El Arca de la Alianza, según el relato del Antiguo Testamento, contenía tres objetos de gran significado para el pueblo de Israel.
Las Tablas de la Ley son las más conocidas y representan las tablas de piedra en las que estaban inscritos los Diez Mandamientos, entregados a Moisés en el Monte Sinaí. La vara de Aarón: Que, según el relato bíblico, floreció milagrosamente para demostrar la elección de Aarón como el sumo sacerdote. Una vasija de oro con maná: Este objeto es mencionado en la Biblia, y se dice que contenía una muestra del maná, el alimento que Dios proporcionó milagrosamente a los israelitas durante su viaje de 40 años por el desierto.
El maná del desierto es una referencia a una historia bíblica del libro de Éxodo. En esta historia, el maná es el alimento que Dios proporcionó a los israelitas durante su viaje de 40 años por el desierto, después de haber sido liberados de la esclavitud en Egipto. Este alimento milagroso aparecía cada mañana y era similar a copos o granos pequeños, que los israelitas recogían y cocinaban o horneaban en varias formas.
La palabra «maná» en hebreo proviene de la pregunta «man hu?», que significa «¿qué es esto?». Esto refleja la sorpresa y el desconcierto de los israelitas al ver este alimento por primera vez. Según la Biblia, en el libro de Éxodo, capítulo 16, versículo 15, cuando los israelitas vieron el maná, se preguntaron unos a otros qué era, ya que no sabían lo que era. Y Moisés les dijo: «Es el pan que el Señor les ha dado para comer».
Este relato simboliza no solo la provisión divina en tiempos de necesidad, sino también la importancia de confiar y depender de Dios. El maná se convirtió en una parte esencial de la subsistencia de los israelitas en el desierto y es recordado como un milagro y una bendición durante un tiempo de grandes dificultades y desafíos. La vara de Aarón que había florecido simboliza la legitimación de la autoridad sacerdotal, el poder y la providencia de Dios, la paz y la vida, y la reafirmación de la elección y voluntad divina.
La Arca de la Alianza, representaba la presencia de Dios entre su pueblo y era un símbolo de su alianza con ellos.
Esto nos habla del poder de la simbología en las religiones, la importancia de la educación espiritual y la trascendencia de los principios religiosos más allá de las instituciones y rituales específicos. El concepto de una «enseñanza a través de símbolos» es una idea poderosa que abarca cómo las diferentes tradiciones utilizan símbolos y rituales para transmitir verdades espirituales y morales.
La mención del «maná del desierto» que se referencia en la oración del «Padre Nuestro» nos lleva a una introspección sobre el «pan supersustancial», un símbolo de nutrición espiritual que trasciende lo físico.
El término «pan supersustancial» es una referencia al «Pan de Vida» o la Eucaristía en el cristianismo,proviene de la interpretación de la palabra griega «ἐπιούσιος» (epiousios), que se encuentra en la oración del Padrenuestro en el Evangelio según Mateo (6:11) y Lucas (11:3).
Algunas traducciones la interpretan como «nuestro pan de cada día» o «pan cotidiano», mientras que otras optan por un enfoque más teológico, traduciéndola como «pan supersustancial» o «pan sobrenatural». Más allá del alimento físico, representa el sustento espiritual que necesitan los creyentes para su vida espiritual. Simboliza la conexión del creyente con lo divino a través de la práctica de la Eucaristía, un acto central en muchas denominaciones cristianas.
A través de la auto-observación y el reconocimiento de nuestras rutinas y hábitos diarios, que a menudo nos llevan al tedio y la falta de cambio vemos la necesidad de este «alimento que baja del cielo», que nos mantiene vivos con ilusión y alegría incausada aun en las peores circunstancias y refleja la necesidad de una alimentación espiritual personalizada y consciente que nos salve de nuestra parte mas cargada de plomo como seres «mecanicistas, rutinarios y dormidos» mostrando una necesaria autocrítica sobre nuestra falta de consciencia que nos lleva a una la necesidad de despertar a un nivel de ser más elevado.
Las culturas orientales sugieren que la naturaleza humana se alimenta en los estados más elevados y cuando practicamos la meditación de la consciencia de «los registros akáshicos» conformados por símbolos y arquetipos universales que nos ayudan a comprender nuestras acciones pasadas y presentes resaltando la importancia de la autoconciencia y el autoexamen aunque para lograr esa conexión debemos aislarnos y alejarnos muchas veces de todo lo más mundano, los que hace que nos apeguemos a lo más material: deseos, anhelos, conflictos, etc.
