El historiador y escritor Joaquín Ramón Pérez Buzón, natural de Paradas y ganador de varias ediciones del Certamen Literario Villa de Marchena, reconstruye un episodio del siglo XVI protagonizado por Juan y Catalina de Escobar, dos amantes que desafiaron las leyes que prohibían uniones entre familiares.
El joven rescata a Catalina del castillo de Paradas, propiedad del duque Rodrigo Ponce de León, iniciando un proceso judicial que culmina con la condena de ambos. Un documento recientemente hallado por el autor arroja luz sobre las conexiones económicas y personales entre los protagonistas y el duque, lo que explicaría la rebaja de la pena. La narración incorpora detalles patrimoniales, jurídicos y sociales que enriquecen la comprensión del contexto. El texto se basa en fuentes documentales conservadas en el Archivo Histórico Nacional.
JOAQUÍN RAMÓN PÉREZ BUZÓN
Rodrigo Ponce de León, I Duque de Arcos, sucedió en 1492 a su abuelo homónimo, el célebre Marqués de Cádiz, héroe de la Guerra de Granada, con solo dos años de edad. Esta circunstancia se explica porque la madre del niño, Francisca Ponce de León, no fue hija legítima del matrimonio del Marqués con Beatriz Pacheco, sino de la unión de éste con una vecina de Marchena llamada Inés de la Fuente.
El abuelo lo dispuso así para evitar reclamaciones sucesorias de otros parientes, pero ello no evitó que los tutores del joven Rodrigo tuvieran que hacer frente a costosos pleitos que le disputaron el señorío.
El primero se resolvió en 1494 con la entrega de cuatro millones de maravedíes (10.666 ducados) y un segundo se prolongó hasta 1522, ya con Rodrigo al frente del gobierno, saldándose con el pago de 20.000 ducados.
Los primos amantes entrando por la Puerta de Osuna recreado por IA.
Ello dejó muy tocada la hacienda ducal, pues, aunque percibía rentas por valor de 30.000 ducados anuales, cantidad del mismo nivel de otras grandes casas nobiliarias, como la de Alba, tenía escasa disponibilidad de bienes por estar sujetos a mayorazgo, es decir, sin posibilidad de venderlos.
Fueron tantas las deudas de Rodrigo que en su testamento, redactado en 1530, frente a lo que era habitual, no dejó ningún dinero a sus criados.
Pues bien, precisamente en el año en que concluyó el segundo pleito está fechado un documento que hace poco encontré y que aporta nuevos datos a la historia de Juan y Catalina de Escobar, los primos amantes que desafiaron las leyes que prohibían las uniones entre familiares, consideradas incestuosas. Juan, que era hijo de un regidor de Marchena, sacó a Catalina escalando el castillo de Paradas, donde vivía por ser hermana del alcaide de la fortaleza.
Dibujo de Joaquin Ramón Pérez Buzón
Pero ésta era propiedad del duque, que en seguida abre un proceso judicial para castigar el allanamiento de su morada. Después de varias peripecias Catalina es condenada a reclusión en un convento y a perder la mitad de sus bienes, unas tierras que tenía en el pago de Trujete, y a Juan se le conmuta la pena capital por el castigo de cortarle un pie.
Este momento de la ejecución es el que refleja el dibujo que hice para una próxima publicación de estas desventuras de los amantes, que ya se ha anunciado en esta revista. Vemos que el verdugo, inmerso en una confabulación de un buen número de marcheneros, tira el hacha diciendo que no se considera idóneo para hacer el corte con garantías.
Entonces se busca un médico o un carnicero, pero no se encuentra ninguno. Se habían quitado de en medio. Al final el duque tiene que desistir de la culminación de la sentencia, y ordena que se lleve al joven marchenero a la prisión de Zahara de la Sierra. Y ya no sabemos nada más de Juan.
Ocurre esto en la antigua picota, el llamado Cerro de la Horca, alrededor del rollo o columna de piedra, símbolo de jurisdicción (que no se ha conservado, por lo que he reproducido el de Rioseco de Soria), y con el fondo de la villa de Marchena, junto a la que he pintado el molino del grabado de Hoefnagel.
Para no estorbar la visión del cerco amurallado no he representado los barrios extramuros, que ya existirían pues la ciudad tendría más de 5.000 habitantes en este momento.
Se pueden apreciar, de izquierda a derecha, la torre de planta poligonal que defendía la Puerta de Carmona y el Alcázar; la Puerta de Sevilla con el famoso Arco de la Rosa, de origen almorávide, reconstruida en 1430, de eje acodado (de ahí su posición lateral); y la Puerta de Morón, con arco de herradura, actual museo, que era doble y tenía un patio interior.
También son visibles las iglesias de Santa María de la Mota y San Juan, ambas sin torres, pues fueron construidas bien entrado el siglo XVI (en 1564 y 1580, respectivamente). Esta historia ha sido contada en esta revista en varias ocasiones y con ella obtuvo un servidor el primer premio de Ensayo en la XXI edición del Certamen Literario Villa de Marchena Memorial Rosario Martín, siendo publicada por la Editorial Alfar en 2021 con el título “Amor y rebeldía en Paradas y Marchena (1523)”.
