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Cuando la música era sagrada y las melodías sonaban por las calles de Al-Andalus

La caída de la dinastía Omeya y la llegada de  las taifas supuso la ruptura con la tradición oriental y la  libertad creativa su propio sello personal en todas las artes, música, poesía, literatura y lingüística que ejercieron gran atractivo en el mundo hasta nuestros días. 

 La música se hizo popular, salió de los Palacios a la calle, tomó las plazas y los jardines públicos para convertirse en un espectáculo al gusto del pueblo que le dio su propia forma: cante y baile y Andalucia se convirtió en una cantera de poetas, músicos y danzarines.

Existen documentos de la contabilidad de la corte de Alfonso X contabilizando 13 juglares árabes 1 judío y 12 cristianos. Alfonso X creó grupos musicales en Burgos, Toledo, Sevilla y Murcia donde colaboraban los músicos de todas las comunidades y religiones.

Tan grande era el amor de los andaluces por la música, la poesía y a la danza,  no  solo a los ricos sino también a la gente del pueblo, que eran el divertimento más apreciado de toda la familia y la música somaba la mayor parte del tiempo el hogar, en la calle, en los jardines y las plazas públicas. 

Al Tullibi cuenta que durante su estancia en Málaga en el año 1015 no podía salir a la calle a causa de una enfermedad y al llegar la noche escuchaba alrededor de la casa la música, pero era imposible encontrar otra casa más tranquila «porque era costumbre generalizada en la gente de toda la región».

En las fiestas familiares se hacía cantar uno por uno a todos los jóvenes de la familia y en las cortes de algunos monarcas hasta se llegó a escuchar grandes agrupaciones de cien Laudes y el visir Ibn Abás de Almería en tenían su palacio quinientas cantoras y cada uno de los principes o miembros de la nobleza tenían, su propia cítara u orquesta personal.

Las bailarinas de Úbeda eran famosas en el siglo XII por su extraordinaria belleza, su arte y su habilidad para hacer malabarismos con sables y  dados y para ejecutar números de magia al mismo tiempo que bailaban.

Ibn Haldun nos habla de las célebres danzas donde las bailarinas imitaban una lucha de caballeros en el transcurso de un combate ecuestre, con caballos de tela o carton cubiertos con faldas, describiendo una serie de movimientos que apasionaban tanto a jóvenes como adultos.

Las bodas eran suntuosamente celebradas y animadas por la sonoridad de la trompeta, el tambor y el cuerno. Rodeado de una gran audiencia avanzaban lentamente por las calles de la ciudad. La novia era recibida con acorde de música y conducida ante su futuro esposo rodeado de una comitiva de mujeres envuelta en aires de flauta citara. El público participa activamente en el concierto dando palmas siguiendo el ritmo particular de la danza o de algunos estribillos.

Córdoba era el centro de las escuelas de arte a donde llegaban estudiantes desde todos los rincones de Al-Andalus para familiarizarse con la ciencia y la cultura y el arte. Tan solo en esta ciudad había ochenta escuela públicas, diecisiete madrazas y más de veinte bibliotecas públicas que encerraban centenares de miles de libros de las cuales la inmensa mayoría aludían al arte musical.

Eran muchas las zambras, es decir las fiestas y velardas nocturnas que se hacían en las casas, llamadas Samar, de donde viene la palabra Zambra, descritas en las  crónicas de Ibn Guzmán animadas por simples instrumentos como el tambor la castañuela.

Filósofos como Averroes o Avempace estudiaron la influencia de la música en las costumbres populares, el poder de sus fuerzas expresiva su efecto sobre el alma humana, y dejaron por escrito tratados de Música.

Según varias fuentesm en 1288 no era posible encontrar una sola persona que no supiera improvisar la composición de un poema sobre un tema cualquiera y la cantara en el mismo instante. 

Las célebres cantaoras de Granada, Laila y Marian fueron famosas por su arte así como por su extraordinaria belleza,  Ibn Bayá, (Avenpace) virtuoso del laúd, dejó muchas melodías célebres e hizo varias reformas que permitió a la escuela de Al Andalus entrar en una nueva fase dando pie al inicio del zéjel y la moaxaja, dos inventos netamente andalusíes.

