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El simbolismo de la geometría en las paredes y decoraciones de la Alhambra

El simbolismo de la geometría en las paredes y decoraciones de la Alhambra se entiende como una manifestación de la belleza y la perfección, conceptos que son profundamente significativos en la cultura islámica. La utilización de patrones geométricos complejos refleja una búsqueda de la unidad en la multiplicidad, una noción que está en el corazón de la espiritualidad musulmana. Los diseños de alicatados, como los del Partal, basados en estrellas centrales de 12 o 16 puntas, no solo muestran habilidades matemáticas avanzadas, sino también una estética que sugiere el infinito y la creación ordenada y armónica del universo.

Los alicatados de la Alhambra, que requieren un diseño previo y un profundo conocimiento de las matemáticas, representan el entrelazamiento de la ciencia, el arte y la filosofía. Cada pieza tiene su nombre y significado, y juntas forman patrones que se pueden interpretar como representaciones simbólicas del cosmos y la naturaleza infinita de la creación de Dios según la perspectiva islámica.

La repetición infinita de estos patrones en las paredes, techos y suelos de la Alhambra puede interpretarse como un símbolo de la naturaleza infinita y omnipresente de Dios. Estos patrones no tienen principio ni fin, lo que sugiere la eternidad y la omnisciencia de lo divino. Al no usar imágenes figurativas de seres vivos, que están prohibidas en muchos contextos dentro del Islam para evitar la idolatría, la geometría se convierte en una forma de expresión artística que honra este precepto al tiempo que busca reflejar la belleza y la perfección de la creación de Allah.

La matemática detrás de la geometría, una ciencia considerada en la cultura islámica como de origen divino, proporciona aún más la conexión con lo espiritual, ya que a través de la matemática se busca comprender el orden del universo creado por Dios. Por tanto, la geometría en lugares como la Alhambra no solo es un logro estético y científico, sino también una meditación sobre la naturaleza del cosmos y la divinidad.

 

El Salón de Embajadores en los Palacios Nazaríes de la Alhambra de Granada es donde se representan los siete cielos del Islam. Este salón, también conocido como el Salón del Trono, era el centro del poder político nazarí y es famoso por su magnífica decoración y simbolismo.

Según Antonio Fernández-Puertas, el techo del Salón de Embajadores representa los Siete Cielos del Paraíso Islámico. El trono de Dios se sitúa en el octavo cielo, que se simboliza con el cubo central de mocárabes, mientras que los cuatro árboles de la vida se colocan en las diagonales. Esta representación simbólica del universo se manifiesta en la cúpula, una obra maestra de carpintería que combina paños de madera de cedro cubiertos de lacería y un gran cubo de mocárabes en el centro. El diseño está salpicado con una multitud de estrellas pintadas que evocan nácar, plata y marfil, creando un efecto de infinitud y trascendencia.

Los alicatados en la época de la Alhambra se hacían mediante una técnica llamada «alicatado nasrí». Esta técnica implicaba el corte preciso y la colocación de pequeños fragmentos de cerámica vidriada en complejos patrones geométricos. Estos trozos, conocidos como ‘teselas’, se ensamblaban como un puzzle para formar el diseño deseado. Cada pieza se tallaba manualmente y luego se colocaban sobre una superficie, siguiendo un diseño preestablecido, antes de ser fijadas al muro con mortero. Este proceso requería conocimientos avanzados de matemáticas y geometría, y era un trabajo muy meticuloso que reflejaba la elevada artesanía de la época.

Las figuras más repetidas en los alicatados de la Alhambra incluyen estrellas de ocho puntas, símbolos que podrían representar el concepto de orden divino y el infinito. También son comunes los patrones de entrelazado y lazos que podrían simbolizar la inextricable conexión entre todas las cosas y la unidad de la creación.

Respecto a la «pajarita» de la Alhambra, es uno de los diseños más icónicos y repetidos en la decoración de la fortaleza. Es un patrón geométrico que se asemeja a un ave en vuelo y es un ejemplo de la lacería, una labor de entrelazados que se desarrolló en el arte islámico. Aunque no hay un consenso sobre su simbolismo específico, algunos sugieren que podría estar relacionado con la espiritualidad, reflejando el deseo del alma de ascender o la presencia divina.

