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Juan Francisco Pimentel, el noble de madre marchenera que Velázquez inmortalizó en lienzo y en la historia

Juan Francisco Alonso Pimentel y Ponce de León, VII duque de Benavente, dejó una huella indeleble en la historia de la monarquía hispánica, no solo por sus títulos y linaje, sino también por su influencia política, cultural y su imagen captada por el pincel de Diego Velázquez.

Descendiente directo de dos de los linajes más poderosos de Castilla y Andalucía —los Pimentel y los Ponce de León—, Juan Francisco personificó la unión de la aristocracia territorial con la elite cortesana. Como duque de Benavente, conde de Mayorga, conde de Luna y conde de Benavente, reunió una vasta red de dominios y privilegios. En 1648, fue condecorado con el Toisón de Oro, una de las más altas distinciones de la monarquía, reservada solo a los grandes de España y figuras influyentes en la diplomacia del imperio.

Pero fue también su papel como mecenas y cortesano distinguido lo que le llevó a ser retratado por Velázquez, pintor de cámara del rey. El lienzo, que hoy se conserva en el Museo del Prado, muestra a Pimentel con porte solemne, vestido de negro riguroso, símbolo de sobriedad y poder. Su presencia en esta galería de retratos cortesanos subraya su estatus y cercanía al centro del poder político y artístico del Siglo de Oro.

En la meseta castellana, la villa de Benavente fue durante siglos mucho más que una parada en el Camino de Santiago. Fue el núcleo del poder de una de las casas nobiliarias más influyentes de la Monarquía Hispánica: los Pimentel, condes —y luego condes-duques— de Benavente. Desde su imponente castillo-palacio, símbolo de su poderío territorial, tejieron una red de alianzas políticas, matrimoniales y artísticas que los convirtió en actores clave de la historia de España.

Uno de los capítulos más fascinantes de esta historia se escribió en 1595, cuando Antonio Alonso Pimentel, VI conde-duque de Benavente, contrajo matrimonio con María Ponce de León, hija de los III duques de Arcos. La ceremonia se celebró en Marchena, epicentro andaluz del linaje Ponce de León, en presencia del cardenal Rodrigo de Castro Osorio, arzobispo de Sevilla. Este enlace, cuidadosamente negociado mediante capitulaciones matrimoniales, no fue solo una unión amorosa, sino una alianza estratégica entre el norte y el sur del reino.

Además, la descendencia de este matrimonio continuó desempeñando roles significativos en la nobleza española. Por ejemplo, Juan Francisco Pimentel y Ponce de León, VII duque de Benavente, fue retratado por Velázquez en 1648, lo que evidencia su relevancia en la corte y su conexión con las artes.

Una cadena de alianzas matrimoniales

Este matrimonio no fue el único que unió a estos dos poderosos linajes. A lo largo de los siglos XVI y XVII, los Pimentel y los Ponce de León sellaron varios acuerdos matrimoniales que fortalecieron su influencia compartida.

En 1595, como se ha mencionado, Antonio Alonso Pimentel se casa con María Ponce de León, estableciendo el primer gran vínculo entre ambas casas.

En el siglo XVII, Luis de Guzmán y Ponce de León, hijo del III duque de Arcos, se unió en matrimonio con Mencía de Guzmán y Pimentel, reafirmando la conexión familiar y política. Ya en las postrimerías del siglo, Ignacia Juana de Borja y Centellas, descendiente de los Ponce de León, se casó con Antonio Francisco Alfonso Pimentel Vigil de Quiñones, XIII conde de Luna, reforzando de nuevo los lazos genealógicos y estratégicos entre los dos linajes.

Estos matrimonios no fueron fruto del azar ni del afecto individual: respondían a una estrategia de conservación y expansión del poder nobiliario, destinada a mantener la influencia sobre territorios, patronatos, rentas y cargos en la corte.

Poder, prestigio y política

Ambas familias eran pilares del orden nobiliario de los siglos XVI y XVII. Los Pimentel, estrechamente ligados a la Corona, ocupaban puestos en el Consejo de Castilla y eran protectores de numerosas villas. Por su parte, los Ponce de León, señores de Marchena y duques de Arcos, dominaban la Baja Andalucía con influencia sobre lo religioso, lo militar y lo artístico.

La alianza entre ambos linajes no fue solo política. También fue cultural y religiosa. Los documentos conservados en el Archivo Histórico de la Nobleza revelan el compromiso conjunto con el mecenazgo artístico. Entre estos compromisos destacan las obras en el Monasterio de San Agustín de Sevilla y en la iglesia de San Agustín de Marchena, donde el maestro mayor Alonso Moreno ejecutaba los proyectos arquitectónicos según las órdenes de la Casa de Arcos.

Hoy, el palacio de los Pimentel en Benavente sigue en pie como Parador Nacional, mientras que las huellas de su influencia perviven en archivos, iglesias y obras de arte repartidas por toda España. La historia de su alianza con los Ponce de León es un ejemplo brillante del modo en que el poder, la fe y la estética se entrelazaban en la nobleza del Siglo de Oro. Una historia que sigue hablándonos —con piedra, papel y devoción— del pasado que nos constituye.