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Cuando los moriscos se hicieron pasar por gitanos

Tras la guerra de la Alpujarra los moriscos fueron repartidos por toda España y el morisco, convertido en un desarraigado en continuo movimiento, lo que facilitó su contacto con los gitanos.

Los alarifes locales de Marchena hasta el XVII eran moriscos o mudéjares. Se conserva documentación relativa la gestión que tramitó el [III] duque de Arcos, Rodrigo Ponce de León, al decretarse la expulsión de los moriscos, eximiendo a los esclavos que tenía en Marchena (Sevilla) y a aquellos casados con cristianos viejos.

El resultado fue la declaración, por parte del juez de la Comisión de la Expulsión de los Moriscos, Alejo de Marimón, de no encontrarse incluidos los dichos esclavos, ni sus mujeres, ni sus hijos y nietos, expresando los nombres y apellidos de los mismos, documento fechado en Sevilla a 13 de diciembre de 1611.

LOS MORISCOS SE HACÍAN PASAR POR GITANOS

Todos los tópicos que pesaban sobre los gitanos hasta hace poco, la vagancia, la vida errante, la falta de amor por el trabajo, aparecen ya en el XVI referidos a gitanos y moriscos en un texto de Aznar Cardona de 1612. Los moriscos son «muy amigos de burlerías, de bailes, danzas, solaces y cantarcillos» (…) Vanagloriábanse de bailones, del canto y de corredores de toros».

El Arzobispo de Granada escribe un texto en el rey en 1533  advierte que «andan muchos gitanos con los moriscos y les enseñan cosas de hechicería y adivinaciones y supersticiones».

Como los gitanos, los moriscos buscaban vivir en los lugares rurales o montañosos, donde no pudieran ser reconocidos, pudiendo además desempeñar actividades como el de herrador, arriero y hornero, prohibidas teóricamente pero consentidas en la práctica.

Según Manuel Martínez en su texto Moriscos y Gitanos, los moriscos se hacían pasar por gitanos, para escapar de la expulsión de 1609, al tener numerosas similitudes, no solo en el color de la piel, lo que hacía que se confundieran a ojos del castellano. En este tiempo el morisco había pasado a ser la minoría peor consideraba, convertida en «Bajo proletariado urbano, simple jornalero o colono, explotado por el castellano». Los castellanos se aprovechaban cuanto podían de la situación «coaccionando a los campesinos pobres, deteriorando cada vez más la situación económica y social del campesinado morisco».

El principal elemento de contacto entre moriscos y gitanos fue la música destaca Aznar Cardona.

En el XVII los moriscos habían sido autorizados para bailar y cantar en la procesión del Corpus de ciudades y pueblos, sustituidos luego por gitanos, durante el  acoso a los moriscos de 1609. Los gitanos tocaban instrumentos moriscos en varias fiestas.

En el Memorial de Francisco Núñez Muley elaborado tras la orden que Felipe II da en 1576 se dice que los gitanos vestían a la turquesa, hablaban Arábigo y turco. La primera noticia de los gitanos en Andalucía, en Jaén, los gitanos se hacen llamar condes de Egipto menor y les hacen fiestas para recibirlos.

En distintos documentos se menciona la existencia de egipcios entre los moriscos, que en realidad eran gitanos.

En 1610 los gitanos procedían de territorios ocupados por los turcos. Margarita Torrejón explica que vestían con ropa de origen balcánico, algunos llevan turbante

Podemos encontrar palabras iguales como jamar, -comer- que se dice igual en árabe que en caló. La palabra  quinqui, que viene de quincallero, es de raiz árabe. Incluso los estudiosos de la lengua gitana encuentran grandes problemas a la hora de diferenciar las palabras propias del caló y las moriscas.

Al año de decretarse la expulsión, 1610 muchas autoridades de todo el país, también Marchena, advierten de que los moriscos estaban volviendo, amparados por la población y por las propias justicias de los pueblos. La población los ocultaba y escondía pese a que estaba prohibido por el Rey.

En Marchena también volvían los moriscos, hasta el punto que el Ayuntamiento puso a un funcionario a controlar los moriscos que volvían.

Pedro de Arriola, encargado de la expulsión de los moriscos andaluces, denuncia que una vez expulsados, los moriscos «se van volviendo de Berbería en navíos de franceses que los echan en esta costa, de donde se van entrando tierra adentro y ha habido que los más de ellos no vuelven a las suyas por temor de ser conocidos. Tengo presos 5 que se han atrevido a venir a esta ciudad y estos me dicen que se van volviendo todos». «Se sabe que vuelven cada día muchos y que la justicia lo disimulan».

Orden para la prisión de gitanos en el XVIII.

LA MUSICA RELIGIOSA ANDALUSI

Marchena tuvo una importante escuela sufí, con Shams de Marchena, maestra de Ibn Arabí y Abdul Majid que enseñaba en la mezquita de Marchena, -probablemente ubicada en la iglesia de Santa María-.

La presencia de Shams de Marchena y Fatimah de Córdoba como maestras de vida y experiencias del joven Ibn Arabi de Murcia, cuyos conocimientos sientan la base de lo que después escribe en su obra «Los engarces de la sabiduría» como la fortaleza de la mujer para la completa espiritualidad; o lo que también se ha dado a llamar el valor especial del principio femenino.

