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Una sorprendete cadena de repentinas muertes y una beatificación reanudada 357 años después

El Obispado de Córdoba reabrió en 2020 la causa de beatificación de la marchenera Sor Ana Ponce de León o Ana de la Cruz, creando una comisión histórica integrada por cuatro sacerdotes para actualizar la causa de canonización iniciada y paralizada en Roma en 1665, hace 357 años.

Ahora la comisión deberá determinar las causas por las que el proceso se paralizó en 1665 y será nombrado un postulador de la causa de beatificación para impulsar dicho proceso al entender Monseñor Demetrio Fernández, Obispo de Córdoba, que Ana de la Cruz y su confesor Juan de Avila son un ejemplo  «para los cristianos de hoy y de siempre».

En la web San Juan de Avila se puede realizar una ruta por los principales hitos del año avilista, 2020 y por los lugares donde estuvo este santo en Montilla y Doctor de la Iglesia Universal.  «No se puede entender a San Juan de Ávila sin San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz, puesto que el origen teológico y espiritual de esa historia está tanto en él como en estos santos grandes del siglo XVI. Su figura iluminó todos los siglos desde el XVI hasta hoy”, ha manifestado» según Rouco Valera en el X aniversario de su declaración como doctor de la iglesia.

El obispo de Córdoba anunció en 2020 su voluntad de promover el proceso de beatificación de sor Ana de la Cruz por su relación con San Juan de Ávila, un acompañamiento que se prolongó toda su vida, primero como mujer casada y después como viuda hasta ingresar en el Convento de Santa Clara de Montilla.

LA SORPRENDENTE CADENA DE REPENTINAS MUERTES

Ana Ponce de León se considerada una fiel seguidora de Santa Teresa de Jesús y de Fray Luis de Granada, con el cual mantuvo relación epistolar aún después de que él se trasladase a Portugal.

Tal vez nunca quiso ser beata pero una cadena de repentinas muertes le llevó a ser monja clarisa en Montilla. Nacida entre el lujo del palacio Ducal marchenero en 1527 hija de los duques de Arcos, y hermana del futuro Duque Luis Cristóbal fue golpeada desde muy niña por una sorprendente cadena de repentinas muertes que asoló su vida y al de su familia y la dejó a merced de su confesor Juan de Avila.

Tras la muerte de su dos anteriores esposas su padre el I Duque de Arcos se casa en terceras nupcias con su cuñada, María Téllez-Girón de la casa de Osuna de quien nace Ana.

Pero cuando la niña tenía tres años la madre pierde la vida en el castillo de Rota veinte días después de dar a luz a su hermano Luis Cristóbal, el futuro II Duque y su propio padre el I Duque de Arcos muere dos días después. Se hace cargo de ella su tío Pedro señor de Osuna, conde de Ureña, que también muere en 1531 por lo que decide vivir con la esposa de su tio, Mencía, de la casa de los Guzmanes en Arahal, donde se retiraban de la vida pública las duquesas de Osuna y donde vivió educada por ella.

Una vida viajera: Marchena, Arahal, Osuna, Zafra, Montilla

Cuando cumplió  doce años el emperador Carlos V intentó casarla con uno de sus caballeros pero su tío el Conde de Ureña no estaba conforme con este enlace y la protege llevándosela a su amparo a Osuna. Allí su tío Juan Téllez-Girón, apodado El Santo, fundador de la Colegiata y la Universidad, le enseña valores como la misericordia y le prepara el mejor matrimonio posible dos años después.

Con 14 años en 1541 se convierte en duquesa de Feria al casarse en una boda famosa en su época con Pedro Fernández de Córdoba, con un dote de 68.000 ducados, uniendo sus descendientes las tierras del marquesado de Priego (Córdoba) con del ducado de Feria (Extremadura).

Sin poner pie en el lecho conyugal, su marido Pedro se va a luchar a Flandes con Carlos V hasta 1545 que como su hermano Luis Cristóbal moriría joven y protagonizaría los principales hechos militares de su tiempo. Por fin a su regreso la pareja se instala en Montilla en 1545. Como correspondía a un gran linaje llamado a heredar dos grandes estados, toman posesión de sus villas con gran ostentación y tren de vida. Viajaba en una carroza cubierta de plata. Primero van a Priego y luego a Zafra (Badajoz) para tomar posesión de sus bienes del ducado de Feria.

Pero el lujo termina para ella cuando con 19 años el entonces famoso predicador  y luego santo Juan de Ávila que estaba predicando la Cuaresma en Zafra, le hace ver lo ostentoso de su lujosa vida y Ana queda tan impresionada que lo hace su confesor, cambia de costumbres, y se vuelve espiritual y mística. Empezó a regalar ropa para vestir a centenares de pobres.

Retrato de Juan de Ávila (1580), por el taller de El Greco, Museo del Greco, Toledo. Patrón del clero secular español. 

La alegría llegó a la vida de Ana Ponce de León con su primer hijo Lorenzo que nació en Constantina en 1548, pero la alegría duró poco. Al año siguiente su esposo enferma por lo que se mudan a Priego y poco después muere su hijo con pocos años y finalmente muere en 1552 su marido.

