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Manto y saya: el traje tradicional de la mujer marchenera

El traje de manto y saya era el tradicional de la mujer castellana en los siglos XVII y XVIII. En los pueblos que se ha conservado es un traje tradicional: Marchena, Vejer, Tarifa, Consuegra, Ciudad Real, isla de Tenerife, Los LLanos de Aridane, isla de la Palma, y muy popular en Lima y México. Juan Duyos, en la Pasarela Cibeles de otoño-invierno de 2002-2003, hizo un desfile titulado “Tapadas” basado en el juego de seducción del manto y saya.
Luis Martín (2000: 317) explica que en Lima “La “tapada” peruana no era sólo una mujer maliciosa, juguetona y coqueta. Su chal no era una moda sino la bandera de su rebelión contra la estereotipada imagen de las mujeres religiosas. Este doble juego de seducción hizo que en España y Perú se prohibiera dicho traje pero las mujeres seguían llevándolo.

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De España el traje de manto y saya llegó a México y Lima donde se hizo popular y se refleja en textos desde los inicios de la ciudad virreinal en el XVI.  Pronto los poderes políticos prohíben a las damas llevar dicho atavío. Fueron muchos los virreyes que dictaron normas contra esa forma de vestir, Francisco de Toledo, Diego López de Zúñiga, Marqués de Chinchón, etc.
Pero, alegando que el sol oscurecía su piel y, que de esa forma, podían llevar a cabo actos de caridad sin ser reconocidas, las mujeres incumplían, una tras otra, todas las leyes dictadas (Rodríguez de Tembleque, 2002-03: 150-154).
También en España se sucedieron las prohibiciones con respecto a que la mujer anduviera cubriendo su rostro. Fueron muchas las pragmáticas dadas, pero pocas las cumplidas, y ella siguió utilizando esta indumentaria, hasta que por propia voluntad la abandonó. (Pezzi, E, (1991:14-21).
EL MANTO Y SAYA EN MARCHENA
El “manto y saya”, marchenero recuperado por la hermandad de la Soledad para las procesiones de Semana Santa se diferencia de la cobijada de Vejer en que el manto no sale de la cintura, es una pieza separada, que se pone sobre el cuerpo, cubriendo la cabeza, pero sin ocultar el rostro, como muestra de respeto, humildad y decoro.
Para unos su origen es árabe y para otros se inicia en el siglo XVII y XVIII. Las mujeres lo usaban en la mayor parte del país y en toda época del año incluido verano.  En Marchena se usaban hasta finales del XIX.

En la obra Civitates orbis terrarum 1572-1617, se recogen distintas vistas de ciudades de España en donde podemos apreciar algunas figuras femeninas con diversas formas de usar el manto y de cubrirse, desde la manera árabe hasta la modificada por las españolas en donde el manto pasa de color blanco al negro, y comienzan a ocultar el rostro explica Carmen Rodríguez de Tembleque del Museo del Ejercito.

Con él se vestían y cubrían las mujeres, con independencia de su estatus social, para sus quehaceres diarios en la calle, como explica la historiadora del Museo Nacional del Traje Irene Seco, autora del artículo ‘Por tu capricho te pusiste el manto’.
Confeccionado tradicionalmente en lana merina negra se atan o recogen fruncidas a la cintura. Cuando la mujer se descubre, la toca cae sobre la parte trasera de la falda y deja al descubierto su forro de raso blanco. Es entonces cuando también queda a la vista una camisa del mismo color que completa el traje junto a las enaguas.
En Tarifa, en la exposición celebrada en el 2008, “Tarifa desconocida, el viaje en el tiempo” se realizó un fotoreportaje sobre el manto y la saya, en donde a través de imágenes actuales podemos apreciar todas las características de dicha vestimenta.