San Ginés: ermita, lazareto, manantial y molino de aceite
José Antonio Suárez López
San Ginés es uno de los lugares más interesantes del pasado de Marchena. Las fuentes históricas antiguas nos cuentan que aquí había una ermita donde vivían ermitaños. De esta época se encontraron algunos restos romanos en la zona. Además hasta hace cincuenta años tuvo una fuente pública para el ganado. Era el inicio del camino de Osuna y Granada y fue usado como lazareto en las epidemias del XIX.
San Ginés de Arlés (San Genesio) fue un mártir cristiano que falleció decapitado en 303 bajo el mandato de Diocleciano en el municipio de Trinquetaille, al pie de una morera. Nombrado secretario de un magistrado romano y le fue dictado el decreto de persecución de los cristianos pero se negó lanzando las tablillas de cera donde tomaba sus notas a los pies del magistrado y huyó. Fue capturado y ejecutado.
Además San Ginés es un importante yacimiento arqueológico poblado desde el neolítico y donde aparecieron dos vasos campaniformes que se conservan en el Museo Arqueológico Nacional y varias tumbas romanas.
Además San Ginés tiene una Almazara de doble piso y patio central en unas dependencias de molino incluyendo trujales, sala de prensa y restos de antiguas cuadras según el IAPH.
San Ginés eran además un lugar rico en aguas subterráneas donde se construye una ermita, habitada por ermitaños, y donde había unos pilares con agua para el ganado que en el XIX se convierten en uno de los lavaderos públicos del municipio.
Lo que hasta entonces era un abrevadero de ganados comienza a ser usado como lavadero publico -San Ginés y de la Ventilla-, por lo que el Ayuntamiento publica unos edictos «en los que se prohíbe lavar la ropa en dichos pilares bajo la pena de multa que se estime conveniente» según explica Pepe Villalobos en su obra Siglo XIX Tomo I Decadencia Guerra y Revolución.
En 1800 el arzobispo de Sevilla don Luis María de Borbón cedió las ermitas de San Roque y San Ginés para que sirvieran de lazaretos para curar a los enfermos y fortalecer a los convalecientes de la epidemia de fiebre amarilla, al mismo tiempo que el pueblo se cerraba y confinaba y se establecía una zona de va desde el camino de las cuestas hasta San Ginés y se prohibía enterrar a las victimas de la epidemia en los templos.
En 1824 el Arzobispado ofrece al Ayuntamiento de Marchena la venta de las abandonadas ermitas de San Ginés en la salida hacia La Puebla de Cazalla y San Roque, que luego se convierte en cementerio municipal, que junto con Santa Justa eran las tres ermitas rurales del entorno de Marchena.
De nuevo en 1830 el Arzobispado comunica por escrito al Ayuntamiento que quiere desprenderse de las ermitas por la cantidad anual que se estipule, incluyendo los edificios de las ermitas de San Ginés y San Roque, y los terrenos circundantes que disfrutaban los antiguos ermitaños pero el Ayuntamiento entonces no está interesado. Será con la reiteración de las epidemias y la prohibición definitiva de enterramiento en todas las iglesias cuando el Ayuntamiento decide finalmente instalar el cementerio municipal a finales del XIX en la ermita de San Roque, junto al lavadero.
Igualmente el Ayuntamiento se ve en la obligación de traer al pueblo el agua de San Ginés y del “El Lavadero”, situados ambos a más de una milla de la población teniendo en cuenta que la única fuente del pueblo estaba en mal estado y no se podía usar.
El Ayuntamiento acuerda que los peritos estudien la conducción de las aguas desde el manantial de San Ginés hasta el pueblo solicitando, licencia al Real y al Consejo de Castilla para emprender la obra.