Cantareros, la calle del gremio de los alfareros de Marchena
José Antonio Suárez López
Los alfareros y ceramistas marcheneros estaban instalados tradicionalmente en la calle Cantareros. Así se recoge en un documento del Asistente de Marchena en 1719.
En 1719 los alfareros de Marchena estaban instalados en varias calles céntricas, causando molestias a los vecinos por los humos que desprendían sus hornos, por lo que el Asistente de la Villa, un cargo del Ayuntamiento se propone sacarlos del centro y reubicarlos en las afueras, tal y como estuvieron en el siglo XV.
El 12 de agosto de 1719 el asistente de la villa afirma en un documento que poco a poco los alfareros se habían ido trasladando al centro del pueblo y ponían «sus casas y hornos para cocer en distintas calles públicas muy dentro del centro de este pueblo de lo que se sigue grave daño a la salud pública».
Señala que hay quejas de templos y del hospital causando perjuicio «a los pobres enfermos del hospital» que entonces estaban en la Caridad y en La Milagrosa exponen Francisco Javier Gutiérrez Núñez y Juan B. Carpio Elias en su trabajo «Vida y poder municipal de Marchena en el reinado de Felipe V. (1700-1720).
También indica como posible remedio trasladar los hornos a las afueras del pueblo o concentrarlos todos en una calle tal y como sucedía antiguamente. «Antiguamente se mantenían todos juntos en una calle que llamaban de los Cantareros».
Se acordó notificar a todos los alfareros que antes del día de San Juan de 1720 deberían ir buscando sitios y hornos donde labrar y cocer las obras de sus fábricas «fuera del casco de esta villa en los arrabales de ella y que no lo abran nuevos hornos en las casas que estuviera en el centro» pues sería multado con 50 ducados aplicados a gastos de Obras Públicas. Sin embargo ante las quejas de los alfareros ante el Duque este acuerdo quedó sin efecto.
En el S. XIX había en Marchena cuatro alfarerias (Madoz). En los rellenos de alfarería de las bóvedas de la iglesia de San Juan (nave lateral) se encontraron 17 formas distintas de vasijas que datan de 1556. Incluían cántaros, cantimploras, lebrillos, fuentes, morteros, queseras. En las naves del ábside (1490) había grandes tinajas, tinas y lebrillos.
En los 80 aun vivía Francisco Perea Lozano, hijo del último alfarero que ejerció en la localidad. A principios del S. XX habia muchos alfares pero solo dos familias hacían cacharros de barro y una ladrillería, la de Juan Matas. La familia de Manuel Vicente, conocidos como los Perea, familia de tradición alfarera de siglos atrás, con un taller en la carretera de El Palomar.
Los oficios artesanos alfareros fueron recuperados hace algunos años por la Escuela de las Artes, donde aprendió Jesús Perea, nieto del último alfarero y un taller, San Cristóbal, de Juan Rafael Lora, se dedica a la azulejería comercial. Entre los restos de cerámica más antiguos está el Vaso de los Toros Montemolín, S. VI AC hoy en Museo el Arqueologico de Sevilla.
El estudio de las cubiertas de la iglesia de San Juan, recubiertas de cacharros de barro para aligerar peso, es la que mas datos ha arrojado sobre la alfarería en los últimos 500 años.
Existen más de 20 formas propias de vasijas locales, como cantimploras, lebrillos, morteros, queseras. En las bóvedas de nervaduras del presbiterio y altares laterales, de 1490 se han hallado grandes piezas, cuyo tamaño iba variando en función de la altura, desde tinajas, lebrillos, gonzalos, etc según el libro barros populares de Sevilla y provincia de Domingo Ramos y Gabriel Calvo.
Grandes sagas familiares en Marchena fueron alfareros, aunque Francisco Perea Lozano, es citado en esta obra como el último descendiente de los alfareros de Marchena, que se perdieron en torno a los años 50. El último taller en activo fue el de Francisco Perea Carrero, el apellido Perea, estuvo ligado en Marchena a esta tradición artesana. También la familia de José Vaquero, procede de aquel arte. Nombres del callejero como Cantareros son suficientemente elocuentes.
En el siglo XIX había en Marchena varios alfares, aunque solo dos hacían cacharros, el resto se dedicaba a hacer tejas y ladrillos. Una de las ladrillerias mas antiguas era la de Juan Matas. La familia de Manuel Vicente, -de la saga de los Perea- era conocida por la elaboración de cacharros, en su cantarería de la carretera del Palomar, en la que trabajaban sus dos abuelos, Francisco y Manuel, de los hijos de ellos dos, solo siguió el oficio el hijo de Francisco, que llegó hasta 1957, año en que cerró el último alfar marchenero.
En la calle Compañía número cuatro estaba instalado el taller de Andrés El Alfarero en los años cincuenta.
Los alfareros de Marchena extraían el barro blanco, también llamado Vícar, de los cerros o barreros de las inmediaciones del pueblo, camino de Fuentes Alto. También se extraía el barro para las ladrilleras del pueblo de la carretera de Lantejuela, junto al puente Mamedra que hubo hasta los años setenta como Martín el Ladrillero ubicado en la finca El Parque.