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Los gitanos viven en Marchena al menos desde el XVI y trabajaron tradicionalmente como herreros

En Andalucía, lugar de mayor concentración de gitanos, el primer registro histórico es el de la llegada, de Tomás y Martín, también «Condes de Egipto Menor» (región del Peloponeso-Grecia) eso decían ellos-, quienes fueron recibidos en Jaén en 1462 y agasajados estupendamente por el conde Miguel Lucas de Iranzo, que ocho años después volvería a recibir, en su sede de Andújar, al Conde Jacobo de Egipto Menor y a su esposa Loysa. Cada uno de estos nómadas venía acompañado por entre 50 y 200 personas.

En Marchena encontramos rastros de los gitanos en los nombres de las calles, con la calle de los Gitanos, hoy conocida como Milagrosa al menos desde 1894, (Callejero de 1894).

En Sevilla la actual calle Jáuregui se llamó a principios del siglo XVI calle de Gitanos, signo de que la collación de Santa Catalina fue su lugar de asentamiento primitivo. Desde el XVIII en Triana vivía la mitad de la población gitana de Sevilla.

Diccionario de la Lengua de 1732 (pág. 52): «Gitano: Cierta clase de gentes, que afectando ser de Egypto, en ninguna parte tienen domicilio, y andan siempre vagueando. Engañan a los incautos, diciéndoles la buena ventura por las rayas de las manos y la phisonomia del rostro, haciéndoles creer mil patrañas y embustes. Su trato es vender y trocar borricos y otras bestias, y a vueltas de todo esto hurtar con grande arte y sutileza. Latin: cingarus.»

José María de Mena mantiene la tesis de que se concentran en Andalucía en medio de la guerra de Granada y de las luchas entre Ponces y Guzmanes de 1463 a 1477 -justo cuando aparecen los gitanos en Jaén.

Según esta tesis los gitanos se instalan como herreros en una época de guerra que necesitaba tener a punto las caballerías, las herraduras, armas y munición. Las mayores concentraciones de gitanos herreros se dieron entonces en las sierras de Sevilla, Cádiz y Málaga hasta el XVIII.

El inglés Twiss, que recorrió Andalucía en tiempos de Carlos III, la mayoría de las ventas y mesones estaba en manos de gitanos.

«Rodrigo Ponce de León hizo legendaria su superior iniciativa y talento militar, gracias a los cuales pudo hacer frente a los mayores medios de don Enrique de Guzmán. Podríamos arriesgar la hipótesis de que vio en seguida las ventajas de incorporar a su bando unos auxiliares tan útiles como los gitanos» dice José María de Mena.

Cuando en 1492 terminan las guerras, casi simultáneamente comienzan las persecuciones contra los gitanos, muchos de ellos -ligados ya a la casa de Arcos- buscarían el amparo de los Ponce viniendo a instalarse justo enfrente de su palacio, al otro lado de la plaza del Carbón en Sevilla. Al mismo tiempo los Reyes obligan a los gitanos a que se cojan a un señor y no anden vagando, lo que les hacía difícil de localizar.

Ya los Reyes Católicos habían dictado disposiciones contra los gitanos para que tomasen vecindad y oficio. Estas medidas se repitieron sistemáticamente durante los siglos XVI y XVII; en 1575 se les amenazó con enviarlos a las galeras, pero todo fue inútil.

«Mandamos a los egipcianos que andan vagando por nuestros reynos y señoríos con sus mugeres e hijos, que del día que esta ley fuere notificada y pregonada de esta nuestra corte, y en las villas, lugares y ciudades que son cabeza de partidos fasta setenta días siguientes, cada uno dellos vivan por oficio conoscidos que mejor supieren aprovecharse, estando de estada en los lugares donde acordaren asentar o tomar vivienda de señores a quien sirvan».

(Pragmática de los Reyes Católicos, promulgada en Medina del Campo, en 1499; recogida en peticiones de Cortes de 1525, 1528 y 1534.)

Se sabe que al principio fueron bien recibidos porque el carácter misterioso de sus orígenes había dejado una impresión profunda en la sociedad medieval. Pero en el espacio de algunas décadas, la curiosidad se transformó en hostilidad por causa de su particular idiosincracia. Su tradicional desarraigo y su carácter itinerante, levantaba la sospecha de las autoridades.

No tenían ningún inconveniente en ser bautizados, pero la imposibilidad de ejercer un control sobre el cumplimiento de sus deberes para con la Iglesias, a causa de continuo nomadismo, hacía difícil que la Inquisición cayese sobre ellos.

En Marchena y Sevilla está constatada su presencia en las procesiones del Corpus, añadiendo con sus danzas una nota de exotismo al fastuoso cortejo que por entonces se estilaba… y cobrando por ello, especialmente la danza llamada zarabanda, prohibida por la iglesia.

Los gitanos fuesen realmente indispensables para la fabricación de herraduras y clavos. Esa posición clave en la economía sevillana dio lugar a un núcleo de familias herreras inmune de hecho a las persecuciones, puente privilegiado entre las dos comunidades y pionero en la sedentariedad y el cumplimiento de las obligaciones civiles. La presencia secular de este conjunto de gitanos, bautizados y contribuyentes de generación en generación, era -paradójicamente- notoria pero no pública. Es decir, todo el mundo sabía de su existencia y naturaleza, aunque los documentos oficiales prefiriesen no reflejarlo. Por ejemplo, un padrón de hombres útiles para las armas hecho en Triana a fines del siglo XVII está cuajado de apellidos de indudable resonancia calé, pero sólo una cantidad ridícula de ellos lleva la mención de «castellanos nuevos», que era el eufemismo administrativo para designarlos.

Para saber más…

Perez de Guzmán, Torcuato: «Los gitanos herreros de Sevilla». Prólogo de Salomón Vargas. Ayuntamiento de Sevilla, 1982

Enlaces web

Web de la Unión Romaní.- Los gitanos en España

Primer documento sobre la llegada de los gitanos España

Estudio sobre el colectivo gitano – Historia del pueblo gitano