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Un manuscrito presentado en la Maestranza de Sevilla recoge la fama de los equinos y caballerizas ducales de Marchena

La fama y prestigio de los caballos de Marchena, principalmente de los criados en las caballerizas ducales, aparece recogido en el libro «Adiciones a la Doctrina del Cavallo y Arte de Enfrenar» un manuscrito de 1731 escrito por el trabajador de las caballerizas de Córdoba  Alonso García ha sido publicado con el apoyo de la Consejería de Turismo y la Real Maestranza de Caballería de Sevilla cuya edición ha sido presentada en Sevilla el pasado 14 de Febrero. Recoge los hierros y criadores de los principales pueblos andaluces.  

Presentado en Sevilla la edición de un manuscrito del siglo XVIII que habla del caballo en Marchena

Una familia de Ecija conservaba este manuscrito de Alonso García es «casi un libro», cuyas páginas que fueron cosidas a la edición de Zúñiga y que estaban en la biblioteca familiar y que supone una importante aportación histórica por los datos que incluye sobre quienes eran los principales criadores de caballos en cada municipio. 

Han colaborado en su puesta en valor los investigadores Juan Cartaya Fátima Alcón, Juan Carpio y José Campos Cañizares, además de Gerardo García León en la transcripción del texto y las fotografías de Daniel Salvador Almeida González.

El texto según Cartaya, es valiosísimo registro de hierros y de cabañas equinas de la época, que puede remontarse sin dificultad alguna incluso hasta los siglos XVI y XVII, y que nos muestra con claridad la riqueza y la gran variedad ganadera que existía en la Andalucía. Un registro inédito, excepcional, de unos encastes largo tiempo atrás desaparecidos, y hoy recuperados –al menos, sobre el papel– gracias a la edición que se ha presentado.

El manuscrito incluye referencias a los juegos públicos de cañas y de toros y es una respuesta al libro que escribió Gregorio Zúñiga editado en Lisboa, en 1705 desacreditando a los jinetes andaluces. Uno de los señores de Cabra encarga a su servidor Alonso García,  entendido en caballos y trabajador de las Caballerizas Reales de Córdoba- que escribió unas correcciones.

En el texto aparecen interesantes e inéditas referencias a los caballos de Marchena en especial a los criados por el Duque de Arcos en sus caballerizas palaciegas ubicadas en la explanada de Santa Maria como que acabaron en el Palacio real de Londres por regalo del Duque al Rey de Inglaterra. 

CABALLOS DIGNOS DE REYES

Para conseguir un caballo de pura raza española no bastaba con tener dinero. Había que pertenecer a la realeza, a la nobleza o a la alta jerarquía religiosa; por ello adquirirlo se consideró un privilegio, y fueron los caballos españoles los elegidos para las pinturas ecuestre de los Reyes en toda Europa.

La relevancia de la monta española en Europa se afianzó con la creación de la Real Escuela Española de Equitación de Viena, fundada por el archiduque Carlos de Austria en 1572. El regalo que recibió el archiduque por parte de su primo Felipe II, durante su visita a la corte, de varios caballos de pura raza española, fue el origen de esta creación.

Caballerizas de Córdoba.

Los grandes maestros utilizaron el caballo español como modelo y referencia para todas las escuelas reales de equitación de Europa fundadas tras la de España que tuvo su origen en Córdoba. La Casa Real creó una raza única de caballos de pura raza española (P.R.E.) que se consideraba digno de Reyes, de hecho los monarcas extranjeros a menudo recibían regalos de caballos de nobles españoles por lo que la preocupación por conservación de la raza ha sido constante. 

Para ello se crean las Caballerizas Reales de Córdoba en 1570, en el mismo lugar donde el califa cordobés tenía sus ejemplares, siendo de esta forma Córdoba la ciudad que dio origen a esta raza. El rey encargó a don Diego López de Haro, I marqués del Carpio, la creación de las Caballerizas Reales de Córdoba en 1570.

Caballerizas de Ecija.

