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Pecados y secretos inconfesables del clero revelados ante la Inquisición

El diez y siete de Febrero de 1561 con 71 años el que fuera prior de los dominicos andaluces y fundador de Santo Domingo Padre Baltanás (1488-1567) fue encarcelado por la Inquisición de Sevilla acusado de tocamientos deshonestos a monjas, por 70 testigos, 13 frailes y 57 monjas.

Siendo Vicario de la Orden Dominica fray Domingo de Baltanás aconsejó al I Duque de Arcos Rodrigo Ponce de León, hacer un voto a San Pedro Mártir de fundar un convento dominico en Marchena si llegaba el heredero que tanto ansiaba.

«Y creyendo la dicha religiosa que le decía la verdad se juntaba con él carnalmente y tocando a las mujeres en su miembro genital, les hacía la señal de la cruz y decía Christus Vincit; Christus Regnat y estando con ellas les decía sois mi hija sois mi esposa».

Según recoge el documento «Relación de los méritos sacados del processo de Fray Domingo Baltanás», que se encuentra en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, sección «Inquisición», legajo 4519,

Juan de los Ríos Baeza, confesor, vicario y natural  de Marchena  sufrió proceso de fé en el Tribunal de la Inquisición de Sevilla, por solicitante y molinista en 1748 por los tocamientos a que sometía a las feligresas de San Sebastián en la misma iglesia y en las casas.

Fue interrogado y torturado por la Inquisición en Sevilla y los calificadores del santo Oficio lo vieron culpable de molinosismo o molinismo, solicitación y lo acusaron de ser sospechoso «de levÍ» aunque no de «vehementi» según el documento «Alegación fiscal del proceso de fe de Juan de los Ríos Baeza, originario de Marchena, seguido en el Tribunal de la Inquisición de Sevilla, por solicitante y molinista». INQUISICIÓN,3736,Exp.192

Sebastiana de Alvarado de 25 años «dijo que  siendo este reo confesor de la declarante en dicha villa de Marchena la abrazó y aún la metía su mano por la abertura de las enaguas  estando enferma se echó encima de su cama» con el fin de que tuviese «mucho amor de Dios» y que «le tomaba la boca en la suya chupándola hacia adentro».

El secreto mejor guardado del convento de Santa Clara es que el clérigo y maestro de música Jerónimo de Peraza de las catedrales de Sevilla y Toledo tuvo varios hijos Blasina de Mendoza, a quien conoció en casa de sus padres siendo doncella honesta y antes de ser llevada al convento de Marchena por Juana Ponce de Leon, hermana del duque de Arcos tras el embarazo.

Según el expediente de limpieza de sangre del hijo, el 3 de mayo de 1604, la monja de Santa Clara de Marchena Blasina de Mendoza, declaró que tuvo a Gerónimo de Peraza hijo, de Gerónimo de Peraza padre. Además tuvo un hermano del mismo padre: Juan de Peraza, hermano  que en 1570, era ministril de la Catedral de Salamanca.

Jerónimo de Peraza padre  «entraba en su casa a enseñarla ya cabo de algunos días la dicha D.a Blasina, su hermana, pareció estar preñada  del dicho Gerónimo de Peraza. y andando el tiempo sin dar quenta a los dichos sus padres ni que lo entendiesen parió un hijo al qual se puso nombre Gerónimo de Peraza» dice la hermana de Blasina.

«Estando esta declarante en casa de sus padres, habrá veynte y siete años, poco más o menos, la dieron por maestro de tañer e cantar al dicho racionero, Peraza.  El qual con muy gran secreto y recato, trató de amores y amistad con ella, de la qual hubieron por su hijo al dicho Gerónimo de Peraza».

Sor Isabel del Socorro de 20 años, monja profesa de velo blanco de San Andrés de Marchena, guiada por su confesor extraordinario Fray José de Ubrique, religioso Capuchino del convento de Marchena, dirigó una carta de delación al Tribunal de la Inquisición de Sevilla el 3 de abril de 1786.

Sor Isabel del Socorro reconoció en su carta que hacía dos años se confesaba con Manuel de Santa Gertrudis y que «en todas las confesiones le habla en materia de amores, (…) y la mayor parte de las veces le habla palabras muy feas y torpes solicitándola carnalmente, tanto que ha dicho de subir desde los corrales para tener que ver con ella. Una vez por el confesionario hizo ademán de tocar la cara de ella mientras le decía «te quiero y estimo mucho y hago estas cosas  por lo que te quiero».

María de los Dolores López, conocida como la beata Dolores, fue condenada en Sevilla por la Inquisición el 24 de agosto de 1781.

Aunque sus padres fueron piadosos cristianos, ella no siguió su ejemplo y ya a los doce años se escapó de casa para irse a vivir con su confesor. Pero a éste comenzó pronto a remorderle la conciencia. Murió cuatro años después, aterrorizado por la condena que el Diablo le tenía reservada por tan grave pecado.

Dolores era ciega, pero bella e inteligente; aprendió a leer y escribir sin que nadie la enseñase. Quiso entrar como organista en un convento de Carmelitas,  pero no fue admitida. Entonces se trasladó a Marchena donde tomó los hábitos de beata. En aquella época había beatas en Santa Isabel.

Sin embargo, como la cabra siempre tira al monte, Dolores repitió la historia y de nuevo se lió con su confesor, en este caso un sacerdote de Lucena. Esta vez, la autoridad tomó cartas en el asunto y el hombre fue detenido y encarcelado, siendo más tarde recluido en un convento de clausura para evitarle caer en nuevas tentaciones.