Los niños Toribios era el nombre que recibian popularmente a los huérfanos recogidos por Toribio de Velasco, un asturiano que en la Sevilla del siglo XVIII se dedicó a recogerlos primero en su casa y posteriormente en un hospicio según explica el Archivo Histórico provincial de Sevilla.
“… resolví dedicarme a Dios Nro. Señor y en el tpo. de la vida que su Magestad fuese servido darme por complacer a su Magd. hacer alguna obra que fuese asepta a su misericordia, con consejo y pareser de personas doctas de la relixión de mi Padre Santo Domingo, a quienes manifesté mi yntensión, tomé el ynstituto de recoxer pobres niños desamparados, a quien por faltarles sus padres por aberlos éstos abandonado, andavan por las calles y plasas públicas de esta ciud. bagueando, con el fin de enseñarles la doctrina christiana y las primeras letras, darles oficio según a lo que cada uno se aplicase, y a los más ábiles darles estudio para que todos correxidos y doctrinados, no solo no sirviesen de gravamen a la República, sino que se logren en el servicio de Dios Nro. Señor, manteniéndose ésto sin rentas fixas sino a la Divina Providencia, y para que ésto fuese fixo y permanente los suxetos de dha relixión de Predicadores me dieron las reglas conbenientes, y devo a ellos no solo el fomento de dha obra donde actualmente tengo ciento sincuenta criaturas, sino el aberme puesto en tal paraxe que porque se logre cada una en servicio de Dios diera mill vidas(…)”
Primer folio del testamento de Toribio de Velasco (22 de agosto de 1730). En él pide a los Cabildos eclesiástico y secular que se hagan cargo de la continuación de su obra, que desea bajo la protección de la Orden de Predicadores, y nombra como albaceas a sus protectores, el marqués de Ripalda y el arzobispo de Sevilla, y a algunos religiosos, priores de distintos conventos, junto al canónigo de la catedral.