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El humor literario marrano como forma de resistencia e identidad: Antón de Montoro y otros poetas

La literatura de los conversos en España se caracteriza por su uso del humor, la ironía y la sátira, reirse de ellos mismos, como formas de resistencia y expresión frente a la discriminación y la persecución que sufrían los conversos en la época, referencias a la cultura y la religión judías, así como a la historia y la tradición de los judíos en España. 

El humor de los conversos recoido en los canciopneros medivales y estudiados por Gregory B. Kaplan profesor de español y portugués en la Universidad de Tennessee, se caracterizaba por estar impregnado de su situación de marginación y discriminación social.

 

Poetas conversos en España

A diferencia del humor judío, que se inspiraba en la promesa de un futuro mejor, por su mesianismo, el humor converso estaba fundamentado en un pesimismo irónico y ácido ya que la conversión no eliminaba su estigma social por eso mismo eran igual de molestos para los judíos, que los veían como renegados de su propia fe que para los cristianos,que los veían como una amenaza que podía contaminar la pureza de las creencias católicas tal y como le pasó a fray Diego de Marchena, sacerdote y fraile jerónimo de Marchena quemado por judaizar en el convento de Guadalupe a finales del XV.

Algunos de los escritores conversos fueron Juan de Mena, poeta y escritor del siglo XV; Fray Luis de León, poeta y sacerdote, Francisco de Quevedo o Antón de Montoro que dos siglos antes que Quevedo ya mostró su ironía mordaz, con el mismo aunque más desconocido ingenio. 

Antón Montoro, le pidio a Isabel la católica en un poema que parara la persecución antisemita y «aplazase las llamas hasta más allá de Navidad», y nunca cesó de defender sus orígenes ni de aludir a ellos: «…y padre pobre y muy viejo,/y madre doña Jamila,/y hija moça, y hermana,/que nunca entraron en pila» poema que aparece en el Cancionero de Antón de Montoro nacido en Montoro en 1404.

 En su testamento se dice que era “aljabibe” (ropavejero) y se ha supuesto que podría haber sido sastre, quizá de nobles y cortesanos, dadas las buenas relaciones con algunos de ellos y la acumulación de cierta riqueza que se desprende de su testamento.

Las peleas más enconadas las mantuvo con el comendador Román y con Juan de Valladolid. Al primero lo acusó de haberle plagiado unos versos a lo que Román contestó aconsejándole que volviera a su oficio de ropero y acusándole de creencias y prácticas judaizantes. Montoro, a su vez, puso en duda el origen de Román llamándole moro y sospechando también de su gran conocimiento de las prácticas judaicas.

Especial relación parece que mantuvo con Pedro Fernández de Córdoba, señor de Aguilar, padre del Gran Capitán, que seguramente fue su protector, al igual que lo fue luego su primogénito Alonso de Aguilar.

Debido a la persecución y expulsión de que fueron objeto los judíos de Córdoba en 1473, tras los alborotos promovidos contra ellos por Alonso Rodríguez, muchos se refugiaron en Sevilla.

 Con motivo de la matanza de Carmona en 1474, hubo nuevas quejas Montoro y algún duro poema contra Rodrigo Cota en respuesta a su Epitalamio burlesco criticando la burla que allí hacía Cota de los de su propia sangre (“Señor, do virtud acata, / sed persona conocida; / que quien de su sangre trata, / quien a sí mismo se mata, / ¿a quién puede dar la vida?”).

En muchos otros poemas Montoro se queja de la persecución y acoso a los conversos. Uno de los más significativos es el dirigido a la reina Isabel, donde se lamenta con amargura de que, a pesar de su fe y sus prácticas devotas, no cese tal violencia. Pedía a la Reina, con cierto sarcasmo, que cesara ese hostigamiento por lo menos hasta el fuego del invierno (aludiendo quizá, en nota de humor negro, a las quemas de judíos en los autos de fe): “Pues, reina de auctoridad, / esta muerte sin sosiego / cese ya, por tu piedad / y bondad, / hasta allá por Navidad, / cuando sabe bien el fuego…”. Después de este poema a la Reina Católica, prácticamente desaparece su rastro.

El cancionero de Montoro imcluye poemas burlescos con todo tipo de temas irreverentes «Que son pedos mal logrados,/de todos cuatro costados» con una  ácida ironía en unos versos dedicados a un cornudo: «…que un duque y un maestre/ gocen de vuestra mujer;/ovistes buena ventura,/que vos fizo Dios igual;/que un grande e un real /ayan tal cabalgadura:/ dulce tiene el angostura». También se anticipó a su paisano Góngora al decir: «Que con dos morcillas buenas/ y del rasconcillo tierno/ de sacaros de novenas /y llevaros al infierno». 

