Noche para romperse las camisas en la Peña Flamenca
José Antonio Suárez López
Noche de ayer para romperse las camisas, metafórica y realmente, en la Peña Flamenca, simple y llanamente. En símbolo de fraternidad y concordia, por el bien de la humanidad flamenca, ayer noche salió el arcoiris de mil colores y sin haber caído una gota de lluvia y manó el cante gitano flamenco andaluz a raudales por los cuatro costaos de la casa fábrica de Marchena.
Desde la Peña Flamenca de Marchena, una Peña con más de 20 años de historia, por donde han pasado lo más granado y reputado del arte flamenco actual y del pasado, ayer noche, en su emblemático y sagrado patio de la casa fábrica.
Lugar de planificación y artífice de la inigualable Iglesia de San Juan, el público asistente a un maravilloso acto, en el día del perdón de las mascarillas pandémicas, se rompió literalmente la camisa, por culpa del cante ortodoxo y juncal de un cantaor grande que merece coronar los mejores escenarios del flamenco, Joselito Montoya Carpio “El Berenjeno”, y de una gitana, Mari Peña, que consagra la estirpe de los cantes de Utrera, con sus quejidos y melismas de puñales en el alma, heredera de la historia del cante de Utrera.
Ambos dos, se expusieron con su cante a la misma observación del Dios Flamenco Redentor, que disfrutó sin duda alguna escuchando a través de su corazón las voces flamencas de estos dos grandes artistas.
La noche comenzó con un saluda del Presidente de la Peña, Juan Reyes, que agradeció a los socios y socias su asistencia y colaboración. En su presentación, el responsable de la Peña de Marchena, ya vaticinaba que la Casa Fábrica se pondría boca abajo con el plantel que iba a pisar el escenario y efectivamente así fue, el público se puso de pie, lleno de júbilo y satisfacción en las dos actuaciones.
Abrió este recital José Montoya Carpio, “El Berenjeno”, un joven cantaor gitano, de Jerez de la Frontera del barrio de la Plazuela, una de las columnas vertebrales del flamenco de Jerez. José, viene de unas de las familias cantaoras consideradas históricas, la de los Carpio, emparentada con los Moneo, Rubichis y Agujetas. José, como todos los gitanos que se crían en el entorno flamenco, canta desde muy pequeño y aprende en las reuniones familiares con grandes artistas como Manuel Moneo, el Torta, Manuel Carpio el Garbanzo, el Mijita o su abuelo Alfonso Carpio, “El Berenjeno”, de quien hereda con orgullo su nombre artístico.
Le acompañó a la Guitarra un muy buen acompañante del cante, al que le suena la guitarra para rabiar, Antonio Malena Hijo. Los que pudimos disfrutarlo vimos como se movía como pez en el agua ensamblando los toques de Melchor de Marchena, Manuel Morao y Manuel Parrilla, una mezcla explosiva que engrandecía tercio a tercio el magnifico recital de “El Berenjeno”.
Comenzó su recital por tientos quebrando su voz hacia dentro y a fuera, recordando y dejando en el aire los ecos de Fernando Terremoto viejo. Siguió su camino llamando a las puertas de la soleá, y aquí estuvo enorme, se acordó de todos o de casi todos, pasando por Joaquín de la Paula, por Tomás Pavón y Mairena dejando un sabor en el aire a fatigas y sabia nueva.
Casi morimos escuchándolo por seguiriyas, gran jondura y dominio de los quejíos y lamentos que se afinaban magistralmente en los sonidos que lanzaba al aire Antonio Malena Hijo.
Siguió su camino adentrándose por fandangos, donde predominaba el eco de Caracol con muchos aires personales, y redondeó su actuación por bulerías donde se acordó de toda su familia y sus maestros de Jerez. Se levantó de la silla varias veces para hacerse su bailecito jerezano, terminando de meterse al público en el bolsillo ya extasiado de tanto arte que derrochó el calorró jerezano.
Después de un breve descanso, le tocó el turno a la fiesta más genuina de Utrera, sentimos a través de Mari Peña, el eco de los Buenos y de las Buenas, de los Pininis y Perrates, de los Sotos y los Peñas, genes todos ellos que corren por la sangre de esta gran cantaora.
Mari Peña, cantaora de estirpe, estuvo muy bien acompañada por su marido, el guitarrista nimeño, Antonio Moya, fundamental y pieza clave en su obra. Antonio, es un guitarrista que viene muy de la mano del Gran Pedro Bacán y acompaña tanto para el cante como para el baile a muchas figuras del flamenco. Estuvo magníficamente arropada por su hija Manuela, una artista que está llamada a gobernar los escenarios de nivel en un futuro muy próximo, y de José Charrúa sobrino de la titular de la contienda.
La señora empezó cantando por esa bulería por soleá tan única e irrepetible de Utrera, a la melodía y a compás de las alboreás gitanas. De verdad señores/as, que los que no estuvieron allí se perdieron el mejor de los Yelis, no había boda……. era la Mari que nos estaba casando a todos. Aquí fue donde me rompí metafóricamente la camisa. Era un espectáculo indescriptible, ver como esa gitana se movía por todo el escenario y verificar que su cuerpo a compás cantaba mejor o igual que su garganta.
Siguió su lucha con unos tientos- tangos, marca de la casa fruto de su propia personalidad. Digo lucha por que ella se pelea con el cante de tú a tú, sin cobertura de ninguna clase, solo con el escudo de la lealtad y la franqueza. Es increíble los giros de agonía que despliega en ese cante, para luego salir hacia arriba con una esplendorosa y limpia dulzura. He escuchado mucho cante pero como esos tientos de Mari ninguno.
Cuando empezó a acordarse de toda su estirpe por soleá, rememorando a todos sus antepasados, hubo gente del público que lloró literalmente, sobre todo cuando se recogía por dentro como lo hacía la Fernanda de Utrera, que buen y fiel recuerdo le bridó Mari a su tía Fernanda por Soleares de Utrera…… ¡!simplemente sublime!!.
Continuó por cantillas, la madre de los cantes de Cádiz, pero donde Utrera siempre tuvo algo que decir, aquí eran los Pininis los que estaban debajo de su cante. Terminó su fantástica actuación por bulerías de Utrera y Lebrija, con benditas inmiscusiones antológicas por cumplés que recordaban a su tía Bernarda.
En definitiva Mari Peña puso un broche de oro a esta reapertura de la Peña Flamenca de Marchena, por si lo del Berenjeno hubiera sabido a poco, ¡vaya singular noche vivida con la propiedad de dos grandísimos artistas!.