Por vez primera ha salido a la luz el Juicio fray Diego de Marchena, fraile y sacerdote marchenero del convento de Guadalupe quemado en la hoguera por hereje y apóstata en 1485 por seguir la ley de Moisés. ¿Y si era judío porque era fraile?, porque los cargos eclesiásticos se compraban y vendían y cualquiera con dinero podía acceder a ellos.
El documento del juicio hallado recientemente ha sido analizado por Enrique Llopis Agelán, y Elisa Enriques, de la Universidad de la Universidad Complutense de Madrid.
El juicioo eclesiástico según los expertos no contiene elementos probatorios del delito pero si multitud de testimonios de los que conocieron al fraile de Marchena que lo acusan de no consagrar las misas, de no creer en la ostia consagrada, de revelar secretos de confesión y de favorecer a los conversos del pueblo de Guadalupe.
Cuando habia algún desastre para tropas cristianas «lo cuenta con alegría añadiendo más aún de lo que es». Gonzalo de Alcalá afirma que el de Marchena iba a las zonas comunes del convento a hablar con otros frailes «de cuántos eran los muertos y los presos no sé si le placia». Si otro fraile decía «yo no he podido dormir esta noche pensando en el trabajo de los cristianos» respondía Marchena «no curéis que también han hecho mal en los herejes y conversos en Sevilla, que a donde las dan las toman».
Una mujer que se encontró con varios frailes dijo «se dice que tenéis un fraile en Guadalupe hereje». Fray Diego de Marchena preguntó quién es y dijo la mujer «dicen que uno de Marchena» y respondió Fray Diego «en hora mala vos lo dices; que yo soy ese».
Muchos de estos testimonios son de oídas por lo que su valor probatorio resulta débil y otro tanto sucede con la denuncias imprecisas pero la mala fama del fraile era bastante notable.
Diego de Villatoro dice que el padre de Diego de Marchena «viniendo aquí una vez en romería no quería comer sino carne que fuesen muerta por mano de un judío» que es uno de los mandamientos de la ley de Moisés.
En Carmona, Fray Juan de Andújar y Fray Diego de Osorio prior de la casa de San Isidro de Carmona contaron que quince o veinte parientes del de Marchena «habían huido de allí por un escrito que había dejado el de Marchena que se mostró a los inquisidores de Sevilla y que andaban recaudando limosna para rescatar a sus hermanas que estaban presas y por esta causa huyeron todos a Portugal».
Pedro de Ocaña dijo que oyó decir a Gonzalo Fernández que viniendo por el camino a Guadalupe «se maravillaba de que todos los padres de esta casa dejaran estar en la silla de los confesores a Diego de Marchena porque era de aquel linaje de judíos».
Otra de las acusaciones era que celebraba la misa de forma irreverente. Las posturas que había defendido Marchena se insertaba en una corriente muy vigorosa debatida luego por el luteranismo. Su postura vacilante sobre esta cuestión propició que otros frailes consideran que el interesado no hacía el acto de la consagración.
Fernando de Briviesca y Pedro de Aguilar dijeron que «cuando el de Marchena alzaba el Corpus Christi siempre lo adoraba con cautela, si era consagrado lo adoraba y si no, decía que no lo adoraba».
«Yo mismo» dijo fray Pedro de Écija oyó que diciendo misa adoraba con cautela el Sacramento. Juan de Siruela dice que oyó decir que el de Marchena «había dicho a una monjas de Córdoba que al Corpus Christi lo adorasen «en diciendo si está consagrado si, y no si no lo está» y que él así lo hacía.
El de Marchena tenía poca devoción según Fray Diego de Burgos y cuando adora a el sacramento decia el condicional «si eres consagrado» y añadía «éste es muy confeso en sus tratos y luego cuando algún novicio recibe, los tienta para saver si «son de su generación de judíos».
Fray Juan de Guadalupe dice que Luis de Madrid muchas veces decía que Diego de Marchena no consagraba por lo cual este le hacía encerrar y rogaba a Fray Pedro el enfermero que le encerrase diciendo que estaba loco. Otros frailes lo oyeron decir en algún altar «te adoro señor si estás ahí».
