‘España ensagrentada’, es una serie de reportajes sobre la Guerra Civil que se publicaron en revistas y periódicos de la época y han quedado como obra periodística del autor, fuera de lo que algunos consideran obra literaria. Saint-Exupéry visitó España dos veces, en los años 1936 y 1937, y visitó Madrid y Barcelona.
«Es curioso que no hayan sido traducidas siendo del creador de ‘El Principito’, que es la obra más traducida después de la Biblia. Pero creo que se ha dado precisamente por ese motivo: se han enfocado en sus principales obras, como ‘Vuelo nocturno’ o ‘Piloto de guerra’, y estas se han quedado fuera», señala la autora Eva Aladro.
En 1929 se trasladó a trabajar a Sudamérica, y publicó sus primeras novelas. Allí, en Buenos Aires, conocería a su esposa la salvadoreña Consuelo Suncín. Debido a las dificultades de su empresa aeropostal, en 1932, se consagró al periodismo y a la escritura.
Hizo reportajes sobre la Indochina Francesa en 1934, sobre Moscú en 1935, y sobre España en los inicios de la Guerra Civil, en 1936 y 1937. En 1939, con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, fue movilizado por el ejército francés y pasó a formar parte de una escuadrilla de reconocimiento aéreo. En una de esas misiones, su avión desapareció sin dejar rastro el 31 de julio de 1944.
En octubre de 1938 en el diario Paris-Soir dice “El año pasado visitaba el frente de Madrid y me parecía que el contacto con las realidades de la guerra era más fértil que los libros. Me parecía que sólo del hombre de la guerra era posible sacar enseñanzas sobre la guerra. Pero para encontrar lo que hay en él de universal es preciso olvidarse de los bandos y no discutir en absoluto de ideologías».
«Lo que Saint-Exupéry había presenciado en España supuso, de algún modo, el despertar de su conciencia política, ya que había comprobado lo que las ideologías podían llegar a hacer con los hombres, así que a partir de entonces se interesó por saber lo que estaba ocurriendo en Europa presintiendo que la contienda española sería un preludio del cataclismo mundial que se avecinaba» señala Montse Morata periodista, que estudió la obra periodística de Antoine de Saint-Exupéry, en su obra Aviones de papel.
La dictadura franquista le negó el visado para cruzar por España hacia Portugal, rumbo a su exilio en Nueva York durante la Segunda Guerra Mundial por sus crónicas sobre la Guerra Civil Española. Los franquistas lo acusaron de ayudar a los republicanos. Llegó a España como reportero de guerra del diario francés L’Intransigeant.
A continuación reproducimos uno de los relatos publicados en Paris Soir, en 1937 por Antoine de Saint Exupery.
“¡An… to… ni… o!”. El eco resonaba en el valle. “Agáchate”, se apresuraron a recomendarle al reportero, “algunas veces, cuando los llamamos, comienzan a disparar…”.
Esta vez no hubo disparos, pero tampoco respuesta, sin embargo, aquellos hombres tampoco podían jurar que nada hubiesen escuchado, la noche entera cantaba “como una concha”, relataba el aviador. Así que volvieron a intentarlo: “¡Eh! ¡Antonio… o!… ¿Estás…?”. En ese instante los mismos que tan sólo unos minutos antes habían disparado al vuelo a un cigarrillo les lanzaron, a pleno pulmón, un “maternal consejo”: “Callaos… Acostaos… Es hora de dormir”.
Y el mismo miliciano que había conseguido hacer hablar a Antonio volvió a gritar, como si lanzara hacia lo desconocido una pasarela que uniera las dos orillas del mundo, para formular la pregunta fundamental: “¡Antonio! ¿Tú por qué ideal luchas?”, tras lo que excusó su pudor ante el invitado diciéndole por lo bajo que era “una pregunta irónica”.
La respuesta llegaría de inmediato desde el otro lado como una confidencia seccionada por el viaje, “como una inscripción roída por los siglos”: “… ¡España!”. “…Tú?”, se escucharía después. “… ¡Por el pan de nuestros hermanos!”.
Pero lo más asombroso para el reportero se produjo cuando, desde ambos frentes, se despidieron con un: “… ¡Buenas noches, amigo!”. Entonces el escritor pensará que “bajo la apariencia de palabras diversas, aquellos dos bandos se habían gritado las mismas verdades… Pero una comunión tan alta no excluye morir juntos”.