Opinión: Alvaro López: «Así es mi Domingo de Ramos»
José Antonio Suárez López
Álvaro López. Miembro de la Junta de Gobierno de la Hermandad de la Borriquita. Texto publicado en el Domingo de Ramos 2020.
Es difícil expresar lo que uno siente el día de hoy. Sí, por fin ha llegado él día que llevas todo el año esperando, pero como ya sabes, no va a ser como habías imaginado. Soy un joven que casi alcanza los 18 años de edad, y sé que sigue siendo Domingo de Ramos, y que hoy mas que nunca debemos recibir al Señor como Mesías, y debemos abrirle las puertas de nuestro corazón como abriríamos las de San Agustín, como bien decía hace unos días mi Hermana Mayor. No obstante, hoy no, hoy no es «Mi Domingo de Ramos».
Mi Domingo de Ramos es llegar a San Agustín tan temprano que no hay casi nadie y comenzar a ver a los tuyos, a los de todo el año, y no necesitar palabras hacer ver lo nerviosos que estamos. Ir preparándolo todo y preguntar si queda algo, comenzar a dar vueltas y vueltas y ver como el momento va llegando.
Mi Domingo de Ramos es entrar a la iglesia, y quedarme diez minutos tan solo mirando, y comenzar a pensar en el tiempo que llevabas esperando que se hiciera realidad ese momento, el ver a tus titulares en sus pasos y en el altar mayor esperando. Y salir al patio a escuchar la bendición de palmas, y comenzar a escuchar esos cantos que solo puedes escuchar una vez al año.
Mi Domingo de Ramos es celebrar la misa mirando al altar, y ver lo guapa que va la Virgen y la hermosura del Señor de la Paz. Y leer la Pasión desde el altar, y mirar hacia la puerta, y ver la iglesia llena, y los niños correteando con su palma en la mano.
Mi Domingo de Ramos es estar de rodillas tras comulgar y clavar la mirada en Nuestro Padre Jesús de la Paz y sentir que solo estamos Él y yo. Y escuchar a nuestro coro, que un año más está cantando «Amando hasta el extremo», y estar ansioso por que pasen 5 minutos más, y que juntos cantemos la Salve a María Santísima de la Palma.
Mi Domingo de Ramos es quedarme en San Agustín hasta que todas las bancas estén retiradas y toda la iglesia preparada. Y cuando por fin no queda nada, ir a casa y reunirte con los tuyos. Y almorzar en dos segundo, porque ya vas mal de tiempo, y prepararte de nuevo, esta vez con el traje de músico, el atril de calle y la flauta travesera.
Mi Domingo de Ramos es entrar en la iglesia y, tras terminar la oración, ver como se abren las puertas, escuchar el llamador de los dos pasos al mismo tiempo, y permanecer en ese mismo rincón de todos los años, hasta que el misterio llegue al dintel y los costaleros vayan a tierra, hasta que suene la marcha real y aplauda Marchena entera.
Mi Domingo de Ramos es salir a la puerta, formar la fila de la banda, y poniendo en el atril la primera marcha, sentir los mismos nervios que cualquiera que esté en la plaza, porque pensamos que es imposible que un año más salga de nuestra puerta ese palio de malla. Y el director da la señal, y suena el Himno de España, la Virgen ya está en la calle y poco a poco avanza mientras suenan los tambores que darán paso a la marcha.
Y sin apenas darnos ni cuenta, el reloj marca las diez de la noche, y la Virgen ya está en la puerta, y mientras suena la última marcha toda la plaza queda en silencio, y un solista alza su instrumento, para que una vez que acabe su momento, y comience de nuevo la banda, salga entre aplausos María Santísima de la Palma. Y llega el final del Domingo, y parece que todo se acaba, y cuando ya no queda nadie, mas que yo y ella, cara a cara, la miras a los ojos, y desde el corazón le dices «Gracias».