Ricardo Gamaza. Periodista ambiental y productor audiovisual. Premio Doñana Sostenible y Premio Panda de Comunicación de WWF
ESPECIAL PARA MARCHENA SECRETA
La historia de Doñana siempre ha estado bajo una espada de Damocles. Sus inicios como Parque Nacional surgieron de una amenaza: la del Gobierno de la dictadura de Franco que quería convertir en los años 60, en pleno desarrollismo, esta joya natural en un gran eucaliptal que secara lo que consideraban un inútil foco de paludismo (malaria). La visión de un grupo de biólogos y naturalistas encabezados por el Profesor Jose Antonio Valverde logró erradicar esa idea y crear la reserva biológica de Doñana, germen del Parque Nacional.
Con los años proyectos de toda índices amenazaron la supervivencia de Doñana: la instalación de una central nuclear, una carretera que uniese sin pasar por Sevilla las provincias de Cádiz y Huelva, el paso de un oleoducto desde Extremadura… Los gestores del Parque han logrado hasta ahora evitar que las iniciativas que podrían haber acabado con Doñana se llevasen a cabo.
Sin embargo, algunas empresas como Gas Natural Unión Fenosa han sabido usar para su beneficio la legalidad existente. Así, bajo el subsuelo un gasoducto recorre el Parque Natural desde hace 20 años. Ahora, con las reservas gasificas de Doñana que se han agotado, esta multinacional petrolífera pretende crear depósitos de gas en las zonas donde lo han sacado. La Ley de Hidrocarburos española se lo permite, al considerar que la actividad es la misma que venían realizando. Para colmo, en aquellos proyectos en los que se necesitaba una autorización ambiental, el Gobierno central le ha dado el permiso a Gas Natural.
Aunque el Consejo de Participación de Doñana dijo no al gas, Gas Natural recurrió a la artimaña legal de dividir su proyecto de almacenamiento de gas en cuatro, logrando el permiso para uno de ellos, el de Marismas Occidental, en el que ya están trabajando. La Junta de Andalucía ha dado un paso al frente y ha buscado apoyo más allá de Madrid, en la Comisión Europea, donde el consejero de Medio Ambiente ha pedido que sea Bruselas quien exija al Gobierno central que se contemplen todos los proyectos como uno sólo.
Sin embargo, aunque los depósitos de gas sean la amenaza más mediática, no es la más preocupante. El estado de las aguas subterráneas es lo que más preocupa en la actualidad en Doñana. La sobreexplotación del acuífero que nutre a Doñana a causa de la proliferación masiva de cultivos muy rentables económicamente como el de la fresa y los ‘berries’ (frutos rojos) ha llevado a organizaciones como WWF-España a denunciar esta amenaza en Europa. El popularmente conocido como ‘Plan de la Fresa’, aprobado por la Junta de Andalucía ha tratado de poner orden en las ocupaciones de terrenos por parte de estos cultivos que requieren de mucha agua en un terreno que tradicionalmente se ha dedicado a cultivos de secano.
El cierre paulatino de pozos ilegales usados por algunos agricultores para regar sus cultivos ha marcado un punto de inflexión en una tierra que necesita el agua para mantener la biodiversidad y no sólo para el negocio millonario y en demasiadas ocasiones ilegal de algunos sectores. La esquilmación del acuíferoero de Doñana no sólo pone en peligro los hábitats, también la propia supervivencia de la agricultura de regadío legal que hay en la zona.
Otras dos amenazas siguen en la actualidad levantado espadas de Damocles sobre Doñana: el proyecto de dragado del Guadalquivir y la reapertura de la mina de Aznalcóllar. El promotor del primero de estos proyectos es el Puerto de Sevilla, que pretende aumentar la profundidad del río para permitir la entrada de barcos de mayor tonelaje. Así justificaría un mega proyecto realizado con todos europeos: la nueva esclusa. El proyecto de dragado del Guadalquivir, aunque está rechazado por la comisión científica creada al efecto, que se apoya en el mayor estudio realizado sobre el estado del Guadalquivir (el informe dirigido por el profesor Miguel Angel Losada), no está en la cuneta. De hecho el Plan Hidrológico del Guadalquivir elaborado por la Confederación del mismo nombre -dependiente del Gobierno central- ha vuelto a incorporarlo como una de sus actuaciones para acometer en los próximos años.
La otra amenaza es la reapertura de la mina de Aznalcóllar. La misma que causó el vertido tóxico que en el año 1998 llegó a las puertas del Parque Nacional y contaminó el curso del río Guadiamar. Sumida en un entramado judicial por la forma en la que se ha realizado el concurso administrativo, lo que de veras preocupa a los ecologistas es que vuelva a abrirse una mina cuyos residuos están a pocos kilómetros de Doñana. El proyecto es seguro, dicen sus promotores y reiteran desde la administración andaluza, pero también lo era la mina de Boliden Aprisa en 1998.
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