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La Matanza: Porqué el chorizo dice más de una familia que su árbol genealógico

A cada cerdo le llega su San Martín. Pasado el once de noviembre, el aire de nuestros pueblos se inunda de olor a pimentón y especias el alba de los dias de otoño apenas despunta, aroma familiar que despierta nuestra memoria ancestral.

Es día de matanza, quizás es uno de los últimos rituales auténticos que sobreviven en la campiña sevillana, donde la tradición se resiste a convertirse en mero recuerdo. Era el dia mas importante del año para muchas familias, cuando se reunían para asistir a un ritual ancestral. El nivel económico de la familia se medía según los cerdos que se mataban cada año, lo habitual era uno, pero podían ser dos y hasta tres por año. 

Los puestos de chorizo y morcilla del «Abuelito» en el mercado de abastos de Marchena se encargan de recordarnos que este ritual sigue vivo y que sigue estando entre los productos más típicos y buscados en Marchena que se puede comprar en nuestro mercado de abastos. Y que no falte.  

Carnicero en la Plaza de Abastos de Marchena.

Muchos de nosotros tenemos memorias ancestrales de esta tradición que por suerte ha quedado fijada y recogida en el Atlas del Patrimonio Inmaterial de Andalucia, donde no solo se registran imágenes sino información del origen de este saber ancestral y popular, para recordar a las nuevas generaciones de donde venimos. Y es que el de matarife siempre fue un oficio demandado en Marchena.

La gastronomía asociada al cerdo en Andalucía es extensa y celebrada en todo el mundo. Productos emblemáticos como el jamón ibérico de bellota son verdaderos tesoros culinarios, elaborados con técnicas transmitidas de generación en generación.

No menos apetecibles están los Chorizos y morcillas, el Lomo en manteca, el adobo y los torreznos que servia para conservación la carne en grasa de cerdo durante meses cuando no habia frigorificos. La pringá Mezcla la carne, el chorizo y la morcilla cocinada en el caldo del puchero. Los Andrajos y gachas, cocina popular que aprovecha los restos de la matanza. Hasta las manitas de cerdo eran cocinadas a fuego lento en guisos especiados.

En el mercado de agbastos de Marchena no faltan los buenos carniceros y muchos otros productos, herederos de los oficios artesanales.

DE TRADICIÓN A EVENTO TURÍSTICO

Convertido en un atractivo gastronómico, varias localidades mantienen viva la tradición de la matanza del cerdo a través de festivales gastronómicos como El Real de la Jara que celebra anualmente el «Rito Gastronómico de la Matanza del Cerdo Ibérico», en marzo incluyendo elaboración tradicional de productos ibéricos, concurso de corte de jamón y actuaciones musicales en directo.  Montellano celebra la II Feria de la Matanza y Productos Tradicionales, una iniciativa para poner en valor y promocionar los productos del cerdo.

Seña de identidad

Los romanos ya consideraba un manjar y se practicaba la salazón de jamones. Con la llegada de los musulmanes, el consumo de cerdo se redujo significativamente debido a restricciones religiosas, pero tras la Reconquista, se convirtió en símbolo de identidad cristiana y cultural.

Matanza en los montes de Málaga. IAPH.

La Sabiduría del Matarife

«A cada cerdo le llega su San Martín», murmura el matarife mientras afila cuidadosamente su cuchillo. El 11 de noviembre, día de San Martín de Tours, marcaba históricamente el inicio de la temporada de matanzas en muchas regiones. Este momento coincidía con el final de la época de engorde de los cerdos, que habían estado alimentándose de bellotas en las dehesas. Con décadas de experiencia, un buen matarife conoce cada paso de este ritual milenario. El oficio se está perdiendo pero ellos manteniendo la tradición como le enseñaron sus padres.

No es solo quien sacrifica al animal, sino un maestro de ceremonias que coordina una coreografía perfectamente sincronizada. Seis u ocho personas participan en el primer acto: sujetar al animal, atarlo con precisión, prepararlo para un sacrificio que debe ser rápido y certero.

El Arte del Despiece

A medida que avanza la mañana, el patio de la casa se convertía en un taller artesanal. El ritual sigue un orden ancestral: tras el sacrificio viene el pelado, que puede hacerse con agua hirviendo o, en su versión más moderna, con soplete de butano. Luego la limpieza meticulosa, el despiece cuidadoso. Cada parte tiene su destino, cada corte su técnica. Como reza el refrán: «Del cerdo, hasta los andares». Antaño mujeres y hombres teníann su papel definido pero hoy todo es más colaborativo. 

Elaboración de morcillas.

La Alquimia de los Embutidos

El mapa de Andalucía se dibuja también con especias. En la Sierra de Huelva, el pimentón picante marca territorio. Por el Valle del Guadalquivir, el pimentón dulce domina el paisaje, mientras que en la Axarquía, el hinojo silvestre añade un toque único.

Pimentón. Fuente IAPH.

En un rincón del patio, sobre una mesa de madera desgastada por generaciones las mujeres preparan las mezclas para los embutidos. En cada familia, un antiguo papel guarda una receta manuscrita que vale más que el oro: la proporción exacta de especias para sus embutidos.

La calidad está en la carne magra y el tocino bien escogido. Este equilibrio entre carne y grasa es el corazón del chorizo, pero el verdadero carácter andaluz se encuentra en los ingredientes que lo acompañan. Por eso no hay dos chorizos iguales en todo el pueblo.

Elaborando chorizos. Foto IAPH.

El pimentón reina como el monarca indiscutible del chorizo. Veinticinco gramos por kilo de carne, mas o  menos. Pero no es solo cantidad, es calidad. El pimentón tiene que ser nuevo, recién molido, con ese color que parece que sangra cuando lo tocas y si es de la Vera extremeña mejor, por cercania y por calidad y además tienen ese toque ahumado que no tienen los de Murcia.

Para la morcilla, el clavo y la pimienta son como un matrimonio. Un gramo de más o de menos, y ya no es lo mismo.

La elaboración es un arte preciso. La morcilla requiere su proporción exacta de grasa y sangre, el chorizo su punto justo de carne y pimentón. Las tripas, cuando se utilizan las naturales, deben lavarse con extremo cuidado. Todo se aprovecha, todo tiene su uso, desde los huesos que se conservarán en sal para echa´rselo al puchero hasta la última porción de carne.

Los ajos, frescos y machacados con determinación, son otro pilar fundamental. Seis dientes por kilo, mas o menos. El ajo no solo da sabor, conserva el embutido de forma natural, como lo hacían nuestros abuelos.

La matanza siempre acababa en fiesta, y aunque en Andalucia lo mas habitual era cantar sevillanas y fundangos, en otras regiones de España se han conservado cantes de matanza, como este «Son de Matanza» propio del folclore tradicional de los campos de Toledo, grabado por el el grupo Vigüela, originario de El Carpio de Tajo.

Usaron instrumentos habitules en la labor, como el mortero, usado para machacar los ajos, o la botella de anis,que no faltaba desde temprano en las matanzas, además de La zambomba, que se usaba desde octubre a diciembre época en que los campanilleros recorrían los pueblos y ciudades de Andalucia.