Queriendo emparentas con la casa de Feria el Conde Pedro antes de morir deja escrito que su hija Catalina se casara con su tío Gómez de Figueroa, Duque
de Feria y embajador de Felipe II en Inglaterra, que finalmente se casa con Lady Dorner, dama inglesa.

Convento de Santa Clara de Montilla.

Viuda y habiendo perdido un hijo con 25 años intensifica entonces su vida espiritual y Ávila la orientó hacia la comunión diaria.

Ella quería ser laica recogida o beata bajo la obediencia de su confesor, Juan de Ávila que se negó y la hizo prestar obediencia a su suegra la marquesa de Priego manteniéndola sometida a los intereses señoriales.

En 1553, tras breves retiros y una profunda melancolía, y siguiendo el ejemplo de su abuela Beatriz de Pacheco,  viuda del Marqués de Cádiz, se convierte en monja clarisa en el convento familiar de Montilla, pepe a la oposición de su suegra, con el nombre de sor Ana de la Cruz, en una ceremonia en la que predicó Juan de Ávila, dejando a su hija, de seis años, al cuidado de la marquesa de Priego su suegra.

Palacio de los Duques de feria en Zafra. 

Su toma de hábitos fue tan inusual como subversivo. Tras dichas muertes se había encerrado en el monasterio para rezar y reflexionar y allí Dios mismo según su biógrafo el Jesuita Martin de Roa la instó a tomar allí el hábito lo que hizo sin respetar las reglas de su linaje ni la oposición de su suegra.

Salió del aposento y, encontrándose con la vicaria y maestra de novicias, hermana de su suegra, les pidió un hábito para probárselo; se lo puso y declaró que no pensaba quitárselo más.

Su suegra le reprochó su desobediencia y ella le respondió que sólo debía obediencia a Dios y el Padre Ávila intervino entonces argumentando que lo que se alcanza por oración está por encima de la voluntad de los hombres y defendió la libertad de las mujeres por encima de las ataduras familiares y de linaje, por ser superior la servidumbre a la propia alma.

Otro santo San Francisco de Borja, personaje clave en la fundación de Santa Isabel de Marchena dijo que «cuando entraba en Santa Clara de Montilla…sentía en si un respeto i veneración mas que humana, por la condesa».

En 1569, perdió a su maestro espiritual, Juan de Ávila, y a la marquesa su suegra; y en 1573 murió su hermano Luis Cristóbal. En 1574, con 27 años, murió su hija, Catalina Fernández de Córdoba, tercera marquesa de Priego y una de sus nietas, Catalina, muere en 1599.

Su nieta Catalina fue monja en Santa Ana de Córdoba fundado por Fray Juan de la Cruz, de la regla carmelitana reformada por la Madre Teresa de Jesús a quien Ana profesaba veneración y cariño.

Ya en el convento se dedicaba a los oficios más humildes, incluso recoger basura o acarrear ladrillos y hacía disciplinas públicas ante las hermanas. La oración intensa la tenía ocupada casi todo el día hasta que la abadesa le ordenaba cesar a medianoche por el daño a su salud, aunque seguía en sueños y a veces despertaba hablando con Jesucristo o llorando.  Recibía en su entendimiento el saber divino que registró por escrito según su biógrafo.

Beneficiaba con sus dones a las pocas monjas con las que tenía amistad como Leonor de Cristo, y al resto de monjas ayudaba cuando estaban enfermas mientras su confesor apoyaba sus visiones y refrendaba los mandatos divinos que recibía y pedía a sus poderosos parientes que ayudasen a los pobres, que eran una de sus mayores preocupaciones.

El 26 de abril de 1601 falleció a la edad de 74 años. Sus restos reposan en el coro bajo del convento.  Ayudó a incrementar el prestigio de su linaje, que alimentó su fama de santidad; que encargó a Roa su biografía.

Bibliografía

FERNÁNDEZ CORDERO, Mª Jesús, “Mujeres de la nobleza en relación con San Juan de Ávila”, en RIVAS REBAQUE, Fernando (ed.), Iguales y diferentes: interrelación entre mujeres y varones cristianos a lo largo de la historia, Madrid, San Pablo, 2012, pp. 283-340.

GRAÑA CID, María del Mar, “Notas sobre el fenómeno místico femenino en el monacato andaluz del siglo XVI”, en GONZÁLEZ DE LA PEÑA, Mª del Val (coord.), Estudios en memoria del Profesor Dr. Carlos Sáez. Homenaje, Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá, 2007, pp. 791-807.

JESÚS MARÍA, Juan de, La Santa Condesa: venerable Ana de la Cruz Ponce de León, Hinojosa del Duque, Córdoba, Imp. Buenestado, 2012.

ROA, Martín de, Vida de doña Ana Ponce de León, condesa de Feria, y después monja en el monesterio de Santa Clara de Montilla, en Córdoba, en casa de la Viuda de Andrés Barrera, 1604.

TRIVIÑO, Mª Victoria, Escritoras clarisas españolas, Madrid, BAC, 1992.