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Cuando las mezquitas se convirtieron en iglesias: el misterio de Santa María de Marchena

Algunas alcazabas contaban también con mezquitas.  Dentro de la Alcazaba de Marchena no se ha podido comprobar aún la existencia de una mezquita a falta de estudios arqueológicos e históricos, pero los escasos datos apuntan al templo de Santa María como antigua mezquita.
Los expertos afirman de modo unánime que los cimientos del torreón macizo de Santa María son islámicos y pudieron ser parte de la antigua mezquita o del recinto amurallado de la Alcazaba tras la conquista de Marchena por Fernando III el Santo en 1241.
El acceso original a la Alcazaba islámica se hacía por un arco hoy cegado en recodo.
Las mezquitas, eran centros de vital importancia para la vida política, social y religiosa. En ellas se reunían las autoridades para discutir asuntos primordiales, se utilizaban como espacio de enseñanza, para la resolución de litigios así como, lugar de reparto de agua.
SABER MAS: De mezquita a iglesia: el proceso de cristianización de los
lugares de culto de al-Andalus. Susana Calvo Capilla.
Cristianizando las mezquitas, los castellanos respondían a la quema y destrucción de iglesias, imágenes e iconos que los musulmanes realizaban en sus incursiones por las tierras fronterizas.
En la sura 2 del Corán, Muhammad marcó la dirección del rezo y estableció la alquibla hacia La Meca, y desde entonces, la dirección de las plegarias serviría para distinguir a los musulmanes de judíos y cristianos.
Por eso lo primero que hacían los cristianos al conquistar una ciudad en manos musulmanas, tras instalar en ella, las imágenes de la Virgen, los crucifijos y las campanas. Reivindicaban sus principales dogmas: la Trinidad, la Encarnación y la Crucifixión, rechazados por el Islam. Además purificaban el templo con agua bendita y finalmente cambiaban la dirección del rezo.
El  nicho del mihrab se hacía desaparecer, se tapiaba o se ocultaba detrás de algún dispositivo litúrgico o altar.
Por ejemplo en Almonaster (Huelva), mezquita consagrada como iglesia en 1267, se dejó el mihrab tras un retablo de fábrica y se colocó el altar a 90º hacia el este.
Lo más habitual era girar el  culto 90º hacia el este respecto al muro de alquibla o del mihrab, incluso cuando el edificio islámico se derribaba. El nuevo altar mayor se colocaba mirando hacia el noreste, es decir hacia la salida del sol.
Lo primero era limpiar el edificio con agua bendita en el interior del exactamente igual que hacían los musulmanes cuando conseguían recuperar alguna ciudad o pueblo y reinstauraban el culto musulmán en la mezquita.
En mezquitas pequeñas se conservaba la dirección de las naves, colocando el altar mayor ante el mihrab, haciendo desaparecer el nicho y su decoración. Otra opción era abrir una puerta en el mihrab y colocar el altar en dirección opuesta en una puerta cegada, hacia el norte, como vemos en la antigua mezquita de Cuatrovitas en el Aljarafe.
El sabat de Marchena junto a la torre de Santa Maria.
Ni en el islam ni en el cristianismo se cumplía siempre con la norma, de manera que hay alquiblas magrebíes y andalusíes orientadas al sureste y altares orientados al sur, al norte o al oeste.
Uno de los dogmas cristianos esenciales, la Trinidad, principal motivo de disensión entre musulmanes y cristianos.
Como recuerdan las Partidas de Alfonso X, las mezquitas eran en al-Andalus la sede de los tribunales de justicia. Los juramentos más importantes se realizaban en pie, junto a la alquibla y mirando hacia La Meca.
Alrededor de las mezquitas estaban los mercados, pozos y fuentes para las abluciones rituales y para aprovisionamiento de agua, escuelas para niños, casas de limosnas o dependencias para los servidores.  En Córdoba y seguramente en alguna otra ciudad se convirtieron ocasionalmente en hospitales tras la conquista.
En Sevilla, la corona entregó en 1248 a la Iglesia casi todas las
mezquitas urbanas. De todas ellas, unas ochenta, sólo veintiuna se transformaron en parroquias, mientras que el resto pasaron a usos no religiosos.
Para limpiar el edificio “de las suziedades de la ley de Mahomad” se esparcía agua bendita y se colocaba el altar mayor con una imagen o una cruz. Tras la purificación, se procedía a la ceremonia de consagración del altar, a la que asistían varios obispos y el propio monarca a veces.
Cuando la rendición de las ciudades amparadas por el Islam se acordó de una forma pacífica, las edificaciones en principio se conservaron; no obstante, en el caso de las mezquitas se emprendieron modificaciones. En continuidad con tales cambios, se reajustaron algunas redes viales que se conectaron con los
accesos principales a la ciudad.
El ábside del altar mayor usualmente se orientó hacia el Este para que el sol matutino, símbolo de Cristo apareciese por el levante, esto es, detrás del altar y del oficiante de la liturgia eucarística matutina.
LA CAMPANA COMO SIMBOLO CRISTIANO
Una vez conquistado el territorio, los tañidos de las campanas acallaban la voz de los almuédanos, esto era un signo de la victoria de la fe verdadera.

Decía el sevillano Ibn ‘Abdūn (s. XII) que debía “suprimirse en territorio musulmán
el toque de campanas, que sólo han de sonar en tierra de infieles (bilad al-kafr)”. Las campanas (nawāqis) se convirtieron en un símbolo del cristianismo en tierras del Islam, hasta el punto de que eran tomadas como botín, transformadas en lámparas y colgadas en las mezquitas como sucedía en Córdoba cuando trajeron las campanas de la catedral de Santiago. Estas campanas fueron devueltas por San Fernando a su lugar de origen.
EL SABAT, UN ELEMENTO ISLÁMICO QUE SE CONSERVÓ EN MARCHENA
Las plazas cercanas a la mezquita se convertían en mercados que los viernes debían ser despejados y a menudo había demasiado ruído.  Para e vitarlo nace el Sabat, un elemento islámico que quedó en la cultura cristiana.  Un documento mozárabe fechado en agosto de 1186 cita la existencia de un Sabat en Toledo junto a la catedral.
El sābāṭ, es un puente o pasarela que comunicaba el palacio y la mezquita y que servía de acceso directo del gobernante a la sala de oración sin pasar por la calle y que en Marchena queda integrado en el Palacio Ducal.

En Córdoba, el sābāṭ no sólo dejó huella documental, sino que subsistió hasta principios del siglo XVII, como puede verse en el grabado de Anton van der Wyngaerde (1567). La documentación cristiana no especifica, sin embargo, si los obispos utilizaron el paso que unía el ahora palacio episcopal y la catedral en los siglos siguientes.