El caballo procedente de las dehesas andaluzas fue considerado como un preciado regalo, según se deduce de la sugerencia hecha por el embajador Guillermo Rodolfin al rey de Inglaterra, Carlos II Estuardo (1630-1685) de que debía tener en sus cuadras caballos españoles.

Finalmente el rey inglés consiguió seis caballos españoles procedentes de Marchena a través del regalo que le hizo el VI duque de Arcos, Manuel Ponce de León (1673-1693), y de este Rey inglés se conserva una carta de agradecimiento donde el monarca británico habla de la belleza de dicho caballo marchenero. En el siglo XVIII se construyen las caballerizas del Palacio Ducal de Marchena en la explanada de Santa María que estuvo en pie hasta principios del siglo XX.

Así los nobles andaluces como los Duques de Arcos, desde su palacio de Marchena, y el resto de sus municipios, se convirtieron en importantes ganaderos que facilitaron caballos para el servicio del rey como demuestra el registro que mandó hacer el IV duque de Arcos, Rodrigo Ponce de León, de los caballos de Ubrique, Grazalema, Benaocaz y Villaluenga del Rosario para averiguar cuantos podrían ser útiles para el servicio real.

UN CABALLO DE MARCHENA LLAMADO ARCOS

El Duque de Sessa Félix Fernández de Córdoba y Cardona  gentilhombre de cámara de Carlos II recibió como regalo «un caballo de la casta» llamado Arcos que había sido criado en Marchena por el Duque de Arcos.

«La mejor estampa de bruto que vi en mi vida, por lo grande y conforme. En Madrid, le llegaron a temer tanto (…) que lo tenían abandonado. Dióselo el Duque a un vezino de esta villa y vasallo suio, don Antonio Gutiérrez de Medinilla, correxidor entonzes de  Baena. Tenía unas yeguas mui buenas y, viendo la estampa tan hermosa de este caballo, Arcos (que así lo llamábamos) lo compró, con ánimo de echarlo por padre, y en eso siquiera desfrutar aquel hermoso bruto. Teníalo en la caballeriza con tal respeto y miedo que, desde lejos, le servían la paja y la zebada. A este tiempo vine yo de Madrid a Baena  y, aviendo visto tan hermoso caballo, solo por él mismo, me hazía lástima que estubiera como perdido. Entreme a la caballeriza repetidas bezes, con mis acostumbrados halagos a los caballos.

Y, poco a poco, me fue tomando amistad, y de la mano las cosillas que le daba de comer, dejándose tentar (aunque cosquillosamente). Y, finalmente, llevado de mi  locura y enamorado con razón de aquel caballo, le hize echar la silla. Y, con un frenillo ligero, el cabezón y los anteojos, hize que me lo sacaran a la plazeta de palazio. Y, después de aberlo hecho pasear a la mano un buen rato, y dándole yo, tapado como estaba, algunas cosillas de comer, y halagándolo y hablándole, me puse en él a Dios y a ventura sin quitarle los anteojos. Y así lo paseé como un quarto de ora y, en quando en quando, parándolo y dándole cosilla de comer».

Para la guerra y el trabajo en el campo era fundamental el cuidado, propiedad y adecuado manejo de los caballos y las ordenanzas municipales de Marchena de la época reflejan la existencia de la dehesa comunal de las Yeguas, donde los marcheneros criaban los caballos usados luego en campañas militares y otras labores como las agrícolas. Además los gitanos aparecen como herreros haciendo herraduras en el grabado hecho en Marchena en este tiempo por Hoeffnagel. El Camino de las Yeguas que se inicia en la carretera de La Puebla, llegaba hasta una dehesa de las Yeguas comunal del concejo de Marchena donde se guardaban las yeguas que era necesaria en caso de movilización militar. La ordenanza municipal de 1530 establece multas para los caballos que pacían en huertas, olivares, trigales, huertas o viñas y los yegüerizos tenían prohibido juntar «una manada con otra» de caballos bajo pena de 120 maravedíes y estaban obligados a trabar los caballos desde la puesta a la salida del sol.

Caballerizas ducales de Marchena.