Los conversos se burlaban de otros conversos y se ridiculizaban a sí mismos en sus poemas, utilizando términos que evocaban el estigma de tener ascendencia judía y usaban el humor para expresar su discriminación social. 

Antón de Montoro, se burla de sí mismo y de su estigma de tener ascendencia en un poema en el que su caballo se enoja con él por no proporcionarle cebada y lo acusa de ser un «judío». Montoro responde burlándose de sí mismo y anunciando que tiene familiares que no se han convertido: «que tengo hijos y nietos / … / que nunca entraron en pila». 

«Mi caballo se enojó / porque no le di cebada, / y me dijo: ‘Judío eres, / que no me das de comer nada’- «Yo soy un converso pobre, / que no tengo qué comer, / y por eso me alimento / de la ley de Moisés y de la de Cristo también».  «Yo soy un converso honrado, / que no tengo qué robar, / y por eso me dedico / a hacer versos y a cantar»

En su cancionero Montoro crítica a la nobleza: «Vivir entre los nobles me condena, no por mi baja cuna, sino ufano que siempre me humilla su grandeza; mas, en sus palacios oro y damasco, no veo más que en mi choza de barro, todos comemos, dormimos y soñamos.»

Crítica a los poetas: «Poetas de mi tiempo, flor y nata, que en dulces versos ponéis los amores, ved que en vuestras rimas y clamores no hay más verdad que mi capa es de grana.»

Crítica a la Iglesia:: «El cura prega y habla del infierno, mientras con manos gélidas y flacas busca las monedas en su talega; bien predica el fraile descalzo, mas, si en su celo, busca mi bolsillo, yo prefiero quedarme en casa y rezo.»

Juan Alfonso de Baena y Alfonso Álvarez de Villasandino, ambos conversos, se llaman mutuamente «flemón de toçino» y «vil bastardo» componentes de las justas poéticas a modo de competencia literaria y de afirmación de la identidad conversa, y de demostrar ingenio.

Los versos provienen de los cancioneros de la época medieval y renacentista, colecciones de poesía que incluían obras de varios autores que incluían obras de poetas conversos.

En «A la justa del amor» de Juan de Mena, poeta y escritor español del siglo XV se compara con un «marrano», que era un término despectivo utilizado para referirse a los conversos que seguían practicando el judaísmo en secreto.

La palabra «marrano» adquirió un significado peyorativo en el XV para referirse a los judíos que se habían convertido al cristianismo pero que seguían practicando el judaísmo en secreto y se utilizaba de manera irónica o humorística y otros autores creen que la palabra marrano viene de marrar o equivocarse, donde marrano significa el que se equivoca. 

En otra estrofa, Juan de Mena se burla de su propia apariencia física, comparándose con un «judiozuelo» (pequeño judío) y en «La respuesta de la zorra» de Íñigo López de Mendoza, una zorra le pregunta a Íñigo si es judío, y él responde que sí, pero que también es cristiano. La zorra se burla de él y Íñigo responde con una serie de juegos de palabras y chistes que ridiculizan su propia situación de converso.

Otros escritores conversos fueron Alfonso de Cartagena: obispo del siglo XV y converso. Es conocido por su obra «Defensorium unitatis christianae», en la que defiende la unidad de la Iglesia católica frente a las herejías o Diego de San Pedro escritor conocido por su «Cárcel de amor», una novela sentimental que se considera una de las primeras obras de la literatura española.

En cuanto a Juan de la Cruz y Teresa de Jesús, dos conversos, se enfocaron principalmente en la literatura religiosa y mística. En sus escritos, ambos autores utilizan un lenguaje poético y simbólico para expresar sus experiencias místicas y su relación con Dios. Aunque no hacen uso del humor de manera explícita en sus escritos, algunos estudiosos han señalado que su estilo literario y su enfoque en la experiencia personal podrían ser interpretados como una forma de resistencia y expresión frente a la intolerancia religiosa de la época.

Juan de Valladolid poeta del siglo XV es reconocido por sus décimas y coplas. Aunque no se conserva ninguna obra completa, algunas de sus composiciones poéticas han sobrevivido a través de cancioneros y antologías. Juan Alfonso de Baena nacido en el siglo XIV, fue un poeta y músico de la corte de Juan II de Castilla. Creó la Antología Palatina, una importante colección de poesía que incluye algunas de sus propias obras, que reflejan su origen judío.

Antonio Enríquez Gómez del siglo XVII conocido por su poesía y dramaturgia que destaca por sus obras «El Siglo Pitagórico y Vida de Don Gregorio Guadaña» y «Triunfos de amor y fortuna», en las cuales critica a la Inquisición y por último Juan del Enzina poeta y músico del siglo XV,  clave en el desarrollo del teatro español destacando su «Cancionero», una colección de obras líricas y dramáticas.