Como puede uno pasar por la catedral de Sevilla y no admirarla. Hoy he pasado una mañana difícil de olvidar con un nudo en el alma caminando por las calles de Marchena con los músicos de la Agrupación musical Dulce Nombres de Jesús.
Dos horas caminando y hablando con ellos y he pensado lo injusto que es que le dediquemos atención solo a lo que es tremendo.
Creo que hoy los he conocido mejor, y he visto un grupo joven con veteranos que llevan toda la vida en lo suyo. A veces sucede que no vemos eso que lleva toda la vida ahi, delante de nosotros, por mas bello que sea, como la Catedral en Sevilla.
No me cabe en la cabeza esos sevillanos que presos de la prisa pasen por la catedral sin levantar la mirada. La música nos eleva.
Hay que levantar la mirada, elevarse y ver lo hermoso levantarse, la alegría cotidiana que crece entre las desdichas, por el corazón noble de lo sencillo. Y no lo vemos. No miramos.
Solo vemos la cruel algarabía de lo irracional que se nos escapa y nos desconsuela, tal vez porque pensemos que no aprenderemos nada de eso o tal vez porque no nos llama la atención.
Eso sí rápidamente prestamos atención al que llega nuevo, al vendedor de humo, al impostor, aunque el corazón nos diga que nos va a desvalijar el alma. Pese a ello la mirada se nos va detrás de lo nuevo como si fuera la solución a nuestros males.
Tal vez habría que mirar más a las bellezas de la bondad cotidiana y engancharnos menos a las crueldades útiles a alguien que ni sabemos quien es ni sus intenciones.
Si nadie mirara ese disparate nocivo, de la mediocridad falsa y vacía tal vez acabaría desapareciendo. Y renacería la esperanza. Lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida.
JOSE ANTONIO SUAREZ. Periodista y marchenero,