El agua en la Alhambra de Granada no solo cumplía una función práctica y estética, sino que también tenía un fuerte simbolismo espiritual. Representaba la pureza y la vida y era un elemento central en la representación del paraíso en la arquitectura islámica. Los sistemas hidráulicos reflejaban el ingenio técnico y el aprecio por este elemento vital, creando un ambiente fresco y relajante que invitaba a la reflexión y el goce sensorial. Además, la presencia del agua estaba intrínsecamente vinculada a la estructura arquitectónica, simbolizando el fluir del conocimiento y la cultura. En la Fundación Aquae, se explica la importancia del sistema hidráulico de la Alhambra y su papel clave en la historia del agua en España​.
El agua llega a la Alhambra a través de un sistema hidráulico avanzado para su tiempo, conocido como la Acequia del Sultán o Acequia Real, que captaba agua del río Darro. Esta acequia recogía el agua y la llevaba hacia la parte alta del Generalife y luego, a través de un acueducto, entraba en la Alhambra. Este sistema se utilizaba para abastecer los numerosos jardines, fuentes y estanques de la Alhambra, y era esencial para el riego de las huertas y para el suministro de agua de los palacios​.

La seda era de gran importancia para el Reino Nazarí, especialmente en Granada, que se convirtió en un importante centro de producción y comercio de seda durante la Edad Media. La industria de la seda generaba significativos ingresos económicos y era esencial para el comercio con otras regiones y países. Granada exportaba seda a otras partes de Europa, el Norte de África y el Oriente Medio, mostrando su alcance y la extensa red comercial del Reino Nazarí. Este comercio también facilitaba intercambios culturales y políticos, fortaleciendo las relaciones diplomáticas con otras potencias.

La industria de la seda en el Reino Nazarí de Granada era significativa, y la producción de seda era ubicua en todo Al-Andalus. Se menciona que hacia el siglo XII, en las regiones de Jaén y Alpujarras, se cultivaban moreras para la alimentación de gusanos de seda en miles de aldeas, reflejando la extensión y especialización de esta industria. Aunque no se especifica el número exacto de telares en Granada, el tamaño y la especialización de la industria sugieren que era una operación a gran escala, crucial para la economía del reino y su comercio exterior. Para más detalles sobre la industria de la seda en el Reino Nazarí, puedes visitar la página del Patronato de la Alhambra y Generalife aquí.

Sí, se puede afirmar que la seda sostenía una parte importante de la economía del Reino Nazarí. La producción y comercio de seda no solo generaban riquezas significativas, sino que también estaban estrechamente integrados con el desarrollo político y cultural de Granada. Los ingresos provenientes de esta industria ayudaron a financiar construcciones magníficas como la Alhambra, reflejando el poder y la riqueza del reino en su apogeo. La seda era un lujo codiciado en muchos mercados europeos y mediterráneos, reforzando la importancia económica de Granada en el comercio internacional de la época.

Con la seda se elaboraban tipos distintos de tejidos como terciopelos, tafetanes, damascos, brocados, y sobre todos rasos, de tal calidad que llegaron a superar a los que se fabricaban en Oriente. Pero también se utilizaba para elaboración de tejidos con los que se confeccionaban prendas de uso más corriente, como pañuelos, fajines o gorros.

La fabricación de la seda nazarí en Granada comenzaba con la cría de gusanos de seda, alimentados con hojas de morera. Estos gusanos producían capullos de seda que eran hervidos para obtener los filamentos de seda. Luego, los filamentos se hilaban y teñían, a menudo con tintes extraídos de plantas locales o insectos, como la cochinilla para el color rojo carmesí típico de la seda granadina. Finalmente, la seda se tejía en telares para crear diversos tejidos y patrones decorativos que reflejaban la rica iconografía islámica. Este proceso no solo reflejaba la habilidad técnica y artística, sino que también era una importante fuente de ingresos para el Reino Nazarí.