La jarcha es un breve poema lírico en lengua romance que se encuentra al final de una moaxaja, un poema extenso en árabe o hebreo. Las moaxajas son composiciones poéticas estructuradas que incluyen varias estrofas y un estribillo, y las jarchas solían expresar sentimientos de amor o melancolía.

La moaxaja fue creada a finales del siglo IX, diez años después de la muerte de Ziryab y luego surge su versión popular el Zéjel que es el resultado de una evolución poética musical y social. Ibn Haldúm nos relata que que tras lograr que su poesía alcanzara una producción muy densa y técnica elaborada, los andalusíes crearon un nuevo arte llamado moaxaja y una vez difundido por la población nace a partir de la lengua dialectal es decir de La Algarabía, el zéjel. Varias fuentes corroborar que esta creación exclusivamente Andalusí forma parte de sus hermosas invenciones.

Las reglas básicas del arte de la música Andalusí fueron establecidas por Ziryab en Córdoba que vino de Oriente y dejó como legado un inmenso repertorio de cantos más de 10.000 canciones que inundó Sevilla para seguidamente invadir las demás provincias andaluzas y luego el Magreb.

La concepción mágica, mística y religiosa de la música andalusí asi como su poder expresivo y terapéutico y sus efectos sobre el alma humana constituyen el fundamento mismo y la razón de ser de la música Andalusí.

 Las cuerdas del laúd y su reflejo en las diferentes manifestaciones psicofísicas del hombre muestran la estrecha relación entre el origen mágico y religioso de la música, la cosmología, la medicina y la matemática llegando a su culmen con la incorporación de una quinta cuerda roja como la sangre por el  maestro Ziryab.

La quinta cuerda de Ziryab del laúd trataba de completar la constitución de este cuerpo sonoro y vivo que representa el legado mistico de la música andalusí. Dada su posición central la cuerda Ziryab constituye la síntesis de los cuatro elementos precedentes representados en alma y vida.

La posición central la cuerda Ziryab en el Laúd constituye la síntesis de los cuatro elementos del alma y la vida. Sus cinco cuerdas representan elementos cósmicos y temperamentos humanos, Los colores de las curdas, amarilla, roja, rojo oscuro, blanco y negro representaban el fuego, el aire, la vida, el agua y la tierra así como los temperamentos humanos, primera la bilis, la segunda la sangre, la tercera el alma, la cuarta la flema, y la quinta la atrabilis.

LOS INSTRUMENTOS DE  AL ANDALUS

La música andalusí, desarrollada en Al-Ándalus durante la Edad Media, contó con una variedad de instrumentos que reflejaban su rica fusión cultural. Algunos de los instrumentos propios de la música andalusí son:

Laúd (Ud o Oud): Instrumento de cuerda pulsada muy popular, considerado el precursor del laúd europeo y de la guitarra. Tiene un cuerpo abombado, sin trastes y una cabeza inclinada.

Rabab o Rebab: Instrumento de cuerda frotada, posiblemente el antecesor del violín moderno. Con un cuerpo pequeño y una o dos cuerdas, se toca con un arco.

Qanun o Kanoon: Una especie de cítara o zíter que se toca colocándolo horizontalmente y pulsando las cuerdas con púas especiales. Tiene una serie de cuerdas afinadas que producen un sonido distintivo.

Nay o Ney: Una flauta de caña simple, con un sonido melancólico y etéreo, esencial en muchos estilos de música de Oriente Medio y del norte de África.

Darbuka o Derbake: Tambor en forma de copa hecho de cerámica o metal, con una cabeza de piel que se toca con las manos. Es un instrumento de percusión esencial para los ritmos andalusíes.

Zarb o Tar: Tambor de marco que se toca con las manos. Viene en varios tamaños y a menudo se utiliza en la música folclórica y clásica.

Castañuelas (Krakebs o Qraqeb): Especialmente en el norte de África, se utilizan castañuelas metálicas que producen un sonido rítmico característico.

Riq o Riqq: Un tipo de pandero con címbalos, utilizado en varios estilos de música árabe y andalusí.

Tamboril (T’bol): Un pequeño tambor que se toca con una mano y un palillo, típico de algunas regiones como Marruecos.