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Mi cine favorito: «Una historia de amistad entre dos mujeres fuertes»

Sergio Berbel Leyva se estrena como colaborador de Saber Más con una crítica de la película Nadie quiere la Noche, de I. Coixet.  Es Abogado, Profesor, Colaborador en la SER, Cinéfilo, Aprendiz de Fotógrafo, Lector incansable. Ver su blog.

“Nadie quiere la noche” es una gran película, incluso un film que crece enormemente en su revisión, como la historia de la amistad imposible entre dos mujeres que sólo las condiciones más adversas del mundo, como el invierno del Polo Norte, lo hacen posible y profundo.

Isabel Coixet es una de las más grandes directoras de nuestro tiempo. De su diestra mano nos han llegado películas capitales de nuestra época, como “Mi vida sin mí”, “La vida secreta de las palabras” o su versión cinematográfica de la obra de mi escritor de cabecera Philip Roth titulada “Elegy”. También es cierto que, cuando se deja llevar, se embarca en proyectos meramente alimenticios donde se desaprovecha a sí misma en medios tiempos que no conducen a demasiadas partes como la sobrevalorada “La librería” o “Aprendiendo a conducir”.

Una apasionante historia de la época de los conquistadores del Polo Norte, a principios del siglo XX, gentes con dinero y sin cabeza que arriesgaban su vida persiguiendo su sueño descubridor y colonizador, con la simple recompensa de poner la bandera y llevarse la gloria.

Y esos parajes perpetuamente nevados permiten a Isabel Coixet dar rienda suelta a su cinefilia y a la exquisitez que la caracteriza a la hora de crear imágenes que permanecen en la retina del espectador para siempre, alrededor de ventiscas de nieve y oscuros inviernos polares “cuando el sol se acuesta”, como lo describe Allaka.

Pero se trata, por encima de todo y de todos, de una película de amistad entre dos mujeres de fuerte carácter, una espléndida y perfecta (como siempre) Juliette Binoche como la señora Peary y un personaje de mujer esquimal con un secreto inconfesable en su interior, Allaka, de esos que se perfilan en el alma del cinéfilo para guardar un pequeño rincón para siempre, soberbiamente interpretado por Rinko Kikuchi.

Una película feminista que hace de las mujeres personajes activos que apuestan su vida al todo o nada, que se dirigen a sí mismas, de personalidad fuerte y deseos ingobernables. Y también una historia que pone el dedo en la llaga de los blancos colonizadores que no respetan a nada ni a nadie, y de los pobres aborígenes colonizados sin piedad por el opresor, para el que no cuentan ni tan siquiera muertos.

Tiene tantas lecturas, que hay que verla en diferentes claves unas cuantas veces, de ahí su genialidad.