La Banda Morisca le dedicó el año pasado todo un disco Shams de Marchena y la mujer andalusí con el nombre de Gitana Mora cuya letra dice «Gitana tu eres mora, mora de la morería». La morería eran los arrabales, o barrios de moriscos tras la conquista cristiana que en Marchena se ubicaban junto a la muralla en la zona del Arco de la Rosa, Plaza Vieja y Almona, (calle La  Mona) y zona de Las Torres.

La banda morisca le ha dedicado un disco a la Mujer sufí en Al Andalus.

La música andalusí, que incluía la tradición sufí se transmitió oralmente hasta 1610 -cuando fueron expulsados los moriscos- al norte de Africa en forma de nubas. Aún sigue viva en todo el Magreb a día de hoy en un rico repertorio que se transmite desde hace más de 12 siglos y aún perviven más de 1200 piezas en Marruecos, 900 en Argelia y 350 en Túnez.

Aljibe de agua bajo la torre de Santa María.

Ibn Jaldun (Túnez, 1332) dice que a su llegada a Granada (1362)el zéjel era el género poético que más se escuchaba en la ciudad, relacionado con el sufismo se enseñaba en las madrazas hasta el siglo XIV.

Y es que una buena parte de la música andalusí no cortesana  venía de los cantos religiosos. Dentro del sufismo, la música y la danza tienen la función de llevar al trance a quienes la bailan.

La Escuela de Pechina dejó su impronta en el Reino Nazarí de Granada (Granada, Almería y Málaga.

Los excesos fueron criticados por Ibn ‘Arabi que consideraba que estas prácticas cofrades con éxtasis públicos, palabras, gritos y movimientos, no habituales, se alejaban de la auténtica espiritualidad sufí. Mientras reinaba la ortodoxia religiosa, había otra corriente  donde el vino, el libertinaje y el hachís eran una realidad.

Aziz Balouch escribe en su obra «Cante Jondo. Su origen y evolución. 1955» que «el cante grande» jondo como seguiriyas, soleares, cañas, polos, etc., está completamente identificado con las música folclórica Sufi, qawwalí, propias de su país, Pakistán.

La llegada del Islam abrió rutas comerciales y culturales desde la India a Andalucía, pasando por Persia, Egipto y Siria.

El pakistaní, Aziz Balouch vino a España buscando referencias sobre el sufismo en los años 30 y cantó flamenco en la compañia de Pepe Marchena que lo llamaba Marchenita. Desde entonces se tiene la teoría que los melismas de las voces laínas del flamenco tienen que ver más con la tradición árabe, mientras que las voces negras son gitanas.

Finalmente trabajó para la embajada de Paquistán en España. Según la teoría de Aziz Baluch el músico Ziryab sirvió de puente entre oriente y occidente trayendo elementos musicales a Córdoba desde su región natal de Sindh.

lbn Jaldún muerto en 1406 escribe qué Ziryab legó a los andaluces un repertorio de canciones que continuaron transmitiéndose después de la caída de Sevilla, por el norte de África, Túnez y Marruecos.

«Después de más de veinte años de investigaciones sobre el origen y raíz del Cante Jondo andaluz, he llegado a la conclusión de que éste, especialmente en sus modalidades “soleares”, “seguiriyas”, “serranas”, “fandanguillos”, “martinetes”, “cañas”, “polos” y otros más, tienen auténtica afinidad con el cante folklórico Indo-Pakistaní”.

Aljibe almohade en la finca de El parque.

ZIRYAB Y LA MUSICA CORTESANA

En el año 822 llegado a Córdoba procedente de Bagdad el músico Ziryab, -el mirlo, por su canto agudo y su piel morena- magnífico conocedor del repertorio de la tradición de la música clásica árabe y el discípulo aventajado del maestro Isaac Al-Mawsilí máximo exponente de la escuela Siria.

Ziryab fue el creador del estilo de la Nuba que propagó por Al-Andalus y Magreb.

Según Ibn Jaldún cada noche un djin -genio- inspiraba a Ziryab  de forma que pudo componer miles de canciones y su fama ensombreció la vida y obra de los demás cantores y músicos de su tiempo. Tras su muerte floreció el comercio de esclavos cantores y cantoras que además eran instruidos en otras disciplinas como la medicina o las matemáticas y los reinos de taifas rivalizaban por tener los mejores músicos.

Monumento a Ziryab en Córdoba.

Ziryab dio las indicaciones para la ejecución del concierto de swat y la Nuba, tal como lo había aprendido en la corte de Bagdad. Tuvo ocho hijos que le ayudaron en su tarea como maestro en la Escuela de música que fundó en Córdoba y qué más tarde continuarían transmitieron la tradición a Sevilla, Valencia, Granada y otras ciudades.

Ziryab fijó el tiempo de ejecución de una Nuba teniendo en cuenta el estado de ánimo que transmite y su relación con uno de los cuatro humores, que en la antigua medicina representaban los cuatro temperamentos del ser humano. También era tradición que se cantaran letras de los mejores poetas del momento.

Su música era creación propia, letra y música, en su propio estilo y con su propio método. Así lo afirma Ibn Hazam de Córdoba en «El collar de la paloma» escrito en Játiva en el año 1026. También dijo que fue Aslam el autor del libro de las canciones del Ziryab.