La saeta marchenera era tan popular y tan arraigada en Marchena que se cantaban no solo en Semana Santa, sino en cualquier momento del año. En cada casa prácticamente había personas que entonaban saetas en los momentos de trabajo, o en la intimidad del hogar.
Otras se cantaban en el campo para amenizar el trabajo y según algunos ésto dió alas a la creatividad y pié a la proliferación de saetas irreverentes, algunas de cuyas letras quedan en la memoria colectiva. Por ejemplo «en mi huerto te criaste, naranjo te conocí. Los milagros que tu hagas que lo digan a mí». Sobre estas asetas nunca nada se ha escrito, porque quedaron proscritas pero sí se cantaban en la intimidad de las casas. Nunca excepto para reprobarlas y advertir a las autoridades como hizo Sbarbi.
Sbarbi era un clérigo que había iniciado su carrera eclesiástica como organista y maestro de capilla de diversas catedrales: Badajoz (1857), Sevilla (1863), Toledo (1868) y en el Monasterio de la Encarnación de Madrid (1871), donde murió en 1910. Fue académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
El compositor marchenero de las Coplas del Dulce Nombre, Pedro Rodriguez Cortés era un gran amigo de Sbarbi. «Su formación musical aunque sin duda estarían marcados por el ambiente musical de su pueblo natal y quizás por José María Sbarbi organista y maestro de la capilla de la catedral de Badajoz quién tenía un hermano Antonio empleado y casado en Marchena. Ordenado sacerdote en fecha indeterminada es admitido en la Hermandad de San Pedro Apóstol de su pueblo natal en el Cabildo el 5 de julio de 1869. Tras la vacante de Sbarbi en la catedral de Badajoz es admitido por oposición como organista y maestro de capilla en la catedral pacense en 1875 permaneciendo en su cargo hasta su fallecimiento ocasionado por asma en Marchena en la calle San Pedro el 17 de octubre de 1881» escribe el que fuera párroco de San Sebastián, Don Antonio Ramírez Palacios en la Revista Marchena Secreta Numero 2 de 2017.
Cuando Sbarbi tuvo conocimiento de se cantaban éstas saetas se vió en la necesidad de denunciarlo escribiendo lo siguiente en 1880.
Advirtió sobre el «escándalo, que suelen promover algunos hombres impíos, ó, cuando menos, que pretenden echarla de graciosos contra la voluntad de Dios, al prorrumpir en eso que impropiamente llaman saeta, haciendo una mezcla monstruosa de lo sagrado con lo profano, hasta el extremo de rayar á veces en chabacanería é imprudencia, cuando no en blasfemia» y la consideraba un «atentado contra el buen sentido de la mayoría del pueblo». Y a continuación transcribe algunas letras de aquellas saetas irreverentes.
«Lámpara que estás ardiendo delante del Sacramento; Si estuvieras aquí juera, No estarías jallá dentro».
«Vale más el Cristo de San Pedro, Y su divino jocico, que toíto el convento entero, de los pares Dominicos».
Añade que son sólo son «cuatro perdidos más ó menos embargados del licor báquico, son los que prorrumpen en tales chocarrerías, indignas del tiempo en que se pronuncian, y más indignas aún del objeto á que se enderezan» por lo que reclama a las autoridades para que «pongan coto inmediatamente á tamaños desmanes, ahora que nos encontramos en la temporada en que se cantan popularmente dichas composiciones, buenas y eficaces á toda ley, cuando cumplen con su objeto; impropias y reprobadas, cuando se apartan de él».
Y concluye «la saeta no ha de ser sino una coplilla sentenciosa y ferviente, encamina- da á convertir al pecador extraviado; lo demás es incurrir en bufonadas á lo divino, cuyos términos jamás pueden fundirse en uno, por cuanto implican contradicción. *