El Archivo Histórico Provincial de Sevilla tiene localizados en sus depósitos más de 40 documentos sobre la vida y los trabajos del escultor Juan Martínez Montalés, a quien Velázquez retrató hacia 1635 en la cúspide de su trayectoria trabajando en el modelado en cera de una cabeza del rey Felipe IV. No se puede descartar, sin embargo, que aparezcan otros en el futuro. «Es un artista muy estudiado, pero son millones las escrituras notariales que conservamos en nuestras dependencias. Es probable que algún investigador pueda hallar un día nuevos datos sobre él», explica la directora del centro, Amparo Alonso.
Retrato de Martínez Montañés ejecutado por Velázquez hacia 1635. (Foto: Museo del Prado)
Los documentos dan cuenta de la vida del artista de Alcalá la Real (Jaén) desde el 1 de enero de 1588, fecha del acta de su examen como escultor, hasta el 19 de abril de 1655, cuando ya su viuda, Catalina de Salcedo Sandoval, otorga por poder testamento y últimas voluntades. Entre una y otra fecha, los legajos contienen datos de compra y alquiler de inmuebles, de los contratos de aprendizajes de sus discípulos -incluido Juan de Mesa, el más brillante de la veintena que tuvo- y del encargo de obras, entre ellas el Cristo de la Clemencia -hoy, en la Sacristía de los Cálices de la Catedral hispalense- y el retablo mayor del monasterio de San Isidoro del Campo, en Santiponce.
Precisamente, la carta de examen acredita la prueba de maestría a la que se sometió Montañés en Sevilla, donde recaló hacia 1582 tras pasar unos años en Granada alistado en el taller del imaginero Pablo de Rojas. Ante los maestros Gaspar del Águila y Miguel Ádan, el entonces aspirante tuvo que dar respuesta a «todas las preguntas y rrepreguntas necesarias a los dichos artes» y realizar dos pruebas prácticas: en el ámbito escultórico, se le obligó a que «hiziese obra de figuras una desnuda y otra bestida» y, en el campo arquitectónico, tuvo que hacer «planta y montea de un tabernáculo y el ensanblaje del según lo manda la hordenança y labrado de talla romano».
Una vez superadas las pruebas, al examinado le bastaba con pagar unos derechos e inscribirse en el libro de maestros para ejercer el oficio. Dicho libro permanecía al cuidado del alcalde del gremio, quien lo guardaba en un arca bajo tres llaves. Sin embargo, en busca de las máximas garantías, Montañés certificó el protocolo ante el Oficio Público, concretamente en la escribanía de Juan Bernal de Heredia. Con esta práctica, muy común en la época entre los nuevos maestros, el imaginero andaluz pretendía garantizarse el acceso a su nuevo estatus profesional. Este acta notarial fue hallado hacia 1928 por Celestino López.
Pero hay muchos más rastros de Montañés en el Archivo. Así, custodia el encargo de cuatro guanteros -vecinos en la calle Francos- de un «San Xhristoval con un Niño Jesús puesto en el honbro izquierdo del dicho santo…». En el momento de rubricar el contrato el 19 de agosto de 1597, el escultor tiene 29 años y, según sus condiciones, está obligado a emplear pino de la sierra jiennense de Segura y ahuecar las tallas por dentro con el doble propósito de que la madera no se abra y de que pesara menos a la hora de sacarlo en procesión. Asimismo debía estar terminado a comienzos de mayo del año entrante, requisito que cumplió al estrenarse el día del Corpus de 1598.
Unos años después, en 1603, realizó el Cristo de la Clemencia o de los Cálices por encargo del canónigo Mateo Vázquez de Leca. Su particular iconografía responde a las condiciones recogidas en el texto del contrato, donde se especifica que «el dicho Christo crucificado a de estar bibo, antes de auer espirado, con la cabeça inclinada sobre el lado derecho, murando a qualquiera perssona que estuviere orando a el pie de él, como que está el mismo Christo hablándole y como quexándose que aquello que padece es por lo que está orando, y assí a de tener los ojos y rostro con alguna seberidad y los ojos del todo abiertos».
Estatua dedicada al escultor en la plaza del Salvador de Sevilla.