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Cómo las murallas se privatizaron hace cien años con el visto bueno del Ayuntamiento

A finales del siglo XIX, se estaba llevando a cabo un fenómeno curioso. Las robustas y antiguas murallas que rodeaban Marchena, testigos silenciosos de una rica historia, comenzaban a ser objeto de apropiaciones por particulares. Lo que una vez se construyó como barrera defensiva ahora ofrecía un codiciado espacio en la creciente urbanización.

Francisco y Agustín Galindo, propietarios de una vivienda en la calle San Juan, fueron de los primeros en mostrar interés por estos espacios. Solicitaron y obtuvieron la servidumbre de un torreón junto a la fuente de San Antonio, y plaza de la Fuente alegando que sus obras de repello y encalado embellecerían la zona. Las autoridades, quizás más interesadas en obtener beneficios que en la preservación histórica, dieron su beneplácito.

Pero los Galindo no fueron los únicos. Don Diego Manuel Arcenegui, propietario de una casa en la calle San Sebastián, -entonces la actual Rojas Marcos se llamaba San Sebastián- logró permisos para abrir puertas y ventanas en la muralla trasera de su vivienda. Esta apertura le permitiría disfrutar de las vistas panorámicas del torreón adjunto.

Doña Dolores Núñez del Castillo presentó una instancia peculiar. Quería sanear y utilizar un deteriorado torreón que conectaba su casa con la calle de Las Torres. La corporación, reconociendo los costos de restauración, accedió. Sin embargo, esta concesión generó un conflicto con doña Encarnación Gómez, maestra de la Escuela Elemental de niñas, quien se vio afectada por la privatización de ese torreón contiguo a su escuela. La disputa escaló a niveles superiores, pero eventualmente, y para sorpresa de muchos, doña Dolores obtuvo «exclusividad» sobre el torreón.

La tendencia continuó, con propiedades municipales y terrenos siendo otorgados a particulares. Don Antonio García Pergañeda recibió una parcela en los arquillos del Arco de la Rosa, bajo el argumento de que construir allí mejoraría el aspecto de la ciudad. Más individuos se sumaron a la lista de solicitantes, buscando construir en terrenos históricos como el Hospital Viejo y en rinconadas formadas por la muralla.

Esta ola de privatizaciones de espacios públicos de la muralla revela no solo el escaso valor económico y estético que se le daba a estos espacios, sino también la tensión entre conservar el patrimonio y adaptarse a las necesidades urbanísticas y económicas de la época.

Por un lado, estas acciones pueden verse como un intento de revitalizar y dar uso a estructuras en desuso. Por otro, representan una pérdida de patrimonio público.

El caso de la muralla es un claro ejemplo de cómo la historia, la política y los intereses privados se entrecruzan, creando capítulos fascinantes y, a veces, polémicos en la narrativa de una ciudad. Es esencial recordar y aprender de estas historias para equilibrar adecuadamente el desarrollo y la preservación en las decisiones urbanísticas futuras.

La práctica, de adosar viviendas a la muralla se registra desde el siglo XVIII. Junto al Arco de la Rosa se construyeron las antiguas carnicerías municipales, para abastecer al antiguo mercado que estaba en la Plaza Vieja y que fueron eliminadas a principios de siglo para dejar más espacio a la antigua Puerta de Sevilla. 

Los propietarios de estos edificios anexos a la muralla excavaron sótanos y habitaciones, como se documenta en este Torreón 11 junto a la joyería Villalobos y junto al torreón de La Cueva.

EL TORREON ONCE DE LA MURALLA

Sobre la fábrica del torreón 11 se excavaron habitaciones y hasta una escalera horadada en la roca de la muralla.  Igualmente en la segunda vivienda se excavó una estancia usada como cocina, y otro vaciado de la muralla para crear una habitación. Tras estas alteraciones a la estructura interna del torreón 11 de la muralla, ¿se vería afectada la estabilidad del mismo si se eliminan las viviendas adosadas?.  

Este torreón 11 como el resto de la muralla de este tramo fue reformado a finales del siglo XV, construyéndose entonces una estructura redonda de piedra y mampostería sobre el tapial almohade original de forma cuadrada del torreón original. 

Los propietarios de viviendas querían aprovechar los espacios de la muralla y el Torreón 11 llegó a desaparecer a la vista de los viandantes por completo por el avance de las fachadas de los dos edificios anexos hasta que ambos fueron compradas por el Ayuntamiento tras las intervenciones de finales de los años 20 para la construcción de nuevo alcantarillado para alinearlas con el resto de las fachadas de la calle. 

EL ARQUILLO DEL ARCO DE LA ROSA

En la bajada al Arco de la Rosa estaba la plazuela del Arco de la Rosa, un recinto cerrado por dos murallas laterales entre las dos puertas del recinto, la interior y la exterior. La muralla que cerraba este espacio por la calle Coullaut Valera tenia forma de recodo y era una muralla de defensa de la puerta, ubicada que unía el arquillo y el torreón circular.

En la bajada al Arco de la Rosa estaba la plazuela del Arco de la Rosa, un recinto cerrado por dos murallas laterales entre las dos puertas del recinto, la interior y la exterior. La muralla que cerraba este espacio por la calle Coullaut Valera tenia forma de recodo y era una muralla de defensa de la puerta, ubicada que unía el arquillo y el torreón circular.

En 1818 se conceden algunas parcelas y propiedades municipales: a don Antonio García Pergañeda «se le otorga una rinconera situada en los arquillos del Arco de la Rosa» argumentando que construir sobre aquella muralla mejorará el aspecto de la población, y el Ayuntamiento se beneficiará de ingresos y se ordena al maestro mayor alarife que mida las dimensiones de la parcela.

En 1820 el Ayuntamiento continúa el proceso de ceder parcelas adosadas al recinto amurallado para construirse «y así evitar la deformación de su aspecto, su solidez, falta de concurrencia y motivación de crímenes». De nuevo esta cesión afecta a los arquillos del Arco de la Rosa y además a las garitas próximas a la Puerta Real. Nuevamente en 1830 el Ayuntamiento cede el 16 de Enero a don José Carrero una porción del torreón del Arco de la Rosa.