La primera mujer pregonera de la Semana Santa de Marchena se llama Teresa Avellaneda y nació en Melilla en 1950. Sonrisa generosa, rostro amable, alma franciscana.
Cuando queda algo más de un mes para el pregón, será el 18 de marzo, buscamos en el interior de la primera mujer pregonera de Marchena, Teresa Avellaneda, que eerá presentada por su sorbino Alejandro Carlos Blasco Avellaneda, militar destinado al tercio de almería amante de la música y sobrino de la pregonera.
El anuncio le llegó la víspera del día de San Francisco. Ama al Cristo de San Damián. Un icono bizantino que Francisco halló en un templo derruido a las afueras de Asís y que luego reconstruyó.
“Para mí la Semana Santa es la Muerte y Resurrección de Cristo como una realidad actualizada” sintetiza. “El señor me arranca del pecado y me pone junto al hijo, me resucita a una vida nueva, es una experiencia de liberación personal al compás de la liturgia de la iglesia”.
Para ella el pregón será un reto. “Habrá muchos marcheneros que tengan más mérito que yo para el pregón. Pero Dios ha querido encomendarme esta tarea como una nueva evangelización desde el lenguaje de las cofradías y procesiones”.
Todo un lenguaje y una espiritualidad “que a mí me toca servirme de ella para hacer una anuncio de la Semana Santa».
La metáfora del oro, la iglesia y las hermandades es inevitable. “Soy un zahori detectando donde está el metal precioso para sacarlo a la luz. Las hermandades están llenas de ese oro y lo que hace falta es alguien con mucho amor, -porque solo el amor es el que puede quitar todas las capas que se han puesto encima-, para que vuelva a florecer sus orígenes de amor entrañable».
Cada corazón tiene una parte espiritual y otra mundana, ambas deben estar hermanadas como Marta y María. “Por ejemplo a mí en Semana Santa no se me ve porque estoy con mi señor acompañándolo en el huerto de los olivos, en la vigilia pascual, etc. Cuando puedo me hago presente en las calles. He hecho levantás, he visto el prendimiento y el Sermón del Angel, el Mandato, etc.».
«Esta sociedad ha ocultado a Dios y como el hombre necesita agarrarse a algo crea su propio Dios, y aparece Dios dinero, la fama, el poder,
ponemos el mundo patas arriba y después viene el vacío. No es cierto que nos podamos llenar de cosas. Nos llena el verdadero amor y la fuente de amor es Dios».
“Nunca pensé que pudiera ser pregonera. No estaba para nada dentro de mis perspectivas y alcances”, afirma. Y menos la primera mujer pregonera.
En la iglesia, la mujer (religiosa) es “quien conoce al pastor porque es su esposo, lo vive en intimidad, comparte su secreto. Es madre, es una persona fecunda por el anuncio de la palabra y crea en el ser que escucha un ser nuevo. Además yo como docente tengo hijos de alumnos, y alumnos que me consideran como madre. Ese es el papel de la mujer en la iglesia. La responsabilidad espiritual».