlántico. Ensenada continuó buscando el modo de lograr la desaparición del pueblo romaní hasta su caída en desgracia en 1754.
Años más tarde, el conde de Aranda, otro político ilustrado, propuso un proyecto similar, pero más cruel, para exterminar a los gitanos. Afortunadamente, la idea no encontró apoyo y no se materializó. Otro ministro, el conde de Floridablanca, adoptó un enfoque más conciliador y afirmó que los romaníes no procedían de «raíz infecta alguna».
El intento de exterminio de los gitanos en la España del siglo XVIII demuestra cómo incluso los líderes y políticos aparentemente ilustrados pueden albergar ideas y políticas siniestras y discriminatorias. A pesar del fracaso de estos planes, el sufrimiento y la persecución de la comunidad gitana dejaron cicatrices duraderas en la historia de España.