Se cumplen 78 años desde que se partió la cruz del Cristo de San Pedro y que originó el besapié del Cristo
José Antonio Suárez López
Hace 78 años, en 1944 la Cruz del Cristo de San Pedro quedó enganchada a un cable y se partió poco antes de entrar en el templo, sin que le sucediera nada al Cristo. Esto originó el besapié del Cristo.
El Cristo de San Pedro estaba a unos metros de entrar en Santo Domingo cuando el remate de la cruz quedó enganchado en un cable de la feria que se había quedado allí instalado del año anterior. La feria en esa época comenzaba en Los Cantillos y terminaba en la Plaza Vieja. El cable cruzaba la calle Rojas Marcos desde la muralla al templo.
El problema es que el capataz y rector del Cristo de San Pedro, Antonio Jiménez González no vio el cable que quedó enganchado al cupulín o remate del dosel de la cruz, mientras el paso avanzaba por en medio de la calle Rojas Marcos. Entonces se sintió un fuerte impacto y la cruz de madera se partió por los pies del Señor, una talla de 500 años y de gran valor histórico y artístico.
El Cristo cayó lentamente sobre el monte de claveles, entre los gritos de los espectadores y las lágrimas de los hermanos. Varios hermanos subieron al paso y entre lágrimas y llantos desclavaron la imagen de la cruz, la bajaron del paso y la trasladaron al interior del templo de Santo Domingo donde quedó expuesta en besapié.
El Cristo sufrió una grieta o abertura en la espalda y la imagen fue restaurada el Sábado Santo, es decir, al día siguiente de la caída por el escultor Sanjuan.
Ese año el Domingo de Resurrección se cantó un solemne Te Deum en acción de gracias porque la imagen milagrosamente no sufrió daño alguno de consideración y la imagen quedó expuesta en besapié, costumbre que se viene repitiendo cada mañana de Domingo de Resurrección desde entonces hace 74 años.
Miles de personas acudieron ese año al besapié donde se regalaba una estampa del Cristo y un lazo rojo en la solapa. Todas las hermandades hicieron acto de presencia y fue un domingo histórico para la Hermandad. La cruz partida se conserva desde entonces en el interior del templo de Santo Domingo, a la que se le han colocado unas placa metálicas para conservar el estado en que quedó la cruz original para que se comprobase que se trataba de un hecho bastante insólito. Este hecho aparece relatado en el libro de Rafael López Fernández de Apuntes Históricos de las Hermandades de Marchena.