Desde el menos 1535 los caballos de Marchena iban a las campañas militares del Rey, en esa fecha se recoge noticias de que los vecinos denuncian al Alcaide del castillo de la Mota Diego Núñez de Prado porque «cada vez que le parece toma los Caballos y los da a los criados del Duque o a quien le parece contra la voluntad de los dueños. Y esto mismo sucedió con los caballos que fueron a Túnez. Y después los devuelve sin hacer pago de daños, ni costas y sin pagar cosa alguna como si las haciendas de todo fuesen suyas».

También se reforma el estrecho urbanismo medieval de Marchena abriendo calles nuevas para permitir una cómoda salida de tropas y caballos. La calle Carreras, «calle nueva» o «Carrera de los Caballos» se abre en tiempos de Rodrigo Ponce de León al al mismo tiempo que se reforma el Tiro y se abre la Puerta de Osuna o puerta Nueva.

El 24 de agosto de 1572 el rey Felipe II ordena a Luis Cristóbal, II duque de Arcos que se cumplan las leyes de los Reyes Católicos sobre alardes y «caballeros cuantiosos» y del propio Felipe II, en Marchena y otros pueblos del Estado de Arcos y manda que se hagan listas de los caballeros de cuantía en cada pueblo.

Los caballeros cuantiosos ya transformados en Hidalgos se negaban a participar en los alardes y campañas militares. El Rey ordenó entonces que pagara dinero quien no quisiera participar en las campañas militares lo que supuso el final de la caballería «de cuantía».

Todos los ciudadanos -salvo los hidalgos- con capacidad económica para mantener caballos formaban parte de la caballería de cuantía, premia o alarde, a modo de impuesto  que obligaba a mantener caballo, armas y a participar en los alardes anuales que debían ser supervisados por los alcaldes mayores, fueron reflejo de la cúspide económica local y en muchas ocasiones, controlaron el gobierno local.

En el «Libro de la gineta de España» de 1599 Pedro Fernández de Andrada, ya decía que las cunas del caballo español y andaluz son Córdoba y Jerez, con sus caballerizas reales, «y no tienen en menos estima los de «Ecija Jaén y Marchena».

La yeguada de Córdoba tuvo marcas para distinguirla del resto y eran las de mayor prestigio. Durante los reinados de Felipe III, Felipe IV y Carlos II, se importaron caballos de otros países como normandos, daneses, holandeses y napolitanos, aunque ya estaban llegando caballos desde Italia desde épocas anteriores.  Tras el incendio de las Caballerizas Reales de Córdoba en 1734, se llevó a cabo la primera remonta para el ejército de mil quinientos caballos, vendiéndosele a la Compañía de Jesús. 

Con Felipe V (1683-1746) se formalizó el registro de ganadería equina, con el nombre de los ganaderos que tuviesen un mínimo de cuatro yeguas y se crearon unos registros de ganaderos de caballos en cada municipio.

La tradición de marcar los caballos se afianzó con Fernando VI (1713-1759) que creó las leyes obligando a registros municipales con el fin de evitar los robos, obligando a todos los ganaderos de Andalucía, Murcia y Extremadura que tuviesen un hierro propio y que, para evitar duplicidades que realmente se dieron, se registrasen en los Ayuntamientos llevando un listado de ganaderos equinos en cada municipio.  

Con el fin de evitar robos, el rey Felipe V emitió una orden en 1712 mediante la cual mandó que a los caballos destinados al ejército se les cortara la oreja derecha y a las yeguas se le hiciera en la misma oreja una hendidura. Los caballos procedentes de las caballerizas reales tenían mayor fogosidad y estaban mejor formados que otras razas y por ello el caballo español mantuvo un alto nivel de expansión durante todo el siglo XVIII. 

El virrey de Nápoles, Pedro Téllez Girón, duque de Osuna, creó Caballerizas Reales de Nápoles, donde se desarrollarían dos tipos de caballos: los de Calabria y los de Apulia, que se contaron entre los más estimados de Europa y se llegaron a traer a España para cruzarlos con los españoles.