La Hermandad de la Vera Cruz se dio cita con la eternidad en la plaza de San Juan en una noche perfecta, medida al detalle por los miembros del Consejo de Hermandades, quienes coordinaron con acierto todos los horarios previstos. Dentro de la iglesia de San Juan, varios consejeros controlaban los tiempos de paso para garantizar que todo discurriera según lo planeado.
La Semana Santa de Marchena volvió a regalar una noche para la memoria con la salida solemne de la Hermandad de la Vera-Cruz. A las diez en punto de la noche, el cerrojo de la Capilla de San Francisco anunciaba el comienzo de una de las estaciones de penitencia más sobrias y emotivas de la localidad. La noche, de temperatura plácida y sin amenaza de lluvia, favoreció el recogimiento que caracteriza a esta corporación.
Los capataces Jesús Díaz y Jesús Clavijo llevaron con maestría los pasos del Señor de la Santa Vera-Cruz y de María Santísima de la Esperanza Coronada, en una salida especialmente delicada tras las recientes obras de elevación de la calle San Francisco, que obligaron a extremar las medidas y ajustar los movimientos.
Entre las novedades más destacadas de este 2025, la Hermandad recuperó el acompañamiento musical de la Banda de Cornetas y Tambores María Santísima de la Palma tras varios años de ausencia, aportando su fuerza característica desde la salida». La Banda de Música de La Algaba acompañó al paso de palio de la Esperanza Coronada, que este año lució radiante, con la candelería totalmente encendida y un esmerado exorno floral a base de rosas y claveles blancos en forma de conos.
Otro de los momentos especiales fue el recuerdo a los hermanos difuntos durante la salida del paso de Cristo, donde los costaleros rezaron el Padre Nuestro bajo las trabajaderas, en un ambiente de absoluto recogimiento. La cruz de guía, con su característica leyenda «Toma tu cruz y sígueme», precedió un cortejo donde destacó el respeto del público, que aguardaba en silencio la salida de los pasos.
En el apartado de estrenos, la Virgen de la Esperanza Coronada estrenó una cruz pectoral donada por el Grupo Joven, obra del orfebre Manuel Casiano, inspirada en la cruz del titular cristífero. También se restauró la toca de sobremanto, reforzando el esplendor del paso de palio, que caminó elegante bajo su techo verde estrellado.
En su recorrido, la hermandad avanzó desde la Capilla de San Francisco hacia San Juan Bautista, para rendir estación de penitencia ante el Santísimo Sacramento. Allí, como es tradición, todos los nazarenos, costaleros y capataces accedieron al templo para adorar al Santísimo, en uno de los momentos más emotivos de la noche.
Una efeméride importante acompañaba este Jueves Santo: el 50 aniversario de la creación de la primera cuadrilla de hermanos costaleros en la Hermandad de la Vera-Cruz, bajo el mando histórico de Joaquín León Salas, cuyo recuerdo estuvo muy presente durante toda la noche.
El cortejo discurrió con agilidad, permitiendo un encuentro inédito: mientras la Virgen de la Esperanza Coronada avanzaba por la calle Coullaut Valera, para entrar en la Plaza de San Juan quince minutos después ldel paso por la puerta de San Juan de la cruz de guía del Dulce Nombre, hecho histórico en esta Semana Santa.
La Hermandad del Dulce Nombre comenzó su paso por la plaza de San Juan pasadas las diez de la noche. Sus nazarenos, en un esfuerzo común, aceleraron discretamente el andar desde Cristóbal de Morales, entrando por la puerta de San Juan que da a Padre Marchena, y saliendo por la puerta del Perdón hacia la plaza del Cardenal Spínola.
Todo se cumplió a la perfección. Sin incidencias ni alteraciones, la Hermandad de la Vera Cruz llegó a la plaza de San Juan en torno a las once de la noche, justo quince minutos después de que la Virgen de la Piedad pasara por dicha puerta de San Juan.
Con la aparición del Cristo de la Vera Cruz en la plaza, la Banda de La Palma interpretó dos marchas sublimes. La última de ellas, «Eternidad», dejó al Cristo de la Vera Cruz a las puertas de la iglesia de San Juan, envuelto en un aura de solemnidad y emoción. La interpretación de la marcha de Rosario de Cádiz elevó aún más la intensidad del momento, realzando la seriedad que la Hermandad de la Vera Cruz imprime a su paso por los añejos barrios de San Juan.
Con sus cuatro hachones encendidos y un andar majestuoso, el Cristo de la Vera Cruz parecía resucitar la arquitectura dormida de la plaza de San Juan, esa arquitectura sacra que, cada Jueves Santo, parece haber sido creada para acoger el misterio de la muerte y la redención.
La Banda de La Palma demostró estar en un espléndido momento de forma, destacando la labor de sus nuevos componentes, quienes están sabiendo renovar y dar frescura a la agrupación sin perder la esencia que la caracteriza. Una noche para la historia, una noche de eternidad.