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El último hombre que intentó saberlo todo

Athanasius Kircher

En un rincón del siglo XVII, un jesuita alemán se propuso conquistar todos los secretos del universo. Su nombre era Athanasius Kircher (1602-1680), un erudito cuya figura polariza a los historiadores: para algunos, un genio visionario; para otros, un charlatán que intentó abarcar demasiado. Su legado, repleto de curiosidades y controversias, sigue fascinando a quienes lo estudian.

El contexto de una mente universal

Nacido en el Sacro Imperio Romano Germánico, Kircher vivió los estragos de la Guerra de los Treinta Años. Su educación jesuita lo llevó a dominar idiomas como el hebreo y el siríaco, mientras desarrollaba un interés por las matemáticas y la filosofía natural. En 1633, tras un breve paso por Francia, se estableció en Roma, convirtiéndose en profesor en el Colegio Romano, la principal institución educativa de la Compañía de Jesús.

Desde este enclave, Kircher se lanzó a una carrera enciclopédica, escribiendo sobre magnetismo, idiomas antiguos, geología y máquinas ópticas. Su museo en el Colegio Romano atrajo a eruditos de toda Europa, maravillados por sus instrumentos y modelos.

Obras magnas y polémicas

Aunque sus obras fueron celebradas por su amplitud, también suscitaron críticas. Leibniz, por ejemplo, desestimó su Ars magna sciendi como un ejercicio sin rigor analítico, mientras que el anticuario Raffaele Fabretti acusó a Kircher de inventar pruebas para justificar sus teorías arqueológicas.

Genio o charlatán?

La opinión sobre Kircher varió con el tiempo. Durante su vida, fue venerado como un oráculo del conocimiento. Sin embargo, en el siglo XVIII, figuras como Johann Burkhard Mencke lo ridiculizaron en De charlataneria eruditorum. Uno de los episodios más notorios fue su traducción errónea de un manuscrito falsificado que afirmaba ser egipcio, dejando en evidencia su susceptibilidad a los engaños.

A pesar de las críticas, Kircher también fue una fuente de inspiración. Su Itinerarium Exstaticum influyó en Christiaan Huygens, y sus experimentos con el sonido encontraron eco en los estudios acústicos del siglo XVIII. Como señaló Cotton Mather, teólogo puritano, “Kircher tiene la habilidad de mover el alma con su descripción de la música y el cosmos”.

Un legado barroco

Kircher encarna el espíritu del Barroco: una época que buscaba unir ciencia, arte y religión en un sistema integral. Su museo, precursor de los modernos gabinetes de curiosidades, y sus libros, cargados de grabados y diagramas, invitaron a sus contemporáneos a explorar las conexiones entre todas las formas de conocimiento.

Como reflexiona Paula Findlen en su obra The Last Man Who Knew Everything (Routledge, 2004): “Kircher no era un ignorante ni un genio absoluto; su grandeza radica en su valentía por intentar descifrar el universo con las herramientas de su tiempo”.

Hoy, Athanasius Kircher es recordado no por sus errores, sino por su inagotable curiosidad y su capacidad para inspirar. En un mundo que se fragmenta entre especializaciones, su ambición por la unidad del conocimiento sigue siendo una lección para todos nosotros.

Kircher publicó más de treinta libros, entre los que destacan:

  • Mundus Subterraneus (1665): Una exploración de la geología que especulaba sobre volcanes y corrientes subterráneas.
  • Oedipus Aegyptiacus (1652-1655): Un intento de descifrar los jeroglíficos egipcios, ahora desacreditado, pero influyente en su época.
  • Ars Magna Lucis et Umbrae (1646): Un tratado sobre óptica y luz que incluía diseños para linternas mágicas, precursoras del cine.