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Cuando los romances advertían del daño que hacen los falsos rumores

En Marchena existen romances desde los Ponce de León, siglo XV, pasando por los que recordaban los gitanos de Marchena en el XIX y terminando con el romance en menciona Marchena y el daño que hacen los rumores grabado en 1930.
Hasta no hace mucho quedaban en los pueblos personas que conservaban en su memoria uno de nuestros grandes tesoros literarios y que han sabido mantenerlos a través de los siglos sin plena conciencia de lo que guardaban.
Eran las mujeres de la casa las que guardaban en su memoria de generación en generación, los romances que oían de sus mayores. También los oían de los romanceros, por calles y plazas de Marchena y otros pueblos,  que con la simple ayuda de un cordel y unos papeles ilustrados iban contando historias escritas desde el medievo en adelante a una audiencia callejera ávida de historias a cambio de monedas. Una tradición que nace en los juglares del siglo XIII. El cancionero mas antiguo el de Martín Nucio, fue impreso en Amberes en 1550.
Los más populares eran los romances de ciego que iban de pueblo en pueblo recitándolos, mientras que los romances tradicionales eran algo más cultos sin dejar de ser populares.
Estos romances sobre todo el de Gerineldo, el más popular, aún los recuerdan algunas abuelas, cada vez menos. Cuando desaparezca esta memoria viva, -si no ha desaparecido ya-, solo nos quedará la memoria escrita del Romancero de Marchena, escrito por Juan Pablo Alcaide, para su tesis de licenciatura,  presentada en la Universidad de Sevilla en 1983.
ROMANCES DE LOS PONCE DE LEON
Marchena tiene gran tradición de romances. Hay romances escritos para cantar gestas de vecinos de Marchena como Rodrigo Ponce de León cuando tomó Alhama, (Ay de mi Alhama) hasta los escritos para su hermano Don Manuel El Valiente (Romance de don Manuel Ponce de León) S. XV. (¿Cuál será aquel caballero
de los míos más preciado).  Don Manuel fue cantado por poetas y escritores como Cervantes y Lopez de Vega. Pero desde que trató de tomar por la fuerza Marchena en contra de su hermano fue desterrado y hubo un largo pleito entre ambos.
LOS ROMANCES DE GITANOS MARCHENEROS
Marchena también aparece en la primera recopilación moderna de romances en España realizada por el bibliógrafo extremeño Bartolomé José Gallardo, que apresado por la monarquía absolutista en 1825, oyó el romance de Gerineldo y La condesita por boca de unos gitanos de Marchena en el patio de la Cárcel de Sevilla. Este hecho fue tomado como muestras de la permanencia de la tradición oral del
Romancero, tras el largo período de silencio.  (Menéndez Pidal, 1953: 276-365 y Catalán, 1979: 217 y ss.).

>EL ROMANCE DE MARCHENA QUE ADVIERTE DE LOS RUMORES
También hay romances que mencionan en sus temas a Marchena como el «Romance de una modista y un albañil» del que la Biblioteca Digital de Andalucia posee Grabación sonora, recitada por María Pérez Madrid, una campesina de Bogarre (Granada) en 1930.
El tema de este romance que menciona Marchena no es otro que avisar del daño que hacen los falsos rumores.  Por un rumor falso, un padre se marchará a trabajar en la construcción desde Marchena a Segovia perdiendo de vista a su hija. Años después, el padre y su hija Isabel se reencuentran casualmente en Segovia y recuperan el contacto.
«Y esto era un matrimonio que vía muy feliz, ella era costurera y el del oficio de albañil, y tenían una hija que se llamaba Isabel, su padre la quería tanto que era la locura de él. Y un domingo por la tarde con su hija paseando aquella mala vecina al albañil lo ha llamado, Antonio si usted supiera de lo que yo me he enterado,  que su mujer no es muy buena y a usted lo está traicionando.
En aquel mismo momento a su hija la besaba y llorando le decía «vas a ser muy desgraciada». Este hombre tan honrado a su casa se marchó, sin tomar explicaciones para Segovia partió. Cuando llegó a Segovia empezaba a trabajar y dio con una señora que fue su felicidad.
Ya que llevaba algún tiempo hizo grandes edificios y ganó tanto dinero que llegó a ponerse rico. Y llegó a ponerse rico con mucha felicidad pero a su hija Isabel nunca la podía olvidar. Esta niña tan bonita que su madre la criaba, y a la edad de quince años sola en el mundo quedaba. Esta niña tan bonita que el teatro le gustaba, y al verse sola en el mundo su ideas le tiraban.
Y de pueblo en pueblo iba con una compañia grande hasta que llegó a aquel sitio que se encontró con su padre. Y una noche en el teatro se presenta un caballero, y cuando estaba bailando a ella le tiró el sombrero. «¡Ay que niña tan bonita! si a usted le parece bien, cuando acabe de bailar queda invitada a un café. ¡Ay que niña tan bonita! te llamo para decirte que si te casas conmigo los dos seremos felices.
Y en estos mismos momentos no le puedo contestar que es un asunto muy serio y lo tengo que pensar. Pues dime cómo te llamas y del pueblo de donde eres para escribir una carta que nos manden los papeles. Me llamo Isabel Fernández y mi madre Encarnación, soy del pueblo de Marchena, mi padre me abandonó».
Y el padre al oir aquello mareado al suelo cayó. «¿Quién te ha traído a mis brazos hija de mi corazón?, hija de mi corazón, qué alegría el encontrarte, pa tí se acabó el teatro, ya tienes aquí a tu padre. Y el público que nos oiga quedará bien enterado por una mala vecina cuántas cosas han pasado».