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José Montero Góngora, primer alcalde franquista de Marchena

De: Alvaro Cabeza Andrés es Licenciado en Historia y Docente.

Se cumplen estos días 85 años del golpe de estado que dio lugar a nuestra última guerra civil y, a continuación, a varias décadas de dictadura. En Marchena la guerra apenas duró tres días, tras los cuales y de manera inmediata se convirtió en una ciudad de la retaguardia franquista.

El 21 de julio de 1936 a las 20.20 se llevó a cabo la destitución de la Corporación Municipal encabezada por el socialista Luis Arispón Rodríguez. Esa Corporación había sido elegida en mayo de 1931, pero fue cesada por orden del gobernador civil en junio de 1934 y de nuevo repuesta, también por orden del gobernador, en febrero de 1936. En su lugar fue nombrada una Comisión Gestora compuesta por cinco falangistas al frente de la cual fue designado José, “Pepe”, Montero Góngora.

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Montero Góngora llevaba años siendo practicante de la Beneficencia. En esas fechas el otro practicante municipal era Antonio Giraldo Pérez, militante socialista que fue asesinado pocos días después de la toma de posesión de su colega.

La participación activa de Montero Góngora en la vida política y social de Marchena venía de años atrás. Hagamos un repaso muy sucinto de su actividad pública.

Ya en los últimos meses de la Monarquía tenía cierto peso social y por esa razón fue citado en el Ayuntamiento junto a otros destacados miembros de la sociedad para buscar soluciones a la grave crisis de desempleo. En mayo de 1933 formó parte de la comitiva marchenera que asistió al entierro en Sevilla del dirigente empresarial Pedro Caravaca. Ese entierro se convirtió en una muestra de repulsa por la inseguridad vigente y en una demostración de fuerza de las organizaciones conservadoras contra el Gobierno republicano.

Unos días después fue elegido bibliotecario de la junta directiva local de Acción Popular, partido político liderado por Gil Robles. Montero fue, por otra parte, el impulsor de la constitución en Marchena de las Juventudes de Acción Popular. Su militancia en el partido de Gil Robles no le impidió ser miembro fundador de Comunión Tradicionalista en agosto de 1933 y afiliado a Falange más adelante.

A lo largo de su vida profesional sufrió varias sanciones. La primera fue de carácter político puesto que, al parecer, hizo comentarios favorables a la intentona golpista de Sanjurjo en agosto de 1932. Esa sanción –destitución definitiva de su puesto- no se llegó a ejecutar y fue dejada sin efecto por el alcalde Arispón.

Otra sanción vino motivada por no atender a un herido y por desobedecer las instrucciones del médico y futuro alcalde Vicente Andrés y Torre. Curiosamente, mantenía una relación de estrecha amistad con la familia de Vicente Andrés. La sanción –suspensión temporal de empleo y sueldo por abandono del servicio- fue recurrida en los tribunales y nunca se llegó a resolver.

La Corporación conservadora nombrada en junio de 1934 y encabezada precisamente por Vicente Andrés lo restituyó a petición de la minoría de Acción Popular. Esa decisión fue revocada en febrero de 1936 por la Corporación del Frente Popular. Este nuevo cese fue respondido por los sectores conservadores con un escrito en su apoyo “por ser conocida su competencia y buen servicio”. Finalmente, sería reintegrado a sus funciones sanitarias por la Comisión Gestora que él mismo presidía.

Tras tomar posesión en julio de 1936 remitió un telegrama a Queipo de Llano informándole del hecho y saludándolo con un “viva a la España republicana con honra”. Inmediatamente dio comienzo a la purga de trabajadores municipales. Firmó los primeros decretos de cese al rato de su nombramiento, lo que nos indica la premeditación y planificación de la decisión.

En los días posteriores siguió destituyendo trabajadores con el argumento de ausencia del puesto de trabajo, ausencia que estaba causada simplemente porque algunos o bien habían sido asesinados o bien habían huido para evitar represalias.

Se adelantó a las órdenes de Queipo tanto en la depuración del personal municipal como en la limpieza de paredes que contuvieran pintadas de cariz marxista. En los poco más de tres meses que presidió el Ayuntamiento tuvo lugar en Marchena una sangrienta represión, como ha relatado y documentado el fallecido Javier Gavira. Este historiador atribuye a Montero Góngora la participación en agosto y septiembre en una cuadrilla de “limpieza”.

En cuanto a su gestión municipal, aparte del cambio de nombre de algunas calles, lo más destacado es la creación a final de julio de “un servicio de socorro” para dar comida “a la clase obrera libre y sana”. Dos semanas después de crearlo redujo el servicio a una comida diaria “habida cuenta de la época de crisis y la seguridad de que desgraciadamente se prolongará”. En paralelo y justo en esos mismos días el gasto municipal en manutención de soldados ascendió, como mínimo, a la importantísima cantidad de 4.473 ptas.

En cuanto a su carácter personal, según documentos municipales era de condición pendenciera, lo que unido a  su inclinación a la bebida le deparó alguna que otra reyerta. Como consecuencia de una de ellas en 1941 la alcaldía tuvo que dar traslado a la Inspección Provincial de Sanidad para que aplicara la sanción correspondiente dado el desprestigio que su comportamiento suponía para el Ayuntamiento. En una de esas trifulcas tabernarias fue herido de muerte pocos años después.

(Para más información o rectificación alvarocabezaandres@gmail.com)