Detrás de las reglas de la Hermandad del Silencio sevillana, que sirvió de modelo a toda las hermandades de nazarenos del arzobispado, y de la primera novela española que tuvo difusión internacional y que influyó a Cervantes para escribir su Quijote, está la misma mano, la de Mateo Alemán.
Un moralista cristiano, tratando de ocultar su origen judeoconverso, cargado de dignidad, que plasma su visión pesimista del mundo donde el hombre en constante lucha contra un mundo hostil, se mueve por la violencia; e intenta una y otra vez reformarse pero siempre vuelve a caer en el vicio y el pecado.
El Hermano Mayor de la cofradía del Silencio de Sevilla Mateo Alemán tenía sangre de conversos. Su abuelo había sido ajusticiado por la Inquisición y su padre era médico de la cárcel de Sevilla. Él quería limpiar su sangre en la Sevilla en la que triunfaba Trento y, para hacerlo, se buscó una hermandad pobre, medieval, ubicada extramuros, en el campo de la Resolana y le dió fama y riqueza.
Hijo de Hernando Alemán, del que se discute su origen converso y de Juana de Nero hija de un comerciante florentino y judío.
Se graduó de bachiller en Artes y Teología en 1564 en la Universidad de Sevilla. Fue nombrado contador de la Real Hacienda en 1571, cobrador de almojarifazgos y juez visitador. También negociaba con esclavos -negocio controlado por los judeo conversos- ya que en 1573, vende por 32 ducados una esclava morisca de Túnez.
Mateo Alemán consiguió tierras para construir la actual capilla del Silencio y redactó las nuevas reglas ilustradas con pinturas de Francisco Pacheco.
La Primitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevilla fundada en la iglesia parroquial de Omnium Sanctorum, en 1340, hizo su primera salida procesional a la ermita de San Lázaro, extramuros de la puerta de la Macarena, el 14 de Abril de 1356.
Vestían sus cofrades, llamados nazarenos, túnicas de color morado, soga de esparto en la cintura y el rostro cubierto por una cabellera de cáñamo y en las sienes corona de espinas y al hombro una pesada cruz a imitación de Jesús. Desde la ermita de San Antón, en el campo de la Macarena, pasó en 1546 al Hospital de la Cinco Llagas y de allí en 1574 al Hospital de los Convalecientes, en la calle Rioja gracias a Mateo Alemán.
En las reglas del Silencio demuestra sus conocimientos en teología, en materia bíblica y en la Regla de los Presos, demuestra su espíritu cristiano aunque siendo hermano mayor del Silencio fue dos veces a la cárcel por asuntos de cuentas.
En 1580, empezó a estudiar leyes pero unas deudas le llevaron a la Cárcel de Sevilla donde pasó dos años y medio observando la vida criminal que luego aparecerán en su novela Guzmán de Alfarache publicada en 1598, el primer superventas de la historia, siendo traducida al inglés, al italiano, al latín, al alemán y al francés.
Su novela influyó en la literatura de toda Europa y en el Quijote de Cervantes.
En 1583 lo nombran juez de las cuentas del tesorero de alcabalas y minas de azogue de Usagre; Badajoz, donde libera a dos presos, llama «majadero» al alguacil y manda prenderlo a él y al alcaide por lo que de nuevo se inicia juicio contra él pero logra esquivar la cárcel. En 1593 viaja a Almadén como juez de las minas de mercurio arrendadas por el Rey donde se enfrenta a sus arrendatarios, los banqueros alemanes Fugger, los más poderosos de su tiempo.
En 1601 volvió a Sevilla comido por las deudas contraídas en Madrid, por las que fue encarcelado otra vez en 1602 hasta que lo sacó su pariente Juan Bautista del Rosso. En 1608 viajó a México donde sirvió al Obispo. En 1613 escribió Sucesos de don fray García Guerra, arzobispo de México. Muere pobre en 1614, en Ciudad de México y su albacea tuvo que pedir limosna para poder enterrarlo.