El Alcázar acoge una muestra para celebrar los 500 años de la primera vuelta al mundo
José Antonio Suárez López
El Real Alcázar de Sevilla acoge hasta el próximo 30 de junio la exposición ‘Atlas y códices iluminados de los 40 años que cambiaron el mundo’ en el marco de la celebración de V centenario de la primera circunnavegación a La Tierra. Ayer por la tarde tuvo lugar la conferencia inaugural titulada ‘El Atlas Miller y la primera circunnavegación de la Tierra’, que ha corrido a cargo de Pablo Emilio Pérez-Mallaína, catedrático de Historia de América de la Universidad de Sevilla.
Esta exposición recoge los testimonios cartográficos más fastuosos de la época de los descubrimientos de la mano de M. Moleiro Editor, empresa especializada en la reproducción de códices, mapas, obras de arte generalmente realizadas sobre soporte de pergamino, vitela, papel o papiro entre los siglos VIII y XVI. El lugar elegido es el Real Alcázar, antigua sede de la Casa de Contratación, lugar donde se preparaban las expediciones españolas al nuevo mundo y donde se configuró el Viaje de Magallanes-Elcano.
El Atlas Miller, considerado por los especialistas como el monumento cartográfico más importante y más hermoso de todos los tiempos, fue realizado en 1519 por los cartógrafos Lopo Homem, Pedro Reinel y Jorge Reinel, y por el miniaturista António de Holanda. No solo fue un atlas novedoso por sus excepcionales miniaturas, más propias de un libro de horas que de un atlas, sino que su valor geopolítico es excepcional. Es un atlas intrigante y misterioso, porque en realidad oculta la información que aparentemente revela, subyuga la cartografía al interés político.
Para comprender su significado hay que trasladarse a las vísperas del Viaje de Magallanes, momento de máxima tensión entre España y Portugal. En este contexto, ante el temor de que España descubriera una vía para llegar a las islas de las Especias sin invadir territorio portugués, Manuel I idea una trampa con enorme audacia: el Atlas Miller. El mensaje que el atlas transmitía a su destinatario, Carlos I, era el siguiente: el mundo es un gran mar cerrado entre continentes, cualquier tentativa de llegar a oriente por occidente será un fracaso.
Si los españoles y portugueses fueron los protagonistas indiscutibles durante un tiempo, pronto ingleses, holandeses y franceses les siguieron. En 1547, en Dieppe, Francia, se creó el Atlas Vallard, un atlas cuya belleza y abundante iluminación solo son comparables con las del Atlas Miller. Sus miniaturas contienen episodios de colonización acontecidos en el siglo XVI y escenas típicas de la vida de los nativos. Casi toda su toponimia, un 98%, está en portugués, por lo que no hay duda de que sus cartógrafos fueron lusos. Esta joya de la cartografía está repleta de otras singularidades. Sus mapas están curiosamente orientados al sur, en contraposición con la tradición europea medieval y renacentista. Muestra por primera vez la península del Labrador en un mapa y, lo que revoluciona completamente la historia, es que en tres de sus mapas aparece cartografiada la costa de Australia, lo que demuestra que los portugueses llegaron a Australia 250 años antes que James Cook.
La obra cartográfica de Diogo Homem, el más prolífico de los cartógrafos portugueses, representa el ejemplo más emblemático de valía excepcional de la cartografía náutica producida en el Occidente Ibérico en el siglo XVI. Su bellísimo Atlas Universal, realizado c. 1564, será considerado siempre como una de las más brillantes realizaciones de esta cartografía. De las miniaturas que adornan sus páginas destacan elementos de heráldica, espléndidas rosas de los vientos, navíos surcando los mares, además de reyes y potentados dirigiendo sus tierras desde sus tronos. Sus mapas constituyen un valioso tesoro para el conocimiento de las tierras más allá de sus fronteras más inmediatas.
El Atlas universal de Fernão Vaz Dourado de 1571, realizado en Goa (India), es uno de los testimonios más representativos de la expansión europea y de la formación del espacio mercantil y geopolítico mundial de la segunda mitad del siglo XVI. Sus mapas del Extremo Oriente incluyen muchas de las novedades geográficas para los europeos: Japón, Macao… Igualmente fascinante es la elegancia y finura con la que está ejecutada la obra. Los pergaminos son de un excelente blancor, el dibujo es minucioso y detallado, y la paleta rica y sabiamente conjugada con aplicación de oro. Este atlas parte de una clara intención de delinear, ordenar y explicar el mundo, volviéndolo inteligible a través del lenguaje gráfico.
La exposición del Real Alcázar completa este capítulo dedicado a la cartografía de los descubrimientos con una exquisita selección de tesoros bibliográficos de muy diversa temática reflejo del contexto cultural y político en el que se enmarcaron los 40 años que cambiaron el mundo y su repercusión inmediata. Obras maestras referidas a alquimia, medicina, botánica, libros de horas, Biblias, música… que permiten comprender cómo era la cultura occidental que abrió una nueva era en la historia de la humanidad.
Los originales de los atlas y códices que podrán verse en el Real Alcázar de Sevilla se custodian actualmente en las bibliotecas y museos más importantes del mundo: Metropolitan Museum of Art, Morgan Library & Museum, The British Library, Bibliothèque nationale de France, Biblioteca Nacional de Rusia, Arquivo Nacional da Torre do Tombo, etcétera.