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Adiós al «Pololo»: la reforma de la Plaza Vieja la dotará de un nuevo aspecto

El espacio público más relevante de Marchena, la Plaza Vieja, Plaza del Padre Alvarado, Plaza de la Fuente, o Plaza del Pololo cambiará de rostro tras aprobar el pleno de Marchena un proyecto de reforma que incluirá la desaparición del Bar Pololo, una concesión municipal que no se renovará, la reforma de la estatuta del Padre Alavarado y la inclusión de nuevos elementos de juego y ocio. 

La reforma de la histórica plaza mantendrá la caseta de ladrillos del viejo Quiosco mientras que la estructura metálica del bar será demolida tras la no renovación de la concesión municipal por desistimiento de los adjudicatarios y fin del plazo de concesión. se prevé que en el lugar instale una placa conmemorativa a Antonio Jiménez Pololo.

La historia de Marchena se puede contar desde esta plaza, desde el siglo XV, cuando formó parte de los arrabales adosados a la muralla donde se instalaron los moriscos, junto al camino de Sevilla que se inicia en el Arco de la Rosa. Entonces se llamó Plaza de la Fuente, por estar alli el más importante punto de abastecimiento de agua pública en la Fuente de las Cadenas. En el XIX se traslada a uno de los muros de la plaza cuando se crea la Fuente de San Antonio que aun muchos confuden con la antigua fuente de las cadenas.

En esta plaza se fundó el primer hospital de Misericordia y el provisional y primitivo, convento de Santo Domingo, luego llevado al centro, el mercado público, las carnicerías, la casa de baños en el XIX, los Mesones y posadas desde el XVI y ya en el lsiglo XX la feria y la casa donde vivía Pepe Marchena. 

¿Tendrá en cuenta el Ayuntamiento todos estos hitos históricos para, a modo de azulejos o paneles explicarlo a vecinos o visitantes o se limitará la reforma a colorar nuevos juegos infantiles copmo está haciendo hasta ahora en otras plazas?.  Cuando no hay alma en quien toma decisiones y las reformas se hacen de espaldas a la realidad histórica del espacio público, la memoria colectiva se convierte en la auténtica alma de los pueblos. 

Pese a los hitos históricos relevanates que ha vivido esta plaza, los marcheneros la llaman Plaza del Pololo, por el Bar de Antonio el Pololo, que no solo era un negocio, sino una extensión del hogar de Antonio Jiménez. Cuando alguien entraba al bar, sentía que estaba en la sala de una casa. De hecho, la esposa de Antonio cocinaba en su casa frente al bar, y sus seis hijos incluso veían la televisión y crecían allí.

El quiosco Pololo, más que un negocio, es un símbolo de resistencia, y amor por el trabajo y resume la España y la Marchena de los años 50. A pesar de que la concesión del quiosco expiró en 1999, el legado de Antonio Jimenez vivirá a través de las historias que se comparten y se reviven cada vez que alguien menciona el icónico quiosco: a través de sus hijos y nietos. 

«Mi padre estaba cargando vagones de aceitunas, en el paso a nivel. Se cayó a la vía y un tren le seccionó la pierna derecha. Se la tuvieron que amputar con 22 años”. En el mismo año, a Antonio Jiménez «le amputaron la pierna, se hizo cargo del quiosco Pololo y se casó». Lo recuerda su hija  Desamparados Jiménez Falcón.

 Pero, en lugar de rendirse ante la adversidad, en ese mismo año, Antonio decidió abrir su propio negocio: el quiosco Pololo y el Ayuntamiento de Marchena le concedió el uso de un bar quiosco en la Plaza másimportante del pueblo. Posteriormente, en 1955, estableció su primer quiosco en el que vendía bebidas y chucherías. Este negocio floreció y en 1967 evolucionó al Bar Kiosco Pololo, un epicentro de la vida social marchenera gracias a su estratégica ubicación.

«Estábamos toda la familia aquí trabajando más tres camareros de la calle y la plaza llena de veladores y de gente comiendo a diario sobre todo en verano. La gente tenía a menudo que esperar mesa porque no había y estaba abierto hasta las cuatro de la mañana Y eso hoy en Marchena no existe en ningún sitio».

FAMOSOS EN EL POLOLO

«Enrique de Melchor era muy amigo de mi padre». Cuando se fueron a Madrid, Enrique tocaba en Los Canasteros, que era un local de Manolo Caracol. «Claro ya ese niño empezó a ganar dinero y venía con las maletas llenas de tebeos que en Marchena no lo tenía nadie. Abría la maleta en el quiosco y los vendía a mi padre que luego los revendía a la gente».

Toreros, cantaores, celebridades pasaban por el pueblo y por le bar. José Mercé, Camarón, Pepe Marchena que vivía justo enfrente, Antonio Gala, o Paquirri. «El día que venía Camarón a cantar a la Plaza Arriba, Marchena era era una fiesta de gente arriba y abajo, entonces la Fiesta de la Guitarra era la Fiesta de la Guitarra».

