Juan de Santorcaz un fraile pionero, de Santa Eulalia Marchena a Canarias
José Antonio Suárez López
Fray Juan de Santorcaz, uno de los franciscanos fundadores del convento de Santa Eulalia de Marchena, encontró a la Virgen de la Peña, patrona de Fuerteventura. Tenía fama de maestro y santo y su corazón fue regalado a los Reyes Católicos.
Fray Juan de Santorcaz, (nacido en Santorcaz, Madrid) uno de los fundadores de Santa Eulalia de Marchena, según Salvador Hernández González, pionero en evangelizar las Canarias encontró a la patrona de Fuerteventura y fue fiel seguidor del maestro místico Ramón LLul.
Fray Juan de Santa Marina fundó este convento sobre un eremitorio anterior. La pequeña ermita de Santa Eulalia “veíase frecuentada por almas piadosas ávidas de vida espiritual y pecadores que deseaban purificar sus conciencias en el tribunal santo de la penitencia con el joven y penitente ermitaño, hijo de San Francisco”.
Eran seguidores de Ramón Llul, místico, fraile y miembro de la Orden Tercera Franciscana desde 1295.
Libros escritos por Juan de Santorcaz
En la tumba de Juan de Santorcaz en el monasterio canario de Betancuria se encontraron en el XIX algunos manuscritos del propio fraile junto a libros de filosofía de Ramón LLul. Son los llamados manuscritos liulianos de Canarias, los libros más antiguos conservados en el archipilélago. El propio Santorcaz escribió varios libros, que destacan por su doctrina luliana.
A la muerte de Santorcaz su fama era tanta que le extrajeron su corazón y lo enviaron de regalo a los Reyes Católicos que luego Felipe II coloca en el monasterio de El Escorial junto a gran cantidad de relicarios de santos españoles.
ENCUENTRAN UNA VIRGEN EN FUERTEVENTURA
En 1444 Diego de Alcalá y Fray Juan de Santorcaz parten de Sanlúcar con la flota de Diego de Herrera y se estableen en el convento de San Buenaventura de Betancuria (Fuerteventura). La ciudad había sido fundada en 1416 por franceses normandos del Duque de Betancourt en 1416.
Un dia Fray Juan había salido a buscar hierbas cuando cayó en un pozo donde lo encuentran rezando, cuenta que oye voces celestiales y rayos de luz saliendo de una peña. Allí encuentran una talla de la Virgen de 21 centímetros, tallada en alabastro por el «Maestro de Rímini» la Virgen de la Peña patrona de la isla escondida allí por los franceses de los musulmanes.