José Maria Rubio salió a hombros del Lope de Vega en su pregón en 1991. Dotado para el verbo y la lírica tiene el don de penetrar en la psique humana para hacer aflorar emociones. Tras una vida dedicado a la medicina en la capital andaluza ha llegado a la conclusión de que la Misericordia «es una actitud para vivir».
«Empecé en el hospital de las Cinco Llagas en los años 60. Los enfermos morían desangrados. Ahora nuestros Hospitales están entre los mejores del mundo. Se ha llegado a curar enfermadades mortales» por eso no dejar de ser una paradoja que «sigan muriendo millones de personas de hambre en el mundo». Por más que se avance «siempre habrá necesidad, seguirá habiendo hambre de pan, hambre de Dios y hambre de compañía».
Su espiritualidad es profunda y elevada «la he visto junto a los enfermos» y nace de la fragilidad humana, entre sábanas de hospital. La Misericordia cristiana «nace de la compasión, es un principio y a ella se llega «por la contemplación del sufrimiento humano». Una compasión que «exige el cuidado personal, como lo haría Jesus acariciando, perdonando, reconciliado, olvidando».
Compasión, cuidado y providencia son las raices de la Misericordia, explicó Rubio. Rubio instó a librarnos de las mentiras que nos contamos a nosotros mismos, la ceguera, la prisa, el individualismo, la sensación de seguridad. «No podemos practicar misericordia si nuestros prejuicios nos impiden ver al que sufre. Hay que mirar con el corazón no basta mirar con los ojos», dijo.
El nuevo Párroco de San Miguel, Daniel Mariño, felicitó al ponente.
«El índividualismo no nos deja ver al caído en el camino. El yo es nuestra dedicación exclusiva. Vemos la vida en primera persona del singular. Conjugamos la vida en primera persona».
«Progresamos asumiendo riegos a cambio de algún beneficio, pero no estamos dispuestos a arriesgar por los demás. Adoptamos actitudes a la defensiva ante los necesitados y los vemos como una amenaza. Los inmigrandes, los que no piensan como nosotros».
«Andamos demasiado deprisa, estamos mas preocupados por hablar que por escuchar. Con prisa solo llegaremos a nosoros mismos». «El lenguaje del dinero domina nuestro tiempo, los llamados a consumir son una sombra que nos impide ver la miseria de los demás».
Hizo suyas las palabras del Papa Francisco al decir «estamos ante un enorme desigualdad global, todos estamos llamados a despojarnos de la riqueza y a vivir la pobreza» y añadió «La misericordia nos lleva a caminos oscuros y peligrosos que exije vivir la experiencia del amor y de la muerte».
También instó a que «nuestro dolor no nos ciegue tanto que nos impida ver al otro. Que nuestro dolor no nos impida ver el de los demás. Para ejercer la misericordia hay que ofrecerle al Señor nuestras heridas más profundas e incurables. El primer paso es acercarse al señor pidiéndole que nos ayude».
Dando de comer al hambriento descubrimos la dimensión real de nuestra compasión» explicó. «No olvidemos que cuando damos de comer al hambriento Dios nos está dando de comer al nosotros en todas las demás vertientes».
Otra obra de misericordia junto a enseñar al que no sabe es «Dar de beber al sediento» que se representa es la escena de la Samaritana. «El agua es un don gratuito de Dios. El agua limpia y despierta los sentidos» explicó.
«Todo enfermo es una universidad para personas sanas. Visitar a un enfermo nos ayuda a descubir sus necesidades y las nuestras. La enfermedad es una estación por la que todos tenemos que pasar. La herida de nuestros enfermos nos ayudan a curar nuestras heridas. Visitar a los enfermos es un camino de maduración humana. Al visitar nuestros enfermos descubrimos la fragilidad del ser humano».
«Visitar al que está en la cárcel nos ayuda a valorar la libertad y a valorarla. Despidiendo a los que mueren comprendemos la importancia del duelo y de ayudar a las personas que lo pasan mal».