En una escena llena de luto y solemnidad, se celebró el 21 de marzo de 1729 el funeral de Joaquín Ponce de León, Duque de Arcos y Maqueda. Falleció después de haber dejado un testamento detallado ante el escribano público Pedro Suárez de Rivera donde dejaba claro que su cuerpo fuera trasladado desde la parroquia madrileña de San Ginés al convento de San José de Avila, primera funación de Santa Teresa de Jesús de quien era muy devoto.
La ceremonia fúnebre se celebró en la capilla de Nuestra Señora de los Remedios de la iglesia de San Ginés de Madrid. El cuerpo del fallecido Duque fue enterrado debajo del altar de la Virgen de los Remedios, mientras que su corazón fue depositado en una caja de plomo, y entregado al convento de Santa Teresa de las Carmelitas de Madrid.
Capilla de la Virgen del Castillo, antigua de los Remedios o del Lagarto. San Gines. Madrid.
La capilla de Los Remedios inaugurada el 30 de julio de 1522, fue destruida por un incendio en 1824, tras el cual fue sustituida por la capilla y la imagen de Nuestra Señora del Castillo.
El Palacio de los Duques de Arcos en Madrid estaba junto a la Parroquia de San Gines.
Se gastaron 474 reales reales, en embalsamar el cuerpo usando mirra, jengibre, comino, nuez moscada, canela, azafrán, clavo y ámbar gris en el proceso.
El funeral y el posterior novenario costaron un total de 5.950 reales de vellón. La caja en la que yacía el Duque fue creada con meticuloso cuidado, incluyendo un cristal para mostrar el rostro del fallecido.
Posteriormente, se celebraron misas en memoria del Duque en diversas iglesias y conventos a lo largo y ancho de España, reflejando la extensa influencia y respeto que tenía en la sociedad española especialmente en Marchena, Madrid, Valencia y Arcos.
VIRREY EN VALENCIA
Joaquín Ponce de León Lancaster y Cárdenas, VII Duque de Arcos ocupó el cargo de Virrey de Valencia (1664-1729) que jugó un papel vital en la Guerra de Sucesión, y fue pionero en la transformación urbanística y arquitectónica de la villa de Marchena, capital de sus dominios andaluces, reformando la Plaza Ducal.
Defendió vehementemente la nobleza española ante el rey Felipe V, culminando con una protesta formal en 1701. Este acto le llevó al exilio en Flandes, junto a su hermano, el duque de Baños. Sin embargo, tuvieron el permiso para regresar tras servir en el Ejército.
Rompiendo con su padre y con una centenaria tradición familiar Joaquín se fue a Madrid y evitó enterrarse en Santo Domingo de Marchena o San Agustín de Sevilla, panteones de sus antepasados y eligió ser trasladado a Avila después de muerto. Imitó a su madre Guadalupe, cuyo corazón fue a parar al camarín de la Virgen de Guadalupe de Extremadura. Su padre Manuel había sido trasladado desde San Ginés de Madrid hasta San Agustin de Marchena.
Su madre María Guadalupe de Lencastre y Cárdenas (1630-1715), VI duquesa de Aveiro, nació en Portugal dentro de una prominente familia noble, los Lencastre, que descendían del rey João II. Tras los conflictos políticos que llevaron a su familia a trasladarse a España, se casó con Manuel Ponce de León, VI duque de Arcos que inició la construcción de San Agustin de Marchena de quien se separó tras heredar el ducado de Aveiro.
Conocida por su profunda religiosidad y vasta cultura, María Guadalupe tuvo una impresionante colección de pinturas, ella misma también era pintora, dejó su sortija de boda en el convento de Santa maria de Marchena y donó obras de arte a los conventos marcheneros. Muroi en Madrid en 1715.
TRASLADO DE SU CUERPO A AVILA
En 1711 Joaquin Ponce de León había sido nombrado por las Carmelitas de Avila, patrón de la ermita de San Onofre en el mismo convento y ciudad. La madre Francisca de la Concepción habia levantado un la huerta de la ermita «por la especial devoción que tiene a este convento y las muchas limosnas que nos ha hecho, por ser dicha ermita elprimer coro, de esta santa religion y estar en ella las rejas que puso nuestra santa madre Teresa de Jesus por donde comulgaba» tras la aprobación del superior de la orden Miguel de Santamaria.