Seis hijos de Antonio (Maria del Carmen, Desamparados, Josefa, Eugenio, Luis y Antonio Jesús) iban de pequeños a ver la televisión al bar porque en su casa no tenían y «de vez en cuando llegaba Pepe Marchena vestido de blanco dándonos besos».

Pepe Marchena vivía en el número trece de la Plaza Alvarado en la parte alta de la casa de Monasterio el Taxista. Eran los años sesenta y Marchena, como todo el país salía de un largo y negro agujero.

«La gente salía, comía y bebía. Había sueldo, la gente estaba en los albañiles, había mucho trabajo en Marchena». Cooperativas de autoconstrucción, Industria Aceitunera Marciense, Cooperativa San Isidro, daban trabajo y el dinero comenzaba a moverse.

«Eramos con diferencia los que más cerveza vendían en Marchena. Se tiraban diez y doce barriles de cerveza en un día normalito». La fama de cerveza de calidad de este bar incluso generó leyendas urbanas.

«A casa de Vaquero llegó el dueño de un bar y le dijo, yo quiero una tubería de la Cruz del Campo hasta mi bar como el Pololo». «Mi padre era un enamorado de su trabajo». 

UNA HISTORIA CINCO VECES CENTENARIA

Por eso tras la obra de reforma la plaza dejará de ser la Plaza del Pololo y tal vez le darán otro nombre. Pero seguirá siendo la Plaza Vieja. 

Los documentos citan la existencia de una fuente en la Plaza Vieja, la antigua fuente de las cadenas que existió en el siglo XVIII, y que tenía dos pilares rodeados por cadenas para evitar la entrada de ganado. Por este motivo antiguamente y hasta los años 60, se conocía como Plaza de la Fuente. 

Al ser una zona baja y con abundancia de agua, es inundable y sufre anegaciones. Este fue el motivo por el que se trasladó el convento de Santo Domingo desde esta plaza, a un lugar más elevado, en el XVI.

La hoy llamada Fuente de las Cadenas, adosada a la muralla y cerrada por una reja en realidad se llama Fuente de San Antonio. Se alimenta por un manantial natural que baja de Santa Maria.

Otro manantial «baja desde la esquina de la calle Boteros y tras pleitear con el Ayuntamiento obtuvo su propiedad el dueño del Hostal Ponce Francisco Ponce Cobano, Frasquito el del Hotel, que además vendía pasto para el ganado en el antiguo matadero», explica Desamparados Jiménez.

«Para refrescar las botellas de vino o cerveza, mi padre las metía en el manantial
que bajaba por el Arco de la Rosa. Había una losa que se abría y el agua estaba contínuamente pasando y metíamos las botellas. Entonces se podían dejar las cosas en la calle y nadie se llevaba nada. Cuando iban haciendo falta las botellas iba a por ellas. Ese manantial iba a la fuente de las Cadenas y un ramal iba a regar los jardines, que antes fue el baño de los caballos». 

En el número uno de calle Mesones estaba la posada de la familia Baena que era la antigua Posada de los Caballeros «una posada muy antigua, empedrada, había una entrada para caballos y ganado. Solían venir, los tratantes y arrieros».

Frente a la posada estaba la casa de Luis Rodriguez León, comercial de cereales y aceite. En la casa de la familia Medina había un colegio. 

Junto al Arco de la Rosa hubo hasta los sesenta una galería de arcos con pequeños comercios. En el primero de ellos estaba el obrador de dulces de Rafael Cordón, vendían hojaldre y tortas de manteca hasta que se fueron a Barcelona. Después había una «lectura», un pequeño quiosco donde se vendían revistas, y los chavales intercambiaban
revistas y novelas entre ellos. 

Después estaba la peluquería de Castillo y al final una churrería y La Cueva era un quiosco de chucherías.

Justo enfrente de La Cueva estaba la Bodega La Verdad donde la familia Gordillo vendía vino de Morón. También había vino de Marchena hecho en el Molino de Los Traperos, carretera de La Puebla donde la gente de Marchena iba a comprar vino. En el edificio del actual INEM, donde se ubicó desde el XV el Hospital de la Misericordia había en los 50 graneros de trigo de Salvador y Mateos.

Camilo José Cela publicó en 1959 su libro de viajes «Primer viaje andaluz» donde cuenta que venia andando desde  Écija pasando por Osuna, La Puebla de Cazalla, Marchena, Carmona y Lora del Río. En Marchena durmió en la posada de Baena en la Plaza Vieja a la que nombra con su antiguo nombre Plaza de la Fuente por la Fuente de las Cadenas que no era la que hoy conocemos. Al día siguiente se fue andando para Carmona.