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Las joyas de Palacio Ducal que aún quedan entre los muros de los conventos marcheneros

José de Medina, administrador del Palacio y Casa Ducal a principios del XIX defendió con uñas y dientes los intereses de la Casa Ducal, frente a la hostilidad del Cabildo municipal que se había desentendido por completo de la necesidad de conservar el edificio del Palacio Ducal.

Debido a la carga económica y al lastre feudal que representaba en Palacio Ducal, el Cabildo municipal no quiso asumir el coste de reparar el edificio cuando aún tenía arreglo. El calamitoso siglo XIX español, puso las bases de la ruina y Mariano Téllez, el Duque derrochador, le dió la puntilla. Se subastaron hasta las piedras, vendidas al peso. El resto son ruinas y obras de arte diseminadas por los conventos marcheneros.

No tenemos el Palacio pero tenemos los documentos y el arte, capaces de contar su memoria perdida.

Una de las joyas del Palacio era la cabeza de San Juan Bautista, que los duques tenían en sus habitaciones, y usaban como antídoto milagroso contra el dolor de cabeza, tallada por el francés Nicolás Cordier. O la sortija de diamantes con la que se casaban las duquesas que también conservan las monjas.

Edán y Eva de Durero, grabado conservado en el convento de Santa Maria.

Lucas Jordán, Murillo, Durero, Rubens,-diseñador de los tapices-, Ribera. Es el listado de artistas relacionados con el Palacio Ducal marchenero, bien porque trabajaron directamente para él, o porque sus obras acabaron en las colecciones ducales.

Los Reyes Católicos, Colón, Carlos V, son algunos personajes que se alojaron en él. Los expertos creen que si existiera, el palacio de Marchena se asemejaría al de Pilatos de Sevilla y sería el principal polo de atracción turístico y cultural.

Lucas Jordán del convento de Santa Maria de Marchena.

Las colecciones artísticas ducales conservadas en el Convento de Santa María darían para llenar un museo de gran calidad, como el San Agustín, posiblemente de Ribera, que se guarda en el templo del mismo nombre. También hay obras de Francisco Pacheco o El Divino Morales.

San Agustín de Ribera.

Todas las iglesias y conventos marcheneros están perlados de obras de arte excepcionales donadas por los Duques en diversas épocas, especialmente por la muy culta Guadalupe Láncaster, que fue una de las últimas grandes duquesas de Arcos.

La cultura y el dinero de Doña Guadalupe le llevó a apoyar expediciones descubridoras o evangelizadoras en Armenia, California o Japón y esto se reflejó en su correspondencia y en sus donaciones a Marchena. En los grabados del convento hay escritos  de una japonesa que se convirtió al cristianismo.

Más joyas. Piezas de marfil procedentes de Japón traídas por jesuítas y conservadas en Santa Isabel. En este templo también hay pinturas flamencas, la exaltación de la Eucaristía y el niño Jesús coronando santos y un espejo coetáneo y similar al de la Meninas, donado por los Duques. Entre la colección artística de Joaquín Ponce de León, el hijo de Guadalupe, estaba Las Meninas de Orset, un estudio previo de pequeño formato hecho por Velázquez.