Las instrucciones detalladas para el traslado del cuerpo del Duque al convento de San José de Ávila fueron establecidas en su testamento y cumplidas de acuerdo a lo estipulado. La decisión fue tomada por la Duquesa el 12 de septiembre de 1736, tras un período de luto adecuado.
La superiora de las religiosas carmelitas de Santa Teresa de Madrid entregaron el dia acordado la caja de plomo con el corazón del difunto Duque que debía unirse con su cuerpo antes del traslado como se indica en la cláusula siete de su testamento.
Para garantizar la discreción y evitar la vanidad, los procedimientos de entierro se llevaron a cabo de madruhada sin ostentación ni alardes. La única asistencia permitida fue la de los criados y dependientes de la casa ducal que estuviesen en Madrid.
San Ginés de Madrid.
Llegado el día, el cuerpo fue depositado en una nueva caja, en la que también se colocó el corazón. El cuerpo y el corazón ya unidos fueron velados de nuevo en la capilla de Nuestra Señora de los Remedios hasta que se celebró un oficio de difuntos, y se realizó una misa de cuerpo presente. Al día siguiente se celebraron todas las misas con una limosna de tres reales cada una.
El traslado del cuerpo al convento de San José en Ávila se inició de noche y en secreto, para cumplir con las disposiciones de la cláusula séptima del testamento. Se utilizó un coche de camino de color negro, sin distintivos fúnebres.
Este traslado se realiza con una gran discreción y privacidad, no se permite la divulgación de la información a personas ajenas a los eventos. Se utilizan dos coches de camino para el traslado. Uno de ellos lleva el cuerpo, el otro transporta a los acompañantes. Los vehículos y los conductores no deben llevar ningún signo de luto, respetando las prohibiciones establecidas en la Real Pragmática.
El cuerpo es transportado durante la noche y, al llegar a una iglesia, se deja allí hasta la mañana, momento en el cual se retoma el viaje. El trayecto se realiza con paradas solo en iglesias y sin descansos en posadas o al aire libre, para asegurarse de que el cuerpo no se exponga innecesariamente.
Cuando el cortejo llega a su destino final, el convento de San José en Ávila, se notifica a la madre Francisca María de la Concepción, la priora del convento, para que pueda preparar los arreglos necesarios. Una vez en el convento, los restos son depositados y se celebra un servicio religioso. Después de este servicio, el cuerpo es finalmente enterrado.
Después del entierro, Diego Seijas, uno de los encargados del traslado, reparte limosnas a los pobres y ordena la celebración de misas por el alma del difunto. Como último acto, Diego Seijas entrega una suma de dinero a la madre priora para el beneficio de la comunidad religiosa.
Se repartieron quinientas misas rezadas entre las comunidades eclesiásticas y se entregó una limosna a los pobres. Al finalizar la ceremonia, se entregaron doscientos ducados de vellón a la madre priora para el beneficio de la comunidad.
San José de Avila es la primera fundación de Santa Teresa, recogiendo el ideal monástico caracterizado por la sencillez y austeridad. Conserva las antiguas dependencias conventuales, que permiten imaginar cómo era aquel primer convento de la reforma y el espíritu de su promotora: cocina, refectorio, celda de la santa, claustro, campana fundacional y la escalera del diablo, por la que Teresa cayó en las Navidades de 1577, rompiéndose el brazo izquierdo. Varios de estos elementos pueden contemplarse en el museo del convento. El edificio sirve de sede al Museo Teresiano de las Carmelitas Descalzas.
Sepulcro de Santa Teresa
En el convento carmelita de Alba de Tormes se conserva su cuerpo incorrupto, y dos de sus reliquias más insignes: el brazo izquierdo y su corazón. Por ello, este Carmelo es conocido en el mundo entero.