Recientemente también le he dedicado una charla en las II Jornadas de Cultura Villa de Paradas. Y hace unos días encontré inesperadamente un documento con varios de los protagonistas de este suceso. Concretamente son los padres de Juan: Pedro Álvarez y Beatriz Escobar, que venden a Catalina por valor de noventa mil aravedíes las tierras que citamos que le pertenecían en el pago de Trujete “término de esta villa (Marchena),
en que ay quince cayzadas poco más o menos, con la casa e pozo e pilas e barbechos”, dice el documento del Archivo Histórico Nacional, Osuna, C. 169, D. 100-104, que añade que tienen linde con “tierras de las Monxas del Monasterio de Santa Clara desta villa”.
No sabemos exactamente la equivalencia de esta medida antigua en nuestra zona, aunque podría estar en torno a una fanega.
Pero la operación es más compleja, pues Pedro Álvarez y su mujer lo que realmente hacen es ceder las tierras a Catalina para saldar una deuda que tenían con el duque por las “rentas desta villa que tuve el año pasado de quinientos e veynte e un años” dice el padre de Juan en el documento, sin concretar nada más.
Y de esa manera, en un movimiento a tres bandas, el propio duque está pagando a Catalina –en especie– ”en quenta de cien mil maravedís que la duquesa, que aya gloria, le mandó en su testamento para su casamiento por su servicio”. Es decir, que Catalina fue criada de Isabel Pacheco, primera mujer de Rodrigo, que murió en 1521 dejándole en su testamento para su dote esta generosa cantidad de cien mil maravedíes por sus servicios y el duque, al no tener liquidez, le paga con las tierras de los padres de Juan, los cuales
saldan así su débito con la hacienda ducal.
Aunque parezca extraño, el arrendamiento de rentas señoriales podía provocar deudas en los arrendatarios, como el caso de un vecino de Paradas, Antón Jiménez de Luna, que tenía el aprovechamiento del corcho de Monte Palacio en 1538, y que llegó a adeudar 27.784 maravedíes al hijo de Rodrigo, Luis Cristóbal Ponce de León.
Otro dato, interesante para comprender la situación de la mujer en esta época, es que la toma de posesión de las tierras de Trujete no la hace Catalina, sino su hermano Juan de Escobar “en virtud de poder que para ello tubo de Cathalina de Escovar” aclara el documento.
Pero lo más sorprendente es la filiación de Catalina, de la que se dice que era hija de Bartolomé de Escobar “e de Mari Esteban, su muger, que estays ausente”. Es decir, que la que dice en el proceso judicial ser su madre, María Hernández de Bienvenida, es realmente su madrastra. No sabemos qué fue de su verdadera madre.
Lo que sabemos es que Catalina fue liberada de la reclusión conventual y desterrada, perdiendo la mitad de las tierras citadas de Trujete en beneficio del patrimonio ducal, que se incrementaba con las llamadas penas de cámara, es decir, las sanciones por los procesos que juzgaba el duque. Aunque esa mitad se dice que se iba a subastar, lo cierto es que en 1612 Trujete ya se ha agregado al mayorazgo de los Ponce y en 1863 figura como una haza de 72 fanegas hipotecada por la Casa de Osuna, heredera de la de Arcos.
En definitiva, estos nuevos datos no aclaran el desenlace de esta historia: si Juan también es liberado y se encuentran los amantes lejos de Marchena y Paradas. Tampoco sabemos si influyeron en la relación amorosa; lo que sí está claro es que nos ayudan a comprender la rebaja de la pena por parte del duque, dada la gran proximidad existente entre éste y Catalina, que había servido a su mujer, y también con el padre de Juan, que
era su arrendatario. Además este nuevo documento parece confirmar la falta de liquidez que obligó a Rodrigo Ponce de León a hacer el tipo de operación que hemos contado aquí.
BIBLIOGRAFÍA NO CITADA EN EL TEXTO
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NÚÑEZ ROLDÁN, F.: “Justicia y gracia en Marchena. Siglos XVI y XVII”, en
VI Jornadas de Hª de Marchena Política e instituciones. El Concejo de la villa y la Casa
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PÉREZ BUZÓN, JOAQUÍN R.: “Marchena en el proceso de formación y
consolidación del mayorazgo de los Ponce de León. Del testamento de D. Pedro (1448)
al pleito de 1522”, en Actas de las II Jornadas sobre Historia de Marchena Marchena
bajo los Ponce de León: Formación y consolidación del señorío (siglos XIII-XVI) Ayto.
de Marchena, 1997
RAVÉ PRIETO, JUAN LUIS: El alcázar y la muralla de Marchena. Ayto. de
Marchena 1993.
JOAQUÍN RAMÓN PÉREZ BUZÓN