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Opinión: Lo que Jesús Lino nos enseñó

JOSÉ A SUÁREZ. PERIODISTA

Escribir sobre Jesús Lino Rodríguez, apenas unos días después de haberse ido con 74 años y dejar un archivo de más de 60.000 fotografías, pero sobre todo de compartir sus risas y conversaciones bajo el sol de la Plaza de Abasto de Marchena, hace que este texto se convierta en un ejercicio de nostalgia y reconocimiento a una persona que fue mucho más que un fotógrafo o educador. Fue un carismático puente entre mundos distintos, un verdadero amigo para todos, una cualidad cada vez más escasa y necesaria.

Ahora recuerdo y echo de menos su don para hacernos sentir como en casa, junto a él, da igual dónde o con quien.  Su presencia era un remanso de paz en un mundo a menudo demasiado ruidoso y fragmentado, pese a que no dejaba de tener sus momentos de genio aunque no muchos y las más de las veces su caracter era apacible, cercano y con un punto irónico. Y como lugar y ejemplo, su casa y su patio de entrada lleno de macetas donde compartimos tantas confidencias.  Desde que en Mayo del 97 empezamos a ir por Osuna para dar forma a un nuevo periódico escrito Osuna Información, Jesús poco a poco fue haciéndose imprescindible para aquellos que tuvimos la suerte de conocerlo. 

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Jesús, era un niño de popstguerra, educado en el colegio de San Agustin de Marchena, cuya gran virtud es que con él no había barreras de origen, procedencia, o estatus social o ideas. A todo el mundo sabía darle su sitio. Él tejía redes entre sus amigos y conocidos con una facilidad envidiable, convirtiendo cada encuentro en una oportunidad para aprender y compartir. Esta era su lección más valiosa: la importancia de esos espacios de encuentro, donde lo humano y lo afectivo superan cualquier división artificial. Espacios de encuentro cada vez más escasos y necesarios. 

Jesús se había convertido en una figura casi paterna para muchos de nosotros, especialmente en las reuniones de jóvenes periodistas y escritores en Osuna como Francis López, Quico Chirino, que escribían columnas de opinión o Juan Carlos, que escribía de hermandades. Su seguridad y su don de gentes eran abrumadores, sí, pero era su genuina generosidad y su interés auténtico por los demás, sin artificio, lo que realmente nos marcaba. 

En medio de uina entrevista con algun personaje oficial, hacía improvisadas preguntas al entrevistado y daba siempre en el clavo. 

Gracias a Jesús en Marchena conocí a señeros cofrades como Federico Martínez, entre otros y Joaquin León Salas y traté más en profundidad a muchas personas, entre ellos al que fuera concejal de Festejos, Fernando Berdugo.

Ahora que ya no está, me doy cuenta de la profunda huella que ha dejado en nuestras vidas por esas capacidad para hacernos sentir como en casa, para protegernos y tratar de guiarnos.

Jesús fue tan conocido y querido en Osuna como en Marchena, su pueblo natal. Y aunque en Osuna llegó siendo un extraño, no pasó mucho tiempo antes de que todos lo sintieran como uno más de la familia. Su legado no solo perdura en los recuerdos de aquellos que tuvimos la fortuna de conocerlo, sino en sus más de 60.000 fotografías que permanecen en su archivo, en sus carteles en su colaboración constante con el mundo cofrade. 

Así recuerdfa su llegada Francisco Pérez Vargas, en El Pespunte, «Para la mayoría de nosotros era un desconocido, pero poco a poco con su forma de ser, se ganó totalmente nuestra confianza y su vena cofrade nos sirvió para entregarle la nuestra: formal, atento, incansable, desinteresado, listo y artista, nos vino al mundo cofrade ursaonés como un regalo de Dios».

De sus fotos nos queda el crucificado de la Misericordia que se convirtió en su hermandad de la mano de José A. Cabello y en cartel oficial de 1999 y su colaboración para ampliar y mejorar la revista oficial de las Hermandades de Osuna de la mano del periodista de ABC José María Aguilar y colabora en todo tipo de gestiones cofrades con el Presidente del Consejo, Pedro Santana por lo que en 2015 el rincón cofrade le dedica un homenaje. 

La última vez que nos vimos compartimoos la alegría por el nombramiento de Francisco Chirino, aquel joven estudiante con el que compartimos algunos recuerdos en Osuna que se convertiría en director de El Ideal de Granada. Jesús siempre decía de Chirino y de Francis López que eran dos «monstruos».  Chirino, a pesar de su brillante futuro y carrera no deja de recordar cada vez que tiene ocasión sus orígenes en Osuna y no cesa de nombrarnos a mí y a Jesús. Creo que esto le define a la perfección, pues por muy alto que se llegue, el árbol nunca olvida sus raíces. 

Francis, otro colaborador de Osuna Información y hoy de El Pespunte, nos deslumbró desde el principio porque ya hacía lo que le daba la gana con el lenguaje, destacando por su imaginación y creatividad, marca de la casa en libros como Osuna Adentro, poemas,l artículos o  Los vivientes supremos. 

En el fondo, Jesús Lino lo que hizo realmente bien fue enseñarnos a vivir, y que, más allá de nuestros roles y responsabilidades, lo que verdaderamente importa es cómo tratamos y nos relacionamos con los demás, en la tolerancia y el diálogo abierto en un mundo cada vez más dividido y complejo. Lino nos recordó el poder unificador de la generosidad y la tolerancia. Y aunque Marchena nunca le otorgó el reconocimiento que merecía y merece, su legado y su espíritu generoso permanecen.

Fotografías: José Antonio Cabello, Familia J.Lino y Curro Pérez