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Cuando el oficio más antiguo del mundo se ejercía en la Plaza Ducal de Marchena

El oficio más antiguo del mundo se ejercía hasta los años 60-70 del siglo XX en la Plaza Ducal. Casi toda la plaza estaba llena de pequeñas viviendas de propiedad municipal, donde las mujeres de la vida recibían a sus clientes, justo frente al edificio del Ayuntamiento -que entonces estaba ubicado en la propia plaza- y muy cerca del antiguo cuartel de la Guardia Civil que se ubicaba en la calle Animas.
Las mujeres eran visitadas una vez por semana por los médicos del Ayuntamiento para realizarles exámenes médicos y evitar así la propagación de las enfermedades venéreas. La Plaza Arriba en su totalidad estaba llena de mujeres de la vida y gitanos y gitanas que habitualmente no ejercían este oficio.
Los orígenes de esta actividad aparecen regulados por leyes y ordenanzas municipales y de su desarrollo disponemos de testimonios de personas mayores que relatan esta actividad en la Plaza Arriba.
La falta de sustento empujó a muchas mujeres a venderse en la Plaza Ducal, viviendo su apogeo en los años 20 y 30 y prolongándose esta actividad hasta los años 70, cuando se reformó la Plaza Ducal y el Ayuntamiento ya había pasado a su nueva ubicación, mejoraron las condiciones de vida y esta actividad se consideró inaceptable en pleno centro del pueblo.
Paulatinamente las marcheneras fueron dejando sitio mujeres venidas de fuera donde ganaban dinero y hacían su vida, criando a sus hijos e hijas en este entorno. Fueron conocidos los casos en que estos hijos e hijas se casaban gracias al esfuerzo y el trabajo de sus madres.
También se dieron casos de hombres de Marchena que se enamoraban de mujeres que ejercían la prostitución en la Plaza Ducal, -incluso algunos de familias ricas de la localidad- y finalmente se casaban con ellas, las sacaban de ese oficio y tenían una vida familiar normal.
Varias de estas prostitutas llegaron a reunir  casas y posesiones y hacían a otras mujeres trabajar para ellas en sus propias casas. No solo hubo mujeres, que regentaban su propia casa de prostitución, también hombres, que se ofrecían a los visitantes -la mayoría hombres- que empezaban a llegar a la plaza cada anochecer y que ofertaban, tanto hombres como mujeres para su placer. También había mujeres que venían desde otras localidades buscando hombres en la Plaza Ducal según nos cuentan varias personas que vivieron este período histórico. Naturalmente las mujeres de Marchena no se acercaban a la Plaza Ducal por estar mal visto.
También hubo algunas «casas de tapado» en los alrededores de la Plaza Ducal adonde los más discretos preferían entrar requiriendo servicios sexuales con total discrección y a salvo de las miradas con la seguridad de que pocos sabían que allí se ejercía la prostitución.
A estas casas «de tapado» acudían  hombres requiriendo servicios sexuales con total discrección. En una ocasión, un hombre que requirió una mujer de la cual nadie supiese su condición de prostituta, fue a encontrarse por sorpresa con su propia madre, o al menos así lo afirman estas fuentes, citando nombres y apellidos.
Según las personas de cierta edad que conocieron esta forma de vida, las «mujeres de la vida» de la Plaza Arriba eran mujeres educadas, que en nada se diferenciaban con las mujeres del resto del pueblo y que iban al mercado y a la tienda cada día, haciendo una vida tranquila. «Cuando pasaban por el arco que salía de la Plaza tiraban el cigarro» nos cuentan.
Un rasgo característico de éstas mujeres es que fueron de las primeras en adquirir el hábito de fumar, motivo por el cual se consideró durante muchas décadas que fumar -nuestros informantes hablan  de los años 20 y 30- no estaba bien visto entre las mujeres, por ser un signo de las «mujeres de mala vida».
En 1572 el duque de Arcos otorga la mitad de las rentas de la casa pública de las mujeres de la villa de Marchena para pagar un colegio de estudiantes pobres en Córdoba fundado por el doctor Pedro López Alba.
Las constituciones del colegio de San Jerónimo de Jesuitas de Marchena, hoy edificio municipal de asuntos sociales, fueron redactadas a imagen y semejanza de las del colegio de la Asunción de Córdoba, fundado por Pedro López Alba médico de Carlos V, que contaba con el apoyo de los Jesuitas. 
En 1470 los Reyes Católicos ordenaron que todas las trabajadoras sexuales ejercieran en las mancebías bajo pena de cien azotes y la confiscación de la casa.
Desde finales de la Edad Media, la prostitución fue reglamentada por leyes y ordenanzas municipales como  servicio público, mal necesario y fuente de impuestos hasta que en 1623, Felipe IV prohíbe los burdeles, que siguen de forma ilegal.
Las ordenanzas municipales regularon los controles médicos, zonas y épocas donde se podía ejercer y prohibía el juego, todo esto controlado por la figura del «padre de la mancebía» o «padre putas».
En la Sevilla del siglo XVI, el Compás de la Mancebía, estaba en el Arenal en Arcos, en la calle Callejas y en Osuna en el solar del Pósito hasta el año 1608, cuando pasa a las afueras.