A través de la meditación nos conectamos con nuestra existencia más profunda, con la búsqueda del conocimiento interior, y la importancia de relacionarnos correctamente con nuestro ser para lograr un cambio genuino y un despertar espiritual.
El arca de la alianza al igual que las máscaras mortuorias de los Faraones, los altares y objetos sagrados en diversas tradiciones, incluyendo la egipcia, la judía y la cristiana, están hechos de oro, que tiene su simbolismo en la alquimia.
En Egipto Antiguo el oro se asociaba con los dioses, la inmortalidad y el sol. Se creía que la piel de los dioses era dorada, por lo que el oro era un material que simbolizaba lo divino y eterno. Además, algunas máscaras mortuorias tenían oro y lapislázuli, piedra semipreciosa que sirve para la elevación espiritual y la meditación.
En el Judaísmo el oro simbolizaba pureza, santidad y la gloria de Dios. El Arca de la Alianza, recubierta de oro, representaba la presencia de Dios y su pacto con el pueblo de Israel.
El oro en los altares y en las procesiones de Semana Santa simboliza la divinidad, la realeza de Cristo, y la gloria celestial. Representa la importancia y el respeto hacia lo sagrado.
En la alquimia, el oro representa la perfección, la iluminación y la transformación espiritual. La alquimia es vista no solo como una transformación física de metales, sino también como un proceso espiritual en el que el «plomo» (nuestra naturaleza básica o imperfecta) se convierte en «oro» (un estado de iluminación o perfección espiritual).
Convertir metales base en oro simboliza el esfuerzo humano por trascender los deseos y aspectos más materiales de la existencia hacia una realidad más elevada y espiritual. Esto puede implicar prácticas como la meditación, la contemplación y el desarrollo moral y espiritual.
El oro es conocido por su alta reflectividad, especialmente en el rango del espectro de luz visible. Esto significa que una gran cantidad de luz que incide sobre una superficie de oro es reflejada, en lugar de ser absorbida o transmitida.
A diferencia de otras superficies que pueden dispersar la luz en muchas direcciones (reflejo difuso), el oro suele producir un reflejo especular. Esto significa que la luz se refleja en una dirección específica, creando un brillo intenso y bien definido.
Cuando se toma una fotografía de un objeto dorado, el rango dinámico (la gama de tonos desde el más oscuro al más claro) capturado por la cámara puede ser muy amplio debido a la alta reflectividad del oro.
En un plano simbóilico el oro es lo que más refleja la luz de Dios, que simbolizado por el sol, es que para los critianos la luz de Cristo.
A diferencia de la visión europea del oro principalmente como un símbolo de riqueza y poder material, para muchas culturas prehispánicas, el oro tenía un valor principalmente simbólico y espiritual.
Los Incas y los Aztecas asociaban el el oro con los dioses y lo divino. Era visto como un material sagrado, vinculado al sol y a la luz celestial. En el caso de los Incas, por ejemplo, el oro era considerado «el sudor del sol», una deidad central en su cosmología.
El oro se utilizaba en ceremonias religiosas y ofrendas a los dioses. Estos objetos de oro podían ser máscaras, figuras de animales, adornos corporales, entre otros. Se creía que su brillo y su asociación con lo divino los hacían ofrendas apropiadas.
Las habilidades de los orfebres prehispánicos eran extraordinarias. Elaboraban complejas piezas de joyería y adornos que eran usados por la élite y los líderes religiosos. Estos objetos no solo eran signos de estatus, sino también símbolos de conexión espiritual y poder.
Aunque el oro no se utilizaba como moneda, poseer y exhibir objetos de oro era un claro indicativo de rango y poder dentro de la sociedad. Los líderes y nobles a menudo eran enterrados con objetos de oro, lo que reflejaba su estatus en vida. Algunas culturas creían que los objetos de oro tenían propiedades místicas, sirviendo como conexión con el mundo de los espíritus o como protectores contra los males.
En resumen, el oro en las culturas prehispánicas era mucho más que un mero material valioso; era un elemento profundamente entrelazado con sus creencias religiosas, su arte, y su estructura social.