Manuel María de Arjona y Cubas, nacido en Osuna, Sevilla, el 12 de junio de 1771, fue un destacado sacerdote y poeta, conocido por su profundo impacto en el ámbito cultural y educativo de su tiempo. De familia acomodada, Arjona se sumergió en el mundo académico desde temprana edad, obteniendo títulos en Filosofía y Derecho en la Universidad de Osuna. Su pasión por la educación y las letras lo llevó a fundar la Academia del Silé y la Academia Horaciana en Sevilla, buscando elevar el nivel literario y promover un corpus teórico-literario robusto.
Su traslado a Sevilla marcó un período de intensa actividad intelectual y literaria. Se convirtió en una figura central en la Academia de Letras Humanas, junto a otros ilustres de la época. Su enfoque no solo abarcaba la literatura, sino también la necesidad de reformas sociales y educativas como medio para el progreso. Admirador de las corrientes de pensamiento europeo, Arjona se esforzó por introducir en España las ideas de la Ilustración, promoviendo el diálogo, el razonamiento y la tolerancia.
Sin embargo, su viaje a Roma en 1797, junto al arzobispo de Sevilla, marcó un punto de inflexión. Las experiencias vividas allí, especialmente el comportamiento del ejército francés, sacudieron profundamente su optimismo y filantropía. A su regreso, se centró en consolidar una posición más estable, optando por una canonjía en Córdoba. Allí, continuó su labor intelectual y fundó la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, que se convirtió en su obra más duradera.
En sus últimos años, enfrentó acusaciones de afrancesado y vivió tiempos turbulentos marcados por la invasión francesa y los conflictos políticos de la época. A pesar de ello, Arjona nunca dejó de abogar por la educación y la cultura como pilares del progreso. Su muerte el 25 de julio de 1820 en Madrid no puso fin a su legado, que continúa inspirando a quienes valoran la ilustración, el conocimiento y la reforma educativa.
Su hermano, José Manuel de Arjona y Cubas, fue quien desempeñó un papel relevante en este ámbito, siendo el primer Superintendente General de la Policía General del Reino, considerado el antecedente de la actual Policía Nacional. Por su parte, Manuel María se dedicó a la literatura y la educación, sin involucrarse directamente en roles gubernamentales o en la organización de la policía.
En 1793 llega a Sevilla e ingresa de colegial en Santa María de Jesús y se matriculó en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Sevilla, siendo su hermano Manuel Maria rector de la misma.
Se graduó de Bachiller en ambos Derechos (Canónico y Civil) y cursó cuatro años de pasantía, realizando el segundo y tercer años de Cánones en la Universidad de Osuna, para graduarse de bachiller en Cánones el 30 de agosto de 1798 y a partir de ahí regresar a Sevilla, donde obtendría el título de bachiller en ambos Derechos; y nuevamente, de vuelta a Osuna, donde se licenció y doctoró en Cánones, el 4 de mayo de 1800 para dar comienzo, a partir de 1801, a los cuatro años de pasantía en Sevilla.
Fue Alcalde del Crimen en la Audiencia de Extremadura, alcalde de Casa y Corte, superintendente general de vigilancia pública, asistente en Sevilla, senador y académico numerario de la Historia.
En los años de la Guerra de la Independencia, José Manuel de Arjona fue comisionado para entender acerca de los sucesos acaecidos en Badajoz, el 16 de diciembre de 1808, que provocaron la muerte de cuatro personas.
José Manuel de Arjona y Cubas ocupó cargos destacados en el Gobierno de España. Fue asistente (similar a alcalde) de Sevilla, alcalde de Madrid, y Fiscal en la Real Audiencia de Cáceres. Su rol más notable fue como Superintendente General de la Policía General del Reino, siendo esencial en la fundación y organización de la Policía Nacional de España.
Terminada la contienda y reinstaurado el régimen absolutista bajo el Gobierno de Fernando VII, José Manuel de Arjona se halla en mayo de 1814 como alcalde de Casa y Corte a cuyo cargo estaba el Cuartel de San Francisco. En 1816, Arjona forma parte del Tribunal que debía juzgar la que ha pasado a ser conocida como la conspiración del “Triángulo”, en el proceso se daría suplicio a dos de los implicados.
Con la reinstauración del absolutismo, el 1 de octubre de 1823; se abre a partir de esta fecha un nuevo período en el que José Manuel Arjona vuelve a cobrar un importante protagonismo, ahora como superintendente general de Vigilancia Pública, desde diciembre de 1823; cargo que compaginará con el de gobernador de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte, por nombramiento real hecho el 15 de febrero de 1824. Cargos que ocuparía hasta que el 25 de abril de 1825, que marchó a Sevilla en calidad de intendente del ejército de Andalucía y asistente de dicha ciudad.
El 12 de octubre de 1829 fue recibido caballero maestrante de la Real de Caballería de Sevilla; pocos días más tarde marchó a Madrid para asistir al cuarto y último matrimonio de Fernando VII.
En agosto de 1833 fue nombrado, nuevamente, superintendente general de Policía del reino. Con anterioridad, el 6 de julio de 1833, Fernando VII le había concedido la Gran Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III.
Una Real Orden, fechada el 1 de septiembre de 1834, lo desterró a Cádiz y a partir de ahí sufrió un largo periplo de exilio que le llevó a residir en Marsella entre 1839 a 1842; hasta que regresó a España en 1843.
Además, Arjona consta como académico de número de la Real Academia de San Fernando (sección de arquitectura) —desde el 31 de marzo de 1844. Además, en 1848 es miembro numerario del Consejo de Sanidad del Reino, y en 1849 se le nombra consejero de Instrucción Pública (presidente de la sección de Instrucción Primaria). Finalmente, y como colofón, le llegó el nombramiento de senador (que se le había negado años antes) en la sesión del 18 de diciembre de 1849,