Diego de Ecija confesor dice que fray Diego de Marchena «dice la misa con poca devoción y gasta mucha cantidad de vino». Otros frailes lo acusaban de que no cuidaba que la imagen de Cristo estampada al seco en la hostia fuese alzada en un sentido vertical correcto. Juan de Durango dijo que alzaba la hostia con los con las piernas hacia arriba y la cabeza hacia abajo.
También la acusan de falta de devoción durante la misa. Juan de Durango dijo «es muy indevoto al sacramento. Cuando se alza el cuerpo de nuestro Señor siempre está de nalgas y antes que el sacerdote baje la hostia y el cáliz se mete en la silla». «Un día jueves de la cena, comulgando, estando yo allí, se le cayeron cinco o seis hostias consagradas al suelo que cogi yo».
Fernando de San Vicente dice que por muchas veces que lo he visto decir misa a Diego de Marchena no se acuerda de haberle visto estar devoto «más con mucha disolución de cuerpo. Así en el tratar el sacramento con las manos que parecía que trataba pan y no otra cosa» y que lo ha visto «echándose sobre el sacramento sin reverencia y a veces de un costado y a veces otro tanto que tengo sospecha que no consagraba».
Pedro de Salamanca contó que fue a comulgar de mano de Diego de Marchena y «me pareció que me administró el sacramento con tan poca reverencia que me propuse nunca más comulgar con él».
Diego del Valle contó que una vez diciendo misa Fray Diego de Marchena dejó de decir el Padre Nuestro «no sé si por olvido y se lo tuve que decir al Prior que era Diego de París y no sé lo que con él pasó sino que después el Prior a mí me mandó que me diese una disciplina y que rezase un salmos penitenciales diciendo que me había de mortificar por ser novicio».
Velasco de Villatoro dijo que Diego de Marchena y Diego de Burgos «siempre andan desviando y buscando maneras infinitas y enfermedades increíbles para ser exentos del Oficio Divino y cuando vienen parece que vienen constreñidos más que con devoción y amor a nuestro Señor y la peor señal de toda es que no se enmienda, ni reconoce su culpa sino que la niega y así con cuantos priores han sido y ahora peor que nunca».
Varios frailes y feligreses le acusan de haber descubierto el sigilo de la confesión en especial un señor de Córdoba que había confesado «por lo que aquel seglar estaba escandalizado» cuenta Pedro de Vidania, afirmando que el de Marchena «había nombrado a los pecados y las personas que habían cometido varias veces como por ejemplo el que cuenta Alfonso de Plasencia que un escudero estaba enamorado de una monja y que tenía la maña de dormir todas las noche con la monja y mientras la monja iba a los maitines dormía con la criada».
Otra de las acusaciones era favorecer a los conversos de Guadalupe. Diego de Écija confesor dijo que oyó decir a la mujer de Juan Gómez, beata que un día de carnaval llevó un cochinillo a las eras donde había muchos conversos de fiesta y Gonzalo Hidalgo tomó el cochinito y lo llevó a los conversos diciendo «si les placía de aquella vianda de lo cual todos ellos fueron escandalizados y vinieronse a quejar a Fray Diego de Marchena que era su confesor el cual llamó a esta mujer que llevara el cochino y la reprendió mucho y le mandó penitencia».
Fernando de Osma dice que Diego de Marchena «decía en su confesiones que los conversos eran mejor que los cristianos». Cristóbal de Toledo cuenta que Diego de Marchena me preguntó si era converso y le respondí que no. Poco después me preguntó si era pariente del arcediano de Niebla y le respondí que no y él entonces me dijo pues «yo soy converso por los cuatro costados».
Juan de Mondragón oyó decir a Juan de Andújar que Fray Diego de Marchena había dicho «que siempre hubieron malos fin los que perseguían a esta gente los conversos».
Alonso de Palencia dice que oyó a Diego de Marchena decir que cuando oyó decir que había un fraile de San Bartolomé de Valladolid que había fallecido en la Ley de Moisés dijo «pues mezquino de él porque no se lo callaba».
n cierta ocasión el de Marchena contó que andaban dos rabies por toda Castilla visitando si se guardaba bien la ley de Moisés y venían aquí a este pueblo y preguntaban y unos decían que sí y otros que no por ser pobres y que la gente del pueblo había dado ciertas varas de seda para la sinagoga de Trujillo.