El de las místicas fue un fenómeno particularmente intenso en varias épocas de Marchena.
Entre las místicas más famosos que vivieron en distintas épocas en Marchena tenemos a la andalusí Shams Um Al Fuqara, cuya fama de sabiduría atrajo a Ibn Arabí, la Madre Antigua y su escritura automática, o Damiana de las Llagas, de la que se decía que tenía el don de la adivinación. Las Beatas vivían en unas casas junto al convento de Jesuítas. la ciega Dolores Lopez fue quemad apor la Inquisición de Sevilla tras pasar una temporada en Marchena.
La Iglesia oficial no estaba de acuerdo con esta forma de vida y el Concilio de Trento las prohíbe y las persigue bajo la acusación de que cometían excesos y se las rechaza porque su relación personal y sin intermediarios con Dios atacaba los fundamentos de la autoridad eclesiástica.
«Pegada a nuestra iglesia hay una casita donde desde tiempo inmemorial se han recogido algunas mujeres devotas que viven de sus labores y de limosna. Y esto fue continuando hasta nuestros tiempos» dice la obra dedicada a la Historia de los Jesuitas de Marchena de Juan José Lozano. Se enterraban en el templo, ayudaban en la Iglesia, eran protegidas por los frailes y gozaban de gran estimación y aura de santidad, veneradas por todo el clero, obispos y nobleza de su tiempo.
El pueblo las llamaba Virgenes, santas, beatas de la compañía o emparedadas porque alguna, haciendo penitencia vivían en celdas como la bóveda del hueco del altar mayor.
La más famosa fue la almeriense Damiana de las Llagas, Damiana de los Reyes Peralta, (1585-1670) de la que se decía tenía dotes de levitación y adivinación, hija de dos servidores del Duque a los que trasladó a Paradas primero y luego a Marchena, con tal de tenerla cerca. Se convirtió involuntariamente en una especie de oráculo del Duque, Rodrigo el Virrey de Nápoles que llegó a decirle al Papa que se fiaba tanto de ella, que no necesitaba de las bendiciones papales.
Como desde niña amaba el retiro y la soledad, y como era famosa sufría persecución en Marchena por lo que se le instaló a ella junto a los padres en Paradas. Su madre María de Peralta, -dedicada a auxiliar a los pobres- crió a otros dos hijos, Constancio de los Reyes, fraile franciscano y Andrés Peralta Buzón, experto en leyes que también sirvió a los Duques. Luego se vino a Marchena donde vivió en una casa junto al templo jesuíta (Santa Isabel) donde murió en 1670 y donde está enterrada.
Rodrigo Ponce de León Virrey de Nápoles y Valencia le pedía consejos sobre su gobierno, según la biografía de la mística que escribió en 1675 el jesuíta Juan Cárdenas. Su esposa Ana de Zúñiga le enviaba regalos desde los lugares donde vivían como Nápoles o Valencia.
Ana de Aragón, la duquesa, nunca consiguió que visitase el Palacio, por lo que los notables tenían que verla en una casita muy pobre donde el el Duque de Alba, Antonio de Toledo, que le entregaba limosnas, la hija de los Duques de Segorbe, la Marquesa de la Algaba Juana Fernandez de Córdoba o Pedro Portocarrero Conde de Medellín venían a Marchena a verla. Los Duques la tenían como alguien de la familia y a su muerte repartieron sus reliquias por los palacios de media España.
Además de Damiana, hubo en Marchena otras mujeres beatas o seglares consideradas santas como Catalina de Jerez, hija de Damián Torres, escribano del Cabildo de Marchena muerta en 1627. María de Jesús de los Ríos -1735- natural de Marchena vivió frecuentes éxtasis como fue notorio de muchas personas. Ella vivía continuamente en una cueva que llamaban de la hermana Damiana. «Y casi de continuo vivía fuera de sí», dicen los Jesuitas.
Cuando estas santas morían, sus entierros eran tan multitudinarios que la gente quería llevarse reliquias, e incluso su catafalco peligraba si dejaban a la multitud